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Más Crónicas de la vida cotidiana en el Oriente que viene

Por Roger Maldonado

El enjambre social en China es parecido al de México. La familia es su pilar de apoyo y en su organización son las y los jóvenes quienes tienen el control. Los chinos aman a la niñez y respetan la vejez: los niños, por lo general y debido a la política de «un solo hijo», reciben toda la atención en el hogar para su educación. Más tarde es la sociedad en su conjunto quien continua esa educación en un sentido más formal. La familia china es conservadora, en un sentido, digamos «confucionista» en su arreglo y jerarquía. Los viejos, abuelas y abuelos, tienen una función especial en el cuidado de sus nietos, mientras el padre y la madre trabajan.

China, siendo un país tan antiguo, es joven en sus ideas y su energía creativa es inmensa. Para cada proyecto hay mil manos y para cada nueva obra cien mil. Sin embargo, veo que no existe una memoria histórica en el siglo XXI; Mao Zedong es solo una figura que aparece en los billetes; se recuerda más a Den Xiaoping, olvidándose fácilmente que durante su liderazgo sucedió el movimiento por la democracia en 1989. La vida comienza cada mañana: aún la gente se saluda con un «¿Has comido hoy? ¿ Ni chi le ma?», pero se le tiene confianza al gobierno, aunque todos dicen que hay mucha corrupción.

Para saber algo más sobre la situación de las mujeres en China, al menos en esta provincia, donde está Zhuhai, me entrevisté con una periodista de un diario local.

Desde el principio me di cuenta de que veíamos esa situación desde dos puntos de vista diferentes. Como mexicano, he visto el lento avance en el reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres, en una sociedad que acuñó el término «machista». Pero mi entrevistada desde el principio me hizo ver que eso no sucede en China.Sus problemas son diferentes; aunque hay puntos de convergencia, por ejemplo, en la violencia domestica.

Me dijo que desde el día cuando Mao declaro que China se «había levantado» en 1949, la situación de las mujeres cambió radicalmente. Pasó de ser una sociedad que no tomaba en cuenta ni la opinión, ni la presencia social, ni el derecho a decidir acerca de su cuerpo, (es más, de una sociedad confucionista que discriminaba a las mujeres), hasta llegar a lo que es hoy, la sociedad en la nueva China, en donde las mujeres sienten que ocupan una posición de igualdad con los varones.

Sin embargo, no quiso discutir la situación de las mujeres en el poder. Cuando le dije que en la última Convención del Partido Comunista había menos cuadros femeninos que masculinos, ella lo atribuyó a la distribución del trabajo.

Cuando le pregunté acerca de la IV Conferencia Mundial de las Mujeres, que se llevo a cabo en Pekín y cómo había afectado a China, me contestó con un «rollo» comunal: que China apoya a los movimientos sociales, pero que en su país, las mujeres ganan los mismos salarios que los hombres y si en parte se favorece el contratar más a los hombres es debido a la situación familiar porque China conservaba su propia cultura. Y que esta cultura no era afectada por la descomposición de las culturas occidentales.

Le comenté que en Occidente las mujeres y los hombres también, sienten un mayor afecto por las mujeres chinas, por considerarlas discriminadas frente a los hombres. Me contestó que hay en el mundo una manera muy limitada en comprender lo que sucede en China.

Dijo que si bien, las familias aun prefieren tener al varón que a la niña esto no quiere decir que las niñas serán abortadas para buscar al varón y que si bien se dan casos, muy publicitados, de abandono o venta de niñas para adopción, es debido a la pobreza extrema de los lugares rurales que forza a las familias a buscar una mejor forma de vida. Y yo, que había repetido inconcientemente esta situación, casi me sentí como una de las «poquianchis».

No hay legislación acerca del aborto. Pero se regula en la Ley de Matrimonios, en donde se implica que si por causas personales o de salud, la mujer decide terminar con su embarazo, con asistencia medica puede hacerlo con todas las facilidades médicas disponibles.

De los grupos feministas, a los que estamos acostumbrados en México en donde las mujeres luchan por sus derechos, hay pocos en China; excepto los grupos gubernamentales que apoyan a las mujeres que viven situaciones de violencia. En cierta forma, las chinas tienen confianza en que el gobierno actué en su protección, sin disculpar actitudes ilícitas por parte de los hombres.

Hay muchos casos de violencia doméstica, muchos son discutidos públicamente, en la televisión y en los grupos de trabajo en las fabricas y compañías. El grupo oficial de la Unión de Mujeres — Fu Lian–, trabaja en toda China aunque aparentemente con pocos resultados debido a la burocracia.

Tampoco existen muchos casos de embarazos de adolescentes debido a los controles sociales en la cultura China; aunque ahora con el éxito total en el comercio, llegan también algunos problemas occidentales, que ya han empezado a hacer, valga la redundancia, una revolución sexual entre la juventud, sobre todo en las grandes ciudades.

En la próxima entrega, escribiré sobre la nueva generación de los hijos únicos de China, sus costumbres, su descubrimiento de los colgajos y los tatuajes y su afán de llegar a ser los futuros controladores del mundo.

2004/RM/MR

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