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Mirémonos en el espejo

Por Cecilia Lavalle

¡Qué bárbaro! ¡Cómo se atrevió! Exclamaciones como éstas hemos venido escuchando en los últimos días con respecto a la declaración que hiciera el viernes pasado el presidente Fox que, pretendiendo valorar la presencia de migrantes mexicanos en Estados Unidos, dijo que hacían un trabajo que "ni siquiera los negros" querían hacer.

Desde luego para efectos de política internacional fue muy desafortunada esa declaración; pero, tendríamos que admitir que una frase como ésa la pudo haber pronunciado cualquiera, entre otras razones porque en verdad somos una sociedad discriminatoria. Si no me cree, mirémonos en el espejo.

El pasado lunes 16 de mayo, se dio a conocer la Primera Encuesta Nacional sobre Discriminación, y los datos son escalofriantes. Nada más para empezar, le cuento que ocho de cada diez compatriotas son víctimas de la discriminación.

¿Quiénes? La lista es larga: mujeres y niñas, indígenas, personas con alguna discapacidad, ancianos y ancianas, quienes profesan otra religión distinta a la católica, homosexuales, personas que padecen VIH/SIDA y extranjeros que residen en México.

¡Qué tal! Parece que sólo la libran los hombres, sanos, jóvenes, blancos o mestizos, heterosexuales, católicos y made in México (¡y luego dicen que la nuestra no es una sociedad machista y patriarcal!).

La encuesta, realizada conjuntamente por la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, encabezadas respectivamente por Josefina Vázquez Mota y el prestigiado líder social Gilberto Rincón Gallardo, tuvo por objeto investigar la percepción que tiene la ciudadanía mexicana sobre la discriminación; al mismo tiempo que medir la percepción y la frecuencia de la discriminación hacia algunos grupos poblacionales.

En el caso de las mujeres, los resultados de la encuesta revelan el doble lenguaje que se vive en nuestra sociedad. Casi el 100 por ciento de los varones encuestados afirmó que es injustificable que un hombre le pegue a una mujer, el 84 por ciento aprueba que una mujer decida ser madre soltera, el 90 por ciento opina que es una violación a los derechos humanos negarle trabajo a una mujer embarazada.

Pero… uno de cada cuatro le pediría a una mujer su examen de embarazo antes de darle un empleo, uno de cada tres opina que es normal que las mujeres ganen menos que los varones, y casi uno de cada cuatro cree que muchas mujeres son violadas porque provocan a los hombres.

La otra mitad de la población percibe la realidad de otra manera. Independientemente que otras estadísticas señalan que una de cada cinco mujeres es agredida en su hogar, en esta encuesta una de cada cuatro mujeres opina que el mayor sufrimiento que padecen es la violencia intrafamiliar; una de cada cinco opina que se nos discrimina por estar embarazadas o por tener hijos/as, que el lugar donde más se nos discrimina después del trabajo es el hogar, y más de la mitad afirma que uno de los derechos que se respeta poco o nada es el derecho a expresar nuestras propias ideas.

Este doble lenguaje también lo padece la población indígena. Por un lado, se les percibe como grupo desprotegido y siete de cada diez opinan que el gobierno debe ayudarles a conseguir empleo. Pero… uno de cada tres dice que lo que tienen que hacer los indígenas para salir de la pobreza es NO comportarse como indígenas; y cuatro de cada diez estaría dispuesto a organizarse con otras personas para evitar que un grupo de indígenas se establezca cerca de su comunidad.

No obstante, los dos grupos que se perciben más discriminados son el de los homosexuales y el de las personas con discapacidad. Le siguen muy de cerca mujeres e indígenas. Los dos primeros grupos reportan haber sufrido por lo menos un acto de discriminación por su condición en el último año, y reportan su derecho al trabajo como el segundo derecho no respetado.

La intolerancia de nuestra sociedad es tal, que mostramos rechazo no sólo en función de la preferencia sexual de una persona, también en función de su nacionalidad, de su religión y de sus ideas políticas. Cinco de cada diez afirman que no permitirían que en su casa viviera una persona homosexual, y cuatro de cada diez no vivirían con alguien extranjero o de ideas políticas distintas a la suya o que profese otra religión. ¡¿Qué le parece?!

A mí me parece que esta encuesta nos retrata de cuerpo entero. Por años hemos venido criticando la discriminación que ejercen nuestros vecinos del norte; pero a que nunca nos habíamos mirado bien en un espejo. Y ya era hora que lo hiciéramos. Porque como dijo la titular de SEDESOL, "la discriminación no sólo violenta los derechos sociales, humanos, económicos, sino que también provoca menores niveles de ingreso, de educación, de acceso a la salud y al mercado laboral".

En resumen, si continuamos por ese camino perdemos todos y todas. Más vale, entonces, que miremos bien al intolerante que llevamos dentro, y trabajemos muy duro para aprender a vivir en equidad respetando las diferencias, ¿no cree?

Apreciaría sus comentarios: [email protected]

2005/CL/SJ

 

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