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Maternidad ¿sin culpa?

Por Alejandra Buggs Lomelí*

"Estoy exhausta, mis hijas (os) me desesperan, me cansan. Me es difícil responder a todas sus necesidades y pierdo rápidamente la paciencia. Me molestan mucho cuando gritan, cuando pelean, cuando lloran, cuando me demandan. Muchas veces estoy esperando que ya se duerman para poder descansar. Me siento culpable y mala madre por sentirme así".

Estas expresiones en voz baja o en voz alta reflejan los sentimientos de culpa y abatimiento que frecuentemente viven las mujeres que son madres.

A propósito de la celebración del Día de las Madres, y gracias a la invitación por parte de la doctora Martha Tronco (1) para participar en el panel del programa "Diálogos" de Canal Once, con el tema "La maternidad y la culpa", he decidido escribir al respecto con la idea de invitarles a reflexionar sobre lo que implica emocionalmente para las mujeres ser madres.

Es una realidad que son muchos los aspectos de la vida emocional femenina que salen a la luz con la llegada de las hijas y los hijos.

Durante el embarazo existe una evidente revolución hormonal, además de los factores ambientales y sociales que no son ajenos a esta revolución. También hay en la sociedad una tendencia a proteger muy poco o nada a las mujeres que ya son mamás o a las que están por convertirse en madres, ya sea de manera biológica o porque adopten a un o una bebé.

El conflicto frecuente de ser mamás está cargado de ambivalencias entre roles y exigencias contradictorias y lo poco valorada que es su vida emocional, maternal y femenina, y la excesiva valoración de lo racional, masculino y productivo, lo que hace que muchas mujeres no disfruten de su maternidad y se vivan "despojadas" de sus espacios y proyectos, en aras de convertirse en madres.

Porque al ser mamás, el tiempo para sí mismas ya no es el mismo o ya no existe, la jornada de trabajo dentro de casa se duplica o triplica, y si además trabaja fuera de casa el miedo a perder su fuente de ingresos es algo latente sumado a la culpa hacia las y los hijas (os), quienes exigen atención emocional todo el tiempo, atención que literalmente no pueden ofrecer al 100 por ciento, pretendiendo ser "súper mamás" o "súper mujeres", y generando una gran carga de angustia y frustración.

Estos esfuerzos por cumplir con la exigencia social y sobre todo con la autoexigencia de ser "la gran súper mamá", cobran su forma emocional como dice la doctora María Asunción González de Chávez, profesora en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, "en profundos conflictos intrasíquicos que se traducen en dificultades para relacionarse con las y los demás, estrés, sentimientos de desconcierto, somatizaciones y la dificultad para sentirse satisfechas y plenas como mujeres en sus diferentes contextos".

Las necesidades y deseos de las mujeres que son (me atrevería a decir que todas) "súper mamás" se invisibilizan de tal manera que terminan afectando su estado psíquico, porque el ideal social aprendido es ser "súper mamás", y lamentablemente se traduce en un desdibujamiento del ser mujer.

Creer que para ser madres y cumplir con el ideal de mamás perfectas es necesario que las mujeres respondan a todas las demandas y exigencias de sus hijas (os), no enojarse con ellas (os), recibirles con una sonrisa y estar siempre disponibles aún después de una exhaustiva jornada de trabajo fuera de casa, es una gran falacia, y más aún es algo imposible de llevar a cabo.

No comprender que es algo difícil de cumplir es lo que hace que las mujeres que son madres se llenen de sentimientos de angustia y profunda culpa.

Me parece que para disminuir, no así para erradicar (porque no es tarea fácil por la gran carga social, histórica y emocional), el sentimiento de culpa en las mujeres que son mamás, podría empezarse por aceptar que antes que mamás son humanas y por tanto no son perfectas, que en ocasiones les rebasa la vida y se les acaba la paciencia, que se enojan, que se cansan, que se desesperan, que tienen miedo, que a veces las (os) aman y a veces las (os) alucinan, que les regañan, castigan y apapachan, y que les piden perdón cuando consideran que se han equivocado.

Que al ser mamás realistas y honestas asumen que no pueden ni deben cumplir con el ideal social de "súper mamás", y se responsabilizan de sus limitaciones y alcances, aprendiendo de la experiencia, construyéndose como mamás en el día a día.

Convertirse en madre no tiene porque aniquilar a la mujer con necesidades, deseos y con una importante historia de vida, por el contrario, tendría que ser una parte más de todo lo importante que conforma el ser mujer de algunas.

(1) Directora de la Unidad Politécnica para la Gestión de la Perspectiva de Género del IPN.

www.saludmentalygenero.com.mx

*Directora del Centro de Salud Mental y Género, psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial y especialista en Estudios de Género.

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