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Migrar para vivir libres de violencia

Por Aline Espinosa Gutierrez
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A casi un mes de haber iniciado su recorrido, atravesado más de 400 kilómetros a pie y a pesar de los riesgos futuros, las mujeres hondureñas, nicaragüenses y salvadoreñas que integran el éxodo migrante aseguraron que continuarán hasta llegar a Estados Unidos, pues es su única opción de garantizar una vida libre de violencia a sus hijas que las acompañan en el viaje.                                                                   

Entrevistadas por Cimacnoticias en el albergue habilitado en el estadio del deportivo de la Magdalena Mixhuca, explicaron que el grado de violencia en sus países es tan alto que ni en sus casas están seguras. Contaron que las casas son allanadas por hombres del crimen organizado conocidos como “mareros”, quienes las obligan a darles dinero, de comer o tener relaciones sexuales; en suma dijeron, les cobran un “impuesto de guerra” cada mes o cada semana según el tipo de negocio que manejen o el tipo de trabajo que realicen.

De negarse, comentaron, los grupos delictivos han exhibido en las calles cuerpos de mujeres torturadas como un ejemplo de lo que les puede suceder. Lamentablemente, agregaron, estos actos nunca han sido sancionados o investigados por la policía, por lo que ellas creen que existe una colusión entre el gobierno y el crimen organizado que deja impunes los asesinatos de mujeres.

Así lo constató, Lucía Vigil, hondureña de 30 años de edad quien es madre soltera de una niña de 3 años. Ella cuenta que tuvo que durante 9 meses tuvo que acceder a los “chantajes” de estos grupos que la dejaban sin dinero para pagar su renta o comprar comida.

“Uno por el miedo tenía que hacerlo.  A veces quería comprar un refresco en mi trabajo, pero me abstenía, tenía que juntar la cuota: 1, 200 lempiras (mil pesos mexicanos)”.

Con ella coincide Laura, también de nacionalidad hondureña. Ella tiene 58 años y es madres de cuatro hijas adolescentes. Viste una playera que tiene impresa la fotografía de una de sus hijas con la leyenda “todos los desaparecidos son nuestros”. Cuenta que la razón por la que se unió al éxodo junto con sus 3 hijas es porque no quiere exponerlas a la violencia de género en aquél país gobernado desde hace más de un lustro por Juan Orlando Hernández y donde le fue arrebatada una de sus hijas.

Durante 2 años ha buscado a su hija sin ayuda de las autoridades hondureñas. Al no encontrar ningún rastro de ella, varios vecinos le aseguran  que “de seguro a su hija la habían agarrado para trata de personas como a otras muchachas, que mejor se olvidara”.

Como otras mujeres, uno de sus sueños al cruzar la frontera de Estados Unidos es tener un trabajo con “un buen sueldo” y una casa, pero para ella el que sus 3 hijas puedan caminar por las calles libres ya es una ganancia.

Otra de las grandes dificultades a las que se enfrentan estas mujeres es la discriminación y desigualdad en el trabajo en sus respectivos países. A diferencia de los hombres ellas sólo pueden laborar en las fábricas, en la agricultura o como trabajadoras del hogar, en donde sus contratos duran 2 meses, no tienen seguro médico y les pagan alrededor de mil lempiras (mil 600 pesos mexicanos) por semana, lo que no les alcanza para costear la educación de sus hijos, gastos médicos, y todos los servicios básicos de su hogar.

Guadalupe es originaria de El Salvador, tiene 39 años de edad y María Antonia tiene 50, es nicaragüense. Ambas llevan más de 4 años sin trabajo, sin seguro y se encuentran a 2 meses de finalizar la gestación de sus embarazos.

Las dos decidieron unirse al éxodo con sus maridos y sus 3 hijos que aún no pasan de los 10 años. Todos, con la ilusión de encontrar nuevas oportunidades laborales que les permitan darles una mejor educación a sus hijas e hijos, salud, un hogar, alimentación, y seguridad.

Pese a ser de distintos países coinciden en varias cosas: los gobiernos de sus países-Nicaragua bajo el mandato de Daniel Ortega y El Salvador cuyo presidente es Salvador Sánchez Cerén- no abastecen los hospitales con medicinas, no han esclarecido los asesinatos de menores estudiantes dentro de sus aulas, se han dedicado a incrementar los precios del agua, gasolina, alimentos y han gastado en la compra de armas para la policía y los militares.

“Un señor me dijo: ‘ustedes tienen la valentía que a muchos hombres les hace falta’”, dijo Amalia, una joven nicaragüense de 23 años. Hace 2 años egresó de la carrera de informática, mismo tiempo que lleva sin encontrar trabajo, situación que se complica porque es mujer y las mujeres “en ese campo no existen”, dice convencida.

Todas ellas no pensaron dos veces en unirse al éxodo. La necesidad de tener una opción diferente a la que vivían en sus contextos las hizo salir la noche del 13 de octubre solamente con algunas prendas y comidas para iniciar el viaje que hasta ahora las ha hecho recorrer más de 3 estados de la República Mexicana entre “aventones” y caminatas bajo altas temperaturas, a veces sin agua, sin comida o sin zapatos.

En algunas de las carpas instaladas para su refugio durante su paso por la Ciudad de México, las mujeres se reunían para contar sus historias, algunas optaron por pasar el día acostadas para descansar y cuidar sus pies, otras eligieron asearse e ir a visitar la Basílica de Guadalupe, otras informarse sobre cómo pedir asilo en las carpas de las organismos de Derechos Humanos (DH) o participar junto a sus hijas e hijos en los espacios de juegos instalados por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

“NO SÓLO SOMOS NÚMEROS, SOMOS VIDAS”

Para las diez de la noche, el éxodo de personas migrantes realizó una asamblea para definir las rutas y el día de partida hacia su próximo destino, sin embargo primero demandaron que integrantes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y Enrique Peña Nieto vayan al estadio a conversar con ellos, conozcan sus historias y hagan consciencia de que “no sólo son números, sino vidas que huyen de la violencia, de la pobreza y de la precariedad”, dijeron.

Agregaron que éstos deben asegurarles sus DH como personas y migrantes así como cumplir con los tratados internacionales en materia de migración, por lo que exigieron a la ONU desempeñar un papel más incisivo en los gobiernos de El Salvador y Honduras, para que dé soluciones a los asesinatos, violencia, corrupción y demás problemas que ocurren dentro de éstos.

Informaron que este día llevarán a cabo una marcha por la tarde, hacia el recinto de la ONU en la Ciudad de México, y que portarán cartulinas, banderas y megáfonos para gritar sus consignas.

También buscarán tener una reunión con la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos local, Nashieli Ramírez y el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, con el fin de que les aseguren un trayecto en buenas condiciones y un trabajo estable para las personas que han decidido residir en otros estados del país.

Denunciaron que  a 4 días de haber llegado al estadio, el gobierno mexicano no ha instalado un lugar donde se proporcione información de las personas migrantes que están como desaparecidas o separadas de sus familias debido a las detenciones o deportaciones; y enfatizaron que aún ningún organismo de DH ha esclarecido los hechos de las 80 personas migrantes desaparecidas en camiones, en Isla, Veracruz cuando se dirigían hacia la CDMX. 

Algunas migrantes tomaron el micrófono para cuestionar la falta de seguridad dentro del estadio, ya que explicaron, personas externas al éxodo les ofrecieron irse con ellas para trabajar como trabajadoras del hogar, a pesar de que personal de la policía y organizaciones civiles vigilan las únicas 2 entradas al refugio.

Se estima que el éxodo parta el sábado en la madrugada hacia el estado de Veracruz, donde según Milton Benítez, uno de los dirigentes de la caravana, han establecido comunicación con una persona de migración de allá, quien les confirmó que albergarán un sitio para su llegada y además les proporcionarán camiones para su traslado al siguiente destino.

Benítez remarcó que esta “es una buena opción”, pues el éxodo cuenta con mujeres embarazadas, casi 700 niñas y niños y adultos mayores que se exponen a muchas inseguridades y riesgos, no obstante, dijo que debido al incremento de integrantes, quien decida irse antes de las 48 horas acordadas “está en todo su derecho”.

Después de la asamblea, personas migrantes continuaron gritando los nombres de sus países para que quienes pertenecieran a éste se registraran en un lista con el fin de llevar un control desglosado sobre cuántas personas hay, de qué edad y sexo.

Datos del Comando General, encargado de coordinar el apoyo a la caravana, registró que ayer el estadio alcanzó 90 por ciento de su capacidad al alojar casi 7 mil 300 personas migrantes. Por su parte, la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos capitalina, declaró que lo más probable es que este recinto no pueda recibir a las 3 caravanas que preceden, las cuales, estimó, estarían conformadas por unas 2 mil personas.

Hasta la noche de ayer, al interior del estadio hay 7 carpas. En dos gradas se pusieron colchonetas y cobijas; hay 3 comedores, servicios médicos y jurídico para las personas migrantes, sin embargo algunas optaron por construir pequeñas casas tipo de campaña, con tablas y bolsas, otras se situaron en casas sólo de cobijas sobre las banquetas del estacionamiento del estadio del deportivo Mixhuca.

18/AEG/LGL

 

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