Inicio Marisela no descansará hasta que encierren al asesino de su hija

Marisela no descansará hasta que encierren al asesino de su hija

Por Dora Villalobos, corresponsal

El semblante duro, adolorido, de Marisela Escobedo Ortiz únicamente cambiaba cuando atendía a su nieta. Sólo cuando hablaba con la pequeña de dos años su tono de voz se volvía cálido.

Su vida cambió desde hace cuatro años, cuando su hija Rubí Marisol Fraire Escobedo conoció y se enamoró de Sergio Rafael Barraza Bocanegra.

Marisela era enfermera y empresaria. Era jubilada del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y atendía una fábrica de muebles en Ciudad Juárez. Desde que se divorció, hace varios años, se esforzó para sacar adelante a sus cinco hijos: Alejandro, Juan Manuel, Yésica, Paul y Rubí.

Convencida que tendrían mejor vida en Estados Unidos, hace tiempo decidió llevarlos a vivir a El Paso, Texas. Durante años cruzó continuamente a Ciudad Juárez donde trabajaba en el IMSS.

Cuando sus hijos más grandes crecieron, optaron por viajar y probar suerte en otras ciudades de la Unión Americana. Marisela decidió vivir en Ciudad Juárez, donde ya estaba asentado Alejandro. Se llevó a su hija Rubí, de 14 años de edad quien estudiaba en un instituto de religiosas.

Rubí iba a ayudar a su mamá en la fábrica de muebles. Ahí trabajaba Sergio, un joven sin experiencia, contratado por Marisela porque le dijo que tenía una niña de cinco años.

No habían pasado ni dos meses cuando Rubí se fugó con Sergio. Marisela se llevó el susto de su vida cuando regresó de trabajar y no encontró a su hija en el departamento. Tampoco estaban sus cosas.

LA AUSENCIA

Ninguna vecina la vio salir. En la fábrica nadie dijo nada. Desesperada, reportó la desaparición de su hija a la policía. Los dos primeros días Sergio fue a trabajar como si nada. El tercero se ausentó.

Los empleados comentaron que Rubí podía estar con el muchacho. Hasta entonces revelaron que los últimos días se les veía como si fueran novios.

Buscó a Sergio en su casa. La atendió una joven que se identificó como su pareja. Inicialmente la mujer aseguró que no sabía de su paradero, pero ante la presión que ejerció Marisela, le dio una dirección.

Acudió a buscar a su hija en compañía de varios policías. La encontró en un cuarto sucio, sin servicios, mal comida. Sergio huyó por una barda trasera cuando se dio cuenta de que la señora iba acompañada de la autoridad.

Rubí lloró cuando vio a su mamá, prometió olvidar a Sergio y empezaron los preparativos para celebrar sus 15 años. A los tres meses, Sergio localizó nuevamente a Rubí y la convenció de regresar con él.

Esta vez fue más difícil encontrarla. La localizó vendiendo discos pirata. Se acercó con cautela, le dijo que sólo quería hablar con ella. Rubí vio a Sergio y bastó una mueca de él para que la muchacha corriera, los dos escaparon.

Localizada por su hermana Yésica, Rubí le dijo que amaba a Sergio y no le importaba la pobreza en que vivían, que seguiría con él aún en contra de su mamá.

Meses después, a los 15 años de edad, Rubí ya embarazada, empezó a frecuentar la casa de su mamá, quien se dio cuenta de que no tenían ni para comer. Se hizo cargo de los gastos de la clínica cuando nació su nieta. Incluso volvió a emplear al muchacho en la fábrica.

EL ASESINATO

Marisela les prestó un departamento en el fraccionamiento Cuernavaca, ahí Rubí fortaleció su amistad con sus vecinas Ruth Denisse y Diana Berenice.

Su hermano Alejandro, fue quien más cerca estuvo de Rubí los últimos meses. Todos los días iba por ella para que le ayudara a cuidar a su hijo más chico. La joven permanecía todo el día en casa de su hermano y por la tarde regresaba a su departamento.

A finales de agosto de 2008 Rubí abandonó a Sergio. Se fue a vivir con sus vecinas. Ni Alejando ni su madre sabían nada.

El 29 de agosto que Alejandro fue por Rubí no la encontró. Fue el último día que la vieron sus amigas Ruth Denisse y Diana Berenice, quienes declararon que Rubí les dijo que iría al departamento por algunas cosas. No la volvieron a ver. Pasaron días y meses. Rubí no se reportó.

Marisela acudió a la casa de la mamá de Sergio, donde le dijeron que Rubí los había abandonado. Encontró a su nieta sucia y muy delgada. Dejó dinero para que le compraran leche y pañales. Sabía que Rubí no abandonaría nunca a su hija.

Desesperada, reportó la desaparición de Rubí y a mediados de enero de 2009, Sergio ya se había llevado a la niña. Marisela acudió entonces a los medios de comunicación, hizo volantes con la foto de su hija y los repartió en toda la ciudad. Ofreció gratificación a quien proporcionara información.

LA CONFRONTACIÓN

Ahí empezó la confrontación con la mamá de Sergio porque la mujer arrancaba los volantes en los postes de su colonia. Marisela recibió la llamada clave el 30 de enero. Le habló un joven. Le dijo que quería confesarle algo muy «gacho». Se vieron. Estaba muy nervioso, hasta temblaba. Ella lo tranquilizó, prometió protegerlo.

Relató que ante varios jóvenes, Sergio confesó que había matado a Rubí, que le disparó con una pistola porque la encontró con otro hombre. También les dijo que quemó el cadáver y lo tiró en «las marraneras», un basurero donde tiran pedacería de animales muertos. Los amenazó con «quebrarlos» si decían algo.

A principios de febrero unas 120 personas hicieron un rastreo en la zona de «las marraneras», pero no encontraron nada.

Marisela buscó y localizó en Aguascalientes al amigo de Sergio, Jesús Obed Tavárez, quien confesó que Sergio ya estaba en Zacatecas, que había estado en su casa con Verónica, la pareja que tenía cuando conoció a Rubí y llevaban a la niña.

RECUPERA A SU NIETA

Pasaron cuatro meses. Agentes del Ministerio Público ubicaron a Sergio con un familiar en Zacatecas. Viajaron a esa entidad. Para entonces, un juez le había entregado a Marisela la custodia de su nieta y Sergio era buscado por retención de menores.

El 16 de junio de 2009 Marisela recuperó a su nieta y logró que detuvieran a Sergio, quien al creer que era acusado del asesinato de Rubí, confesó el crimen e incluso informó dónde quemó y tiró el cuerpo de la joven.

Lamentablemente, la confesión no tuvo validez porque cuando la hizo no estuvo presente un defensor y el Ministerio Público sólo pudo presentarla como entrevista.

Con la declaración de Sergio, Marisela localizó el cuerpo de su hija, efectivamente en el lugar conocido como «las marraneras». Con ello, el Ministerio Público integró la investigación y promovió el proceso judicial contra Sergio Rafael Barraza Bocanegra por el asesinato de Rubí Marisol Fraire Escobedo.

LA LIBERTAD DEL ASESINO

Al final de la audiencia de juicio oral y desahogo de pruebas Sergio le pidió perdón a Marisela. Aunque no lo dijo expresamente, se entendió que por asesinar a Rubí.

No obstante, el fallo que emitió el Tribunal el 30 de abril de este año fue de absolver por unanimidad a Sergio de homicidio agravado, delito que le fincó el Ministerio Público y se otorgó su libertad.

Marisela emprendió entonces una protesta constante para exigir la modificar el fallo del Tribunal de Juicio Oral.

La audiencia de casación se realizó el 20 de mayo sin la presencia del inculpado. Los magistrados decidieron que el hecho que Sergio le pidiera perdón a la madre de Rubí en la audiencia de juicio oral tiene valor y lo autoincriminan en el homicidio.

La audiencia de individualización de la pena se realizó el 28 de mayo. Los jueces impusieron al sentenciado 50 años de prisión y lo condenaron a pagar una indemnización de 38 mil 390 pesos para su hija de dos años.

Pero Sergio continúa libre. La Procuraduría de Justicia del Estado ofreció una recompensa de 100 mil pesos para quien proporcionara información que llevara a su captura.

LA NUEVA CRUZADA

Marisela empezó otra cruzada para dar con el paradero del fugitivo y realizó una campaña informativa en varios estados del país.

Estuvo en la Ciudad de México varias veces. Habló con quien la quiso escuchar. Hizo múltiples manifestaciones.

Tenía siete meses en protesta permanente. Encabezaba marchas, colgaba sus mantas en eventos gubernamentales, hacía plantones, se reunía con integrantes de organizaciones de la sociedad civil, hablaba con periodistas. No paraba.

Su plegaria siempre era la misma: «Que la autoridad localice y encierre al asesino de mi hija».

EL CRIMEN DE MARISELA

Repitió hasta el cansancio que no descansaría hasta dar con el paradero de Sergio Rafael Barraza Bocanegra.

Pero no pudo cumplir su cometido. Una bala frustró su lucha este jueves 16 de diciembre de 2010.

Eran las 20:13 horas. Marisela se encontraba en la Plaza Hidalgo, en la capital del estado, frente a Palacio de Gobierno, con su hermana. Tenían ocho días en plantón permanente, exigiendo a la autoridad estatal justicia para Rubí Marisol.

Por enésima vez, la señora protestaba frente a Palacio de Gobierno. Por enésima vez exigía que detuvieran al asesino de su hija.

Llegaron tres hombres hasta la Cruz de Clavos, donde estaban en plantón. Marisela se dio cuenta que iban a matarla. Corrió a refugiarse al Palacio de Gobierno. Cruzó la calle Aldama. La enorme puerta de Palacio estaba cerrada. La cierran a las 20:00 horas.

Uno de los hombres corrió tras ella. La alcanzó a unos pasos de la puerta. Le disparó en la cabeza y huyó junto con los otros dos cómplices. Los esperaba un vehículo.

No se sabe dónde estaban los agentes que destinó la Fiscalía General del Estado para la protección de la señora. Lo único cierto es que no estaban con ella. Falleció minutos después en un hospital de la ciudad.

Chihuahua se estremeció. En cuestión de minutos cientos de policías de todos los niveles rodearon Palacio de Gobierno, pero no detuvieron a los asesinos.

Hay un video que ya recorrió el mundo donde se ve el crimen. La Fiscalía hizo un retrato hablado del asesino. Pero no hay detenidos.

Organizaciones de la sociedad civil se reunieron este viernes en la Plaza Hidalgo. Agregaron el nombre de Marisela a la Cruz de Clavos. Pusieron veladoras en el lugar del crimen. Todo entre llanto, tristeza y discursos de indignación.

Los hijos de Marisela vinieron a la capital del estado por el cuerpo de su madre. No quisieron ninguna ceremonia. En cuanto la funeraria entregó el cadáver, lo trasladaron a Ciudad Juárez. Allá fueron los funerales.

Estoy segura que Marisela no descansará en paz hasta que la autoridad encierre al asesino de su hija Rubí Marisol y a los hombres que la mataron a ella.

10/DV/LR

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