Son 29 madres de familia que rompen diariamente el mito de que hay trabajos que sólo los hombres pueden desempeñar. Mujeres que trabajan en la mina Madero, a unos 40 kilómetros de esta capital, propiedad de Industria Minera Peñoles, en una actividad que por más de 400 años estuvo reservada para los varones.
El mito contra la presencia de mujeres en la minería ?que duró siglos- decía que en cuanto ellas bajaban a las excavaciones, la veta se secaba y los minerales se escondían.
Todavía hasta mediados de los años setenta, la minería era un trabajo reservado a los hombres, pero ahora las mujeres realizan las mismas actividades que ellos, como en el manejo de excavadores de miles de toneladas.
Las contratamos, dice el director de Minas de la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedezac), Manuel Huitrado Trejo, porque demostraron que son cumplidas y responsables.
En la mina Madero las mujeres trabajan cuatro días a la semana y descansan tres. Ganan hasta seis mil pesos mensuales, más bonos por productividad.
MINERAS ZACATECANAS
En la mina Madero trabajan 29 mujeres, según datos de la empresa. Seis se encuentran en el área de trituración y 3 en la zona de despacho de diesel. Otras 19 laboran en la planta, especialmente en el laboratorio y el centro de control de la planta beneficiadora. Y una más labora en superficie, manejando equipo pesado.
Juana María Valdez Villegas ingresó hace cinco años al área de trituración de la mina Madero.
«La minera ya no es como antes. Ahora las máquinas se encargan de hacer gran parte del trabajo, pero en ocasiones tenemos que salir nosotras a desatorar pedazos grandes de piedra de la máquina», dice.
Juana María, casada con un minero que trabaja en la misma unidad, tiene dos hijos, a quienes atiende su suegra mientras ella se encuentra a más de mil 500 metros de profundidad, observando con atención tres monitores y vigilando que la trituradora no se atasque.
«Parece un trabajo sencillo. Pero las condiciones de humedad aquí abajo hacen que el desgaste sea permanente», advierte mientras cumple su jornada de 12 horas frente a la trituradora, «desde las siete de la mañana». Su sueldo, bonos y prestaciones suman casi 8 mil pesos por mes.
Esa cantidad de dinero contrasta con los 200 pesos a la semana que Leticia, de 22 años de edad, ganó durante mucho tiempo trabajando en el servicio doméstico.
«Hace seis meses fui al sindicato a hacer mi solicitud para entrar a trabajar a la mina porque me decían que pagaban bien», explica González Calderón, quien fue asignada al área de diesel y despacha el combustible para los vehículos. Además, recibe cinco horas diarias de capacitación para «prevenir accidentes».
Al igual que Juana María, Leticia trabaja 12 horas al día, cuatro días a la semana y su sueldo llega a los cuatro mil pesos mensuales, bono incluido.
Trabajamos casi con puros hombres, quienes en su mayoría operan máquinas, pero «no tenemos problemas con ellos. Nos damos nuestro lugar y ellos han aprendido a tratarnos con respeto».
El trabajo que realiza Dora Luz Mendoza Rivas desde hace cinco años y ocho meses no es menos importante: se encarga de operar el centro de control de la planta beneficiadora, una estructura de más de 15 metros de alto.
Ella no se siente atemorizada ante lo que pueda pasar en la mina, pues, según explica, los controles de seguridad son muy estrictos, «incluso para subir a la cabina de control de la planta».
Es el testimonio de las condiciones de trabajo de dos mineras, mujeres que están dispuestas a laborar a más de mil metros de profundidad, con un objetivo fundamental: contribuir al sostenimiento de sus hogares.
07/AP/GG
