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Mexicanas incrementan cifras de indocumentados en EU

Por Rafael Maya

Los ojos negros de Laura, guanajuatense de 24 años, se clavan en el desierto de Arizona que arde a más de 40 grados centígrados, y que luce más árido, seco y amarillo que otras ocasiones. «La migra» la detuvo y la lleva de regreso a la frontera con Sonora. Ella es una de las centenares de mujeres –en su mayoría jóvenes y solteras, con mayor grado educativo que los hombres, y sin experiencia migratoria– que a diario intentan llegar a la tierra del dólar y «la esperanza».

Entre el periodo 1993-2000, se incrementó a más del doble el número de mujeres que buscaban cruzar la frontera en busca de empleo al pasar de 3 a 6.6%.

La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica de 1997 indica que de los 2.2 millones de personas que en ese año vivían en México y que al menos alguna vez fueron a trabajar a Estados Unidos, 86% son hombres y 14%, mujeres. En términos absolutos se registró un aumento de la migración femenina, al pasar de 88 mil mujeres en 1987-1992 a 115 mil en 1992-1997.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Población (Conapo), el flujo migratorio neto anual en México se multiplicó en más de 10 veces en los últimos 30 años: de 1.20 a 1.55 millones de personas entre 1970 y 1980; de 2.10 a 2.60 millones entre 1981 y 1990; y más de tres millones en la década pasada.

LOS MOTIVOS DE LAS MIGRANTES

La Coordinación Estatal de Atención al Migrante Oaxaqueño (CEAMO) reporta que la incorporación de las mexicanas a los flujos migratorios es por las siguientes causas:

Los mercados laborales otorgan empleos a las mujeres al requerir su mano de obra; se agrega un salario más a la economía del hogar y contribuye a aminorar la desintegración familiar.

La investigadora de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y especialista en identidad de la mujer migrante en Estados Unidos, Patricia Casasa, explica: «el motivo fundamental es económico, ya que en México se agravan el desempleo y la pobreza, por lo que la mujer opta por Estados Unidos para obtener mejores ingresos, aunque las condiciones laborales sean deplorables».

Con más de 25 años de experiencia de investigadora, la también antropóloga observa que además las mujeres migran con la ilusión de reunirse con su pareja, sus hermanos u otros familiares y que, por lo general, viajan solas.

ORIGEN Y DESTINO

El Conapo informa que del total de la población femenina migrante hacia Estados Unidos entre 1998 y 2000, el 49% proviene de la región norte (las dos Baja Californias, Chihuahua, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas); 38% del Bajío, zona tradicional de migración (Aguascalientes, Guanajuato, Michoacán, San Luis Potosí, Zacatecas); y sólo 13% del centro y sur-sureste (DF, Hidalgo, México, Guerrero, Oaxaca, entre otros).

En los últimos años, Veracruz pasó a formar parte de los estados con mayor índice de población migrante hacia Estados Unidos, en específico hacia Texas. La entidad costera también se convirtió en una de las más pobres del país, a decir de Patricia Casasa.

Las entidades estadounidenses en las que se concentra la población migrante femenina son principalmente: California, 36%, Texas, 35%, el 11% se concentra en los estados fronterizos con México, mientras que el 20% se interna al centro y norte de EU.

EL SINUOSO CAMINO

Juan N., trabajador indocumentado en un restaurante en Los Angeles, tuvo que regresar a su natal Oaxaca luego de que sus familiares le dijeron por teléfono la trágica noticia: su esposa se ahogó al intentar cruzar el río Bravo en la frontera entre Tamaulipas y Texas.

Y es que la población femenina es más vulnerable al emigrar: es víctima de maltratos físicos, verbales y violaciones por parte de la patrulla fronteriza; es más susceptible a las condiciones climáticas extremas; y cuatro de cada cinco mujeres que busca «llegar al otro lado» carecen de experiencia migratoria, por lo que corren mayor riesgo de ser detenidas por las autoridades.

El CEAMO reportó el año pasado el traslado de 139 cadáveres (16 mujeres y 123 hombres) de migrantes oaxaqueños que pretendieron llegar al vecino país del norte y murieron en el intento, así como de mexicanos que vivían en Estados Unidos, aunque la institución no especifica si eran indocumentados o residentes legales.

Entre las principales causas de mortalidad en mujeres migrantes, el CEAMO señaló tres: accidental, que prevé accidentes automovilístico; asfixia por sumersión (ahogadas al cruzar el río); natural, que abarca desde deshidratación (en el desierto), cáncer, insuficiencia cardíaca, infecciones, y violenta, que incluye «desde el ahorcamiento hasta el homicidio».

«Las mujeres deportadas representan una de las poblaciones más vulnerables en la migración no autorizada a Estados Unidos. En su mayoría se trata de mujeres jóvenes y solteras, con mayor grado educativo que los varones, que provienen de las regiones tradicional y norte de la migración; no cuentan con experiencia migratoria previa, viajan acompañadas de familiares o amigos y el propósito de la migración es laboral», resume el Conapo.

Por su parte, la especialista del Departamento de Estudios Socio-Urbanos de la Universidad de Guadalajara, Ofelia Woo Morales, advierte que si bien se ha registrado que las mujeres emigran hacia Estados Unidos de manera indocumentada, cruzando ríos o desiertos, «por lo general las mujeres cruzan con documentos apócrifos o visas de turistas».

EL TRABAJO Y LAS REMESAS

Las principales ocupaciones de las mujeres mexicanas en Estados Unidos se ubican en fábricas o talleres, casas particulares (servicio doméstico), intendencia, restaurantes y pequeños comercios.

La mayoría de los trabajos son semicalificados o sin calificación alguna, no cuentan con prestaciones y beneficios laborales. Cuando las mujeres están embarazadas muchas de ellas trabajan aún en el último mes, y se reintegran a él 15 días después de haber parido.

La Encuesta Continua de Población de Estados Unidos de 1999 estimó en alrededor de 3.6 millones el número de mujeres mexicanas que viven en ese país (sólo el 25% tiene la ciudadanía estadounidense). De ese total, la Población Económicamente Activa (PEA) femenina es de 46%.

El 94% de las trabajadoras es asalariada y su sueldo promedio mensual asciende a mil 100 dólares, 520 menos que los hombres, pues ellos ganan un promedio mensual de mil 620 dólares.

Una evidencia que demuestra que las pautas de migración femenina se alejan del patrón tradicional y se acercan al masculino, se refleja en que a pesar de que 56% de las trabajadoras migrantes en EU son solteras y 60% no es jefa de hogar, 42% envió dinero a sus familiares en México; mientras que en el caso de los varones dicha proporción es de 60%, considerando que 69% está unido y 74% es jefe de hogar.

El Conapo registra que hasta noviembre del año pasado nuestro país recibió más de 45 mil millones de dólares por concepto de remesas durante la última década. Tan sólo en el año 2000 ingresaron más de 6 mil millones de dólares, lo que equivale a 17 millones diarios.

Entre 1992 y 2000, el número de hogares receptores de remesas se duplicó, pasando de cerca de 600 mil a 1.25 millones, el cual representa el 5% del total nacional.

LA RESPONSABILIDAD DEL GOBIERNO MEXICANO

La reciente reunión entre el canciller Jorge G. Castañeda y el secretario de Estado estadounidense, Colín Powell, demostró el ánimo de ambos gobiernos por reanudar las conversaciones sobre el tema migratorio, suspendidas tras los atentados del pasado 11 de septiembre en Nueva York y Washington.

Esas negociaciones mejorarían las condiciones sociales, laborales y de seguridad de los cerca de 3.5 millones de migrantes mexicanos indocumentados que viven en Estados Unidos.

No obstante, como apunta la investigadora Patricia Casasa, «hay que ir a la raíz del problema. Mientras la realidad económica y social de México continúe pauperizando a la población, la migración al norte no se detendrá, en especial la de las mujeres». «Hasta el momento el gobierno federal no demuestra voluntad política para resolver esta problemática. El futuro no es muy promisorio», enfatiza.

En tanto los poderosos de ambos lados de la frontera se deciden a enfrentar ese fenómeno, María, una michoacana de 28 años, limpia las alfombras de un lujoso edificio de oficinas en Houston, con una inquietud que le oprime el corazón: «¿Cuándo regresaré a mi tierra?».

       
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