Inicio Marido y mujer: guerra entre fuerzas desiguales

Marido y mujer: guerra entre fuerzas desiguales

Por Lydia Cacho

Cuando llegué a la Subprocuraduría de Justicia, a las dos de la tarde, allí estaba ella: una mujer de 25 años, delgada, hermosa, a pesar de los ojos llenos de lágrimas y miedo, a pesar de las evidentes huellas en su cuello que mostraban las manos de su esposo marcadas alrededor, en un intento por ahorcarla, o al menos para hacerla sentir que tenía fuerza para ultimar su vida.

Allí estaba él. Un esposo de 26 años, con cuerpo atlético, a simple vista denota su afición por el ejercicio y tal vez un poco de levantamiento de pesas. Con el rostro severamente rasguñado, fue tras ella; según su declaración para denunciarla por haberle rasguñado el rostro, según ella y quienes le acompañábamos a denunciar, la persiguió como hacen cientos de maridos golpeadores para amedrentarla y evitar que le denunciara por segunda vez.

Su actitud era violenta y descontrolada, incluso allí, a los ojos de agentes del ministerio público, de abogados y una veintena de personas, argumentaba su derecho a defenderse de «la loca de su mujer».

Ellos están en proceso de divorcio, después de tan sólo cinco años de matrimonio. El salió del hogar, pero por su niña de 4 años, entra y sale de la casa a pesar de no vivir en ella

DERECHO DE PROPIEDAD SOBRE MUJER E HIJOS

Esculca los cajones de ella, se acuesta en su cama, amenaza a la trabajadora doméstica si le pide que salga de la casa; en resumen, para este joven junior, la mujer, la casa y la niña son sus propiedades.

Para ella, en cambio, él es el padre de la niña, un individuo a quien no desea negarle su paternidad, pero exige que respete su privacía, su espacio y sobre todo su libertad.

Minutos después llegó la madre de él, una señora de la sociedad de Cancun. Frente a mi humilló a la ex nuera. «No sé para qué lo provocas», «eres terrible, mira que te aguantó tanto», «pobrecito de mi hijo».

Por recomendación legal, la víctima guardó silencio, mientras en el pasillo de la subprocuraduría su ex suegra la violentaba una vez más, para defender a su hijo.

A la señora no le importó que el peritaje demostrara que, para que el joven, quien negó haber estado montado en su ex esposa en plena calle tratando de ahorcarla, tuviera el rostro totalmente rasguñado, debía haber tenido sus manos ocupadas de tal forma que no pudiese protegerse del ataque, que era defensa desesperada. Claro, las manos estaban en el cuello de ella. Él pesa 73 kilos, ella 45, la niña presenció el ataque.

También llegó a nosotras María X, de 23 años con un bebé de ocho meses en brazos. Ella es licenciada en Comunicación, clase media. Su esposo, en un arranque de enojo porque no quiere que ella trabaje, tomó el machete que el jardinero dejó sobre el pasto que cortaba, y le asestó tres machetazos en el brazo «sin querer lastimarla».

Luego María Y, de 27 años, con la nariz fracturada y tres costillas fisuradas, el objeto fue un bat de beisbol, la razón: llegó media hora tarde del trabajo y él, un ingeniero en Sistemas, sospechó que estaba con un hombre y la cena no estaba lista.

UNA VIEJA HISTORIA CON NUEVOS PERSONAJES

Estas escenas suceden diariamente, la mayoría de los hombres golpeadores denunciados no estaban drogados ni borrachos, ni son de las clases más bajas, ni mayores de 45 años. Son jóvenes con pocos años de casados, con mujeres que trabajan por necesidad y por aspiración, igual que ellos.

Algo sucede con nuestra sociedad, hay un doble discurso soterrado que sale a relucir por la voz de las jóvenes que se atreven a denunciar la violencia doméstica al principio de sus relaciones.

Las madres siguen educando machos, los padres siguen fortaleciendo el machismo de sus hijos con el ejemplo. La gente mojigata antepone la estabilidad de la «familia» al bienestar de las personas como individuas; mientras tanto, seguimos cultivando el germen de la violencia con juegos, Televisión, cine, música; o acallándolo con rezos de doble moral.

La violencia del hogar es la violencia social, es un ejercicio de poder. No importa si las madres defienden a sus hijos, para ellas esa es la única realidad posible, gracias al machismo imperante.

Lo trascendental es que la violencia es un delito y es tiempo de que los hombres, con madre protectora o sin ella, asuman su responsabilidad, y que la ley se encargue de que así sea. Está de moda marchar contra la guerra en Irak ¿cuándo marcharemos contra la guerra en el hogar?. La violencia no es natural ¿cómo entenderlo?.

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LC/MEL

       
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