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Maquilas, el empleo de moda para guatemaltecas mayas

Por Alba Trejo

Es el trabajo en boga, el más atrayente, aunque no está exento de abuso. Es el que deja tiempo libre para acudir a una escuela nocturna y genera un salario semanal que, aunque módico, alcanza para cubrir las necesidades básicas. Su atractivo principal es que, para ejercerlo, no se requiere de lavar platos, cocinar, trapear pisos, ni cuidar niños.

Las maquilas constituyen la opción más rentable de trabajo que han encontrado las mujeres mayas guatemaltecas, pues les ha permitido dejar de lado el empleo que antaño desempeñaban en las peores condiciones: el de servicios domésticos en casas particulares.

Aunque las maquilas surgieron en esta nación centroamericana en 1990 y sus empleadores buscaron contratar en ese entonces a mujeres mestizas que habitaban en el perímetro urbano, hoy son las indígenas las más solicitadas por esta industria.

El Instituto Nacional de Estadística señala que las descendientes de las 22 etnias existentes en Guatemala, entre ellas la Kich?e, Kakchiquel, Mam, Poco mam y Kekchi?e, son atraídas no sólo por el horario ofrecido por los empleadores (ocho de la mañana a cuatro de la tarde), sino por el salario que oscila entre 250 y 400 dólares al mes.

La cifra, de acuerdo con la no gubernamental Industria de Vestuario y Textiles de Guatemala (VESTEX), está por encima del pago por oficios domésticos en una casa, el cual no supera los 150 dólares mensuales.

Pero, ¿qué tienen de especial estas mujeres que incluso los mismos empleadores buscan ubicar sus fábricas en lugares cercanos a las aldeas o departamentos donde viven las habitantes mayas? La respuesta está en sus habilidosas manos.

Por herencia ancestral, ellas, que conforman el 60 por ciento de la población de 12 millones de habitantes en el país, poseen en sus manos el arte y la práctica para dar el valor agregado que los empleadores buscan en las prendas que se confeccionan en este país y envían a Estados Unidos, Canadá y Europa.

Guatemala posee la industria textil más grande de la región centroamericana y, según VESTEX, el territorio cuenta con 202 fábricas de vestuario con una capacidad de 76,142 máquinas y una mano de obra de 126.000 trabajadores, el 60 por ciento mujeres.

Una buena parte de estas mujeres procedentes de la etnia maya es la que le imprime el sello especial a las prendas, ya que desde pequeñas sus abuelos y padres les enseñaron a usar los telares para entrecruzar los hilos de colores con los que fabrican sus trajes regionales y ceremoniales.

Eso les ha permitido mayor movilidad y rapidez para manipular una máquina, pegar botones, adornos o listones.

Este empleo también ha contribuido a que las indígenas puedan dejar el trabajo en casa particular, al cual estaban relegadas, y correr menor riesgo de ser explotadas laboralmente y hasta abusadas o maltratadas.

En el caso del trabajo doméstico remunerado, la Procuraduría de los Derechos Humanos considera que es allí donde las mujeres indígenas sufren de abuso sexual por la privacidad en que se desenvuelve el trabajo y, aunque hay denuncias ante el Ministerio Público por parte de trabajadoras domésticas, casi nunca se hace justicia.

Sin embargo, en las maquilas también ocurren abusos pero, a diferencia del trabajo doméstico, estas arbitrariedades son más visibles, indica Imelda Hernández, quien fue directora del extinto programa de protección para empleadas domésticas Central de Trabajadoras de Casa Particular.

Muchas veces las mujeres no obtienen permisos para recibir atención médica; existe hacinamiento, pues hay hasta 3.000 personas laborando en un mismo galerón, sin aire acondicionado, con horarios de un minuto para ir al sanitario, realizando sus tareas de pie durante ocho horas y exponiéndose a alergias causadas por los tejidos sintéticos que manipulan, agrega.

Ellas no pueden reclamar porque los empleadores las intimidan con el despido e incluso amenazan con cerrar la fábrica si intentan agruparse para reclamar sus derechos, puntualiza Hernández, para quien las condiciones de pobreza, analfabetismo e insalubridad en que vive la población maya contribuyen a que se soporte el maltrato.

El Programa de ONU para el Desarrollo señala que, aunque Guatemala cuenta con la economía más importante de América Central, sus habitantes están entre los más pobres de América Latina. El Banco Mundial, por su parte, afirma que el 57 por ciento de los guatemaltecos vive en la pobreza y el 27, en condiciones de extrema pobreza.

Además, altos niveles de analfabetismo se registran, principalmente, en las indígenas del país. Datos del Censo Poblacional indican que sólo dos de cada 10 logran terminar el sexto grado, y el resto abandona las aulas en su primer año debido a la necesidad de ayudar en las labores de la casa, cuidar a los hermanos y preparar la comida mientras la madre vende en el mercado.

06/AT/GG

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