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México a debate. Una propuesta ciudadana

Por Clara Jusidman*

Una inquietud está en la mente de muchas mexicanas y mexicanos: el país se nos está escapando de las manos, los territorios ocupados por la violencia criminal van en aumento y quisiéramos poder hacer algo para cambiar las cosas.

El problema es que no sabemos qué hacer, cómo contribuir a darle un giro a la situación. En cierto modo, estamos esperando a que alguien venga y nos diga qué hacer o peor aún, que alguien venga y lo haga, que asuma el liderazgo y aplique una receta mágica que nos permita salir del hoyo en el que nos encontramos.

En ésta última se fundamenta la expectativa de muchos de que si el PRI regresa al poder, las cosas van a cambiar y volveremos a un añorado pasado que en realidad fue el que precisamente creó las condiciones para que llegáramos a la situación en la que nos encontramos actualmente.

Setenta años de un solo partido en el poder generan estructuras distorsionadas como es el Sindicato Nacional de Maestros; grupos de poder económico que continúan acumulando enormes riquezas como son las empresas monopólicas como Telmex y Televisa, o grupos de poder político que siempre están agazapados para dar un salto ante cualquier oportunidad, como es el Grupo Atlacomulco.

Los cárteles de la droga se desarrollaron desde hace varias décadas al amparo de gobiernos corruptos y cómplices.

Lamentablemente, el cambio del partido en el gobierno del año 2000 mantuvo inalteradas esas estructuras distorsionadas y poderosas y además ha contribuido a un debilitamiento de las instituciones del Estado, generando grandes vacíos.

En un esfuerzo por construir un Acuerdo Nacional en donde las personas estén en el centro de las decisiones económicas, políticas y sociales y que permita tener una clara visión de futuro, un grupo de ciudadanos y organizaciones presentaron en días pasados en el Museo Franz Mayer, un texto básico denominado México a debate.

Resultado de una consulta nacional de cerca de dos años y con el apoyo de más de 100 mil ciudadanos, los promotores de la iniciativa proponen a las fuerzas políticas y a toda la ciudadanía debatir, dialogar, construir consensos y asumir responsabilidades en cinco campos:

En lo social, el abatimiento estructural y significativo de los niveles de pobreza y desigualdad, y una educación de calidad.

En lo económico, un crecimiento sostenido y de largo plazo con generación de empleos e ingresos dignos.

En lo político, una democracia que permita la construcción de acuerdos y coloque a las personas en el centro del proyecto nacional.

En lo cultural, un Estado de Derecho que permita combatir la violencia, la corrupción y la impunidad.

En lo internacional, una nación soberana con una visión clara y estratégica del papel que el país debe desempeñar en el mundo.

Como suele ocurrir muchos dirán «¿y dónde están los Derechos Humanos?». «¿Dónde está el tema de la discriminación y la exclusión o las consideraciones respecto de los pueblos indígenas y de las mujeres?». Otros preguntarán «¿y dónde se proponen la reforma energética o la reforma laboral?».

Algunos más pensarán «se trata de hacerle el caldo gordo a algún candidato» o de «promover una nueva carta ciudadana a Santa Claus que está sentado en Los Pinos, en alguna curul del Congreso o en una elegante oficina del Poder Judicial».

Por la pluralidad del grupo promotor del que formo parte y por la auténtica preocupación sobre el proyecto de país que comparte ese grupo, donde participan, entre otros, Genaro Góngora Pimentel, Armando Paredes Arroyo, Emilio Álvarez Icaza, María Elena Morera, Isabel Miranda de Walace, Alberto Núñez Esteva, Patricia Mercado, me parece que habría que darle una oportunidad a la iniciativa no sólo adhiriéndose a ella, sino aportando propuestas de cómo podemos avanzar en esos cinco campos, cómo podemos colaborar, organizarnos y qué podemos hacer cada uno de nosotros dentro de nuestros espacios de actuación y responsabilidad.

Desde cosas tan sencillas como saludar a los policías, al personal de limpieza o a nuestros vecinos; pagar puntualmente nuestros impuestos y no contratar expertos para evadirlos; no dar mordidas, participar en actividades y en apoyo a las escuelas de nuestros hijos; organizarnos para exigir información, transparencia y rendición de cuentas a los gobiernos de todos los niveles; escuchar y dialogar con las niñas y niños y con la juventud acreditándoles su calidad de personas dignas y con derechos.

En general, participar, aprender a dialogar y a escuchar a otros y a resolver conflictos de manera pacífica. Asumir nuestras responsabilidades como ciudadanos.

Tal vez podemos construir colectivamente un código o varios códigos de conducta ciudadana y comenzar a desarrollar una cultura de la legalidad y de respeto.

Otra posibilidad es ponernos de acuerdo con nuestras familias o con nuestros compañeros de clase o de trabajo, o con nuestros vecinos para comprometernos a realizar todos una actividad al mes como sería platicar cada semana con algún adulto mayor, con un joven o con un niño.

También saludar a las personas que recogen la basura; contar hasta diez antes de responder agresiva o violentamente a una provocación; colocar focos para alumbrar nuestras entradas y los pasillos comunes y respetarlos. Al final del mes podríamos reunirnos y compartir que ocurrió y qué aprendimos.

Los grandes cambios tienen su origen en transformaciones de tipo cultural. Tomemos el control de esos cambios culturales.

Como dicen: «el buen juez por su casa empieza», y si queremos construir un mejor país para nuestras hijas e hijos debemos hacerlo desde los cimientos.

*Analista del cambio social y presidenta de INCIDE Social A.C.

11/CJ/RMB/LGL

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