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Mireya Cueto: títeres y letras para tejer los sueños

Por Victoria Rodríguez Irízar

En el taller de Mireya Cueto, fundadora del teatro de títeres y actores Tinglado en 1982, el tiempo se detiene. La madera, la tela, los hilos, cobran vida en sus manos mientras ella crea personajes, crea vestuarios, les infunde un soplo de vida.

En su apacible casa de San Jerónimo, en la Ciudad de México, rodeada por un frondoso jardín, Mireya, de 86 años, muestra una amplia sonrisa. La chispa brilla en sus ojos. Inquieta, empieza a hablar de su vida y a ir y venir mostrando cosas, del taller a la sala, y de su biblioteca a las cajas de títeres de todos los tamaños, materiales y texturas. Se mantiene activa y alegre a pesar de sus achaques. Sabe que tiene mucho que contar.

Mireya Cueto es titiritera. Mientras hace sus muñecos, sueña las historias que contará con ellos. Porque Mireya es también escritora, especialmente de cuentos y series de radio y TV para niñas y niños; es dramaturga, escribe teatro para actores y para títeres; es licenciada en Historia por la UNAM, le encanta investigar.

La artista mexicana, pilar del arte de los títeres en México, ha consagrado 50 años de su vida al público infantil de nuestro país. Recientemente recibió un homenaje de la Unión Internacional de la Marioneta (UNIMA).

En 1978, Mireya Cueto obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil Juan de la Cabada y poco después el Premio Antoniorobles. En 2006 fue galardonada con el Premio Gorgorito.

La mujer es un torrente imparable. De su archivo saca cuentos infantiles, saca guiones de radio, saca escritos complejos de análisis, saca ilustraciones de personajes fantásticos, saca un álbum de papiroflexia que ella elaboró. Y muchos, muchos títeres. Me presenta al enanito ponzoñoso, a Nasrudín, el narigón, a la cigarra y a la hormiga y a un diablo travieso y juguetón, entre otros. Quiere que sus títeres favoritos estén presentes en la entrevista.

De pie, me enseña una figura del Quijote hecha de cartón mientras recuerda: «Mi orgullo fue haber hecho la versión del Quijote para niños en Radio Educación. Fueron 100 episodios que tuvieron mucho éxito. En Cuba, en Costa Rica, en la República Mexicana. Y ahora que fue el centenario de la aparición del Quijote se pasó en Radio Educación dos veces y también en Radio Universidad», relata.

EL MACHISMO ES UN LASTRE

Finalmente se sienta ante una taza de café y rememora:
«La sociedad que yo viví fue una sociedad llena de prejuicios. A una mujer divorciada no la invitaban a las reuniones, pensaban que iba a sonsacar a los maridos de las otras. Yo viví la discriminación como divorciada, pero no tanto como mi madre. Por eso me da tanto gusto lo que está pasando ahora, los cambios que ha habido para las mujeres.

«Yo nunca milité en el feminismo, pero sí sentí que era una lucha que había que hacerse, de no dejarse. El machismo es un lastre.

«Recuerdo una anécdota en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en mis tiempos de estudiante, cuando hacía la licenciatura en Historia. Heliodoro Valle era muy buen maestro, pero muy machista. Una vez a una compañera de mi grupo le hizo una pregunta y ella no supo la respuesta. ‘No lo sé, maestro’, le dijo. El maestro le contestó: ‘¡Ay, señorita! Yo no sé qué está usted haciendo aquí. Váyase a su casa a lavar trastes’. Yo me indigné con el comentario. ¡Qué manera de tratar a una mujer en una Facultad! A mí el maestro me acababa de poner diez, pero yo empaqué todas mis cosas y me salí. En la puerta le dije: ‘Maestro, voy a lavar trastes’.

Otro episodio me pasó con uno de mis compañeros, que era amigo también. Discutíamos, hablábamos de muchos temas, era lindo. Un día le mostré algo que yo había escrito, quería su opinión. Después de leerlo, me dijo: ‘Oye, pues yo creí que tú nada más podías hacer dibujitos y hacer muñecos’, como diciendo: ‘no pensé que pudieras escribir un texto’ y eso que era un intelectual, y que era mi amigo.

«El machismo está en México tan atornillado que incluso hombres muy liberales en muchos sentidos, a la hora de la hora son machistas.

LA INTUICIÓN FEMENINA

Al preguntarle a Mireya Cueto por las cualidades que admira en las mujeres, ella destacó la intuición.

«La intuición es una sabiduría, es una manera de conocimiento. Unos dicen que no es racional, pero para mí es otra forma de la racionalidad que no es el raciocinio aristotélico, la lógica, ni lo que dice Parménides, que nada puede ser y no ser en un mismo tiempo y lugar. Ahí está la definición del raciocinio, y yo no estoy en contra. Si vas a construir una carretera, usas la lógica y usas la matemática, no la fantasía porque se te cae. Pero si vas a hacer títeres y vas a entender a la gente, no es por el camino de la lógica.

Mireya tiene una conexión profunda y directa con la gente, con las y los niños que asisten a sus espectáculos. Dice que ella se conecta con la emoción.

«Lo que está en juego es la emoción, que tampoco está excluida del conocimiento, del razonamiento. Porque yo siempre he querido que en mis espectáculos, de una manera implícita, haya un mensaje. No esos mensajes tontos, que el títere le dice al niño: ‘Lávate los dientes’. ¿Por qué tienen que poner a un títere para decir eso? Que le diga su mamá.

«Hay otras cosas que le puedes decir a una niña o un niño con los títeres que no son esas bobadas. Más bien que lleguen por ellas y ellos mismos a la conclusión. Como mi títere Nasrudín, que te da una vacilada y te ríes, pero igual lo entiendes diez años después

LO ESPIRITUAL, UN CAMINO ABIERTO

«Mi creencia religiosa –explica Mireya– son todas y ninguna, yo siempre ando indagando, no soy capaz de encerrarme en una, soy anti-institución. Le dije a un amigo que es fraile: ‘oye, yo no puedo vivir ni con el papa ni con las instituciones’. Pero yo admiro a la maravillosa madre Teresa de Calcuta, y tengo mucha admiración por la gente que es sincera, que es buena, que ayuda a los demás.

«De Cristo yo tengo un respeto muy grande, porque lo que Él propone: ‘Amaos los unos a los otros’, o ‘quiere a tu prójimo como a ti mismo’, eso será una utopía, será lo que sea, pero es perfectamente válido. Si esto se hiciera, se salvaba el mundo.

«Del sufismo yo recojo mucho también, yo estudié sufismo. Es una religión que se deriva del Corán, pero al mismo tiempo es medio contestataria, crítica. Los derviches son críticos, y tienen una gran sabiduría. Yo represento esa sabiduría con mi títere Nasrudín, el narigón. Hace bromas. Al reírse, te ríes del absurdo, te rompe la solemnidad y el dogma, entras a otro nivel de conocimiento.

«También me atrajo el budismo, estudié algo de budismo. Pero el budismo para mí es más difícil porque plantea la anulación del ego, del yo. Y para mí no es posible. ¡Los artistas somos puro ego!»

Le pregunto a Mireya Cueto cuál es su filosofía de la vida.

«Yo creo en el amor al prójimo…siempre que no surja un diablo de enemigo. Creo en la generosidad, creo en la verdad. En mi familia nunca se mintió, y yo no sé mentir. Prefiero meter la pata, pero no puedo mentir.

«Tengo una gran devoción por la imaginación, por los poetas, como Octavio Paz. Porque los poetas te abren camino, y muy profundo. Mi filosofía es seguir buscando, una búsqueda.

LA LIBERTAD EN EL AMOR

«Acabo de leer un libro de Octavio Paz maravilloso, se llama ‘La doble llama’. La parte que a mí más me gustó fue la de la libertad. Yo soy una necia con la libertad, porque yo la recibí de chica y por eso la aprecio. Y dice Paz: ‘La cuestión del amor es respetar la libertad del otro’.

«Yo creo que si tú respetas la libertad del compañero lo puedes perder, pero no sufres, porque se acaba la idea de que tú eres mío. Es importante entender la libertad del otro, pero no en una posición de masoquistamente yo te doy libertad, eso no es.

«Cuando tú entiendes la libertad del otro, se pierde esa relación horrible del amo y el esclavo. Y hay parejas que viven esta esclavitud, la viven espantosamente, y sin darse cuenta. Porque hay mujeres que creen que el marido es sólo para dar dinero, para sacarle provecho, hay mujeres muy explotadoras. Y hay hombres horribles también, que se casan para tener una sirvienta: que les laven la ropa, que les hagan la comida.

Al preguntarle a Mireya cómo fue su matrimonio, ella compartió: «Duré casada 14 años, fue un matrimonio muy raro, él se iba, yo hacía muchas cosas. Yo no me quería casar, pero me casé».

«Después de divorciada, yo me sentí feliz…aunque no estoy formalmente divorciada. Pero después de la ruptura me sentí muy bien, estaba contenta. Haz de cuenta que me quitaron una lápida de encima… pero con todo, yo sí creo en el amor, lo que dura. Como dicen los franceses: ‘para qué estarlo estirando, si no es chicle’. Y hoy las mujeres, solteras, casadas, divorciadas, tienen muchas oportunidades que nosotros no tuvimos.

LA TERCERA JORNADA

«Este momento me parece fabuloso para las mujeres. Con todas las broncas que hay de vivir una situación tan horrible como la vive el mundo entero, ha habido una maravillosa realización para muchas mujeres. Mujeres que se preparan, que siguen estudiando… cómo saben de todo, me encantan. Y ya hicieron la carrera y ahora la maestría, y el doctorado. O se buscan un curso, un diplomado. Y todo lo que hay que aprender….

Al preguntarle a Mireya qué mensaje les daría a estas mujeres, que tienen hoy tantas oportunidades y tantos desafíos que en su época no tuvieron, Mireya dice:

«A ellas yo no les puedo dar ningún mensaje porque están maravillosas donde deben estar.

«A las otras, a las que no han llegado, sí tengo un consejo. Se habla mucho de la primera jornada que es la casa, los hijos; de la segunda jornada, que es el trabajo que realizan, su profesión, que puede ser interesante. Yo les digo: además de la segunda jornada, preparen su tercera jornada para el futuro. Porque o quedan viudas o el marido se encuentra a otra más joven y las deja, y se quedan chiflando en la loma, sin saber qué hacer. Yo digo: no.

«La tercera jornada es la nuestra, la que nos pertenece más. Que ya que los hijos crecieron, hay que disfrutar de esa libertad. Entonces no hundirse. Yo conocí casos de mujeres que hasta se suicidaron porque el marido se fue con otra. No. No es para tanto.

«La otra palabra que tengo para decirles es que lean. Los libros son maravillosos, los buenos libros, los libros antiguos, de los grandes sabios. Libros como el Quijote. Alfaguara sacó una edición del Quijote que vale la pena, con muchos índices, con explicaciones al margen. Yo tengo El Quijote de cabecera. Lo abro al azar, y siempre encuentro algo».

EL QUIJOTE: APOSTAR POR LA UTOPÍA

Mireya Cueto habla del Quijote y se le iluminan los ojos. Vuelve a su figura del Quijote, una artesanía de cartón blanco que tiene en la sala, regalo de alguien que quiere mucho. Lo acaricia lentamente. Le pregunto qué es lo que más le seduce del Quijote.

«Su afán por el bien. Él busca reivindicar su idea de justicia. Es un personaje inolvidable… muy contradictorio. Por eso es muy humano, porque es muy contradictorio. Y él sufre las consecuencias de sus ideas.

«Me seduce la diferencia, el contraste, entre Sancho Panza y el Quijote. Don Quijote es un leído. Viene de los libros de caballería, pero los caballeros que él imita nunca existieron, eran novelas, pero él los creyó como si fueran historias, es lo que dice Vargas Llosa.

«Don Quijote es como una utopía sobre otra utopía. Los caballeros esos eran utópicos. Decían las novelas que defendían a las doncellas, a los necesitados, a los huérfanos. Y Don Quijote lo tomó al pie de la letra. Y también él cayó en una peor utopía porque la España que le tocó vivir era atroz.

«Don Quijote realizaba en su trato con la gente algo que dijo Goethe: ‘A la gente hay que tratarla no como es, sino como debiera ser’. Y Don Quijote hizo eso. Ver a las trabajadoras sexuales y tratarlas como princesas. ¿No es maravilloso? Eso es un respeto a la condición humana. Él no cree en el mal, no cree en la maldad. Le dan de patadas, le hacen de todo, y no cree en la maldad.

Le pregunto a Mireya si ella se identifica con esa utopía.

«Absolutamente. ¿Tú crees que se puede vivir sin una utopía? Yo no. Porque no te planteas algo más lejos que tú ni más allá de tu capacidad. Pero si tú te planteas una utopía indagas, buscas, sigues buscando, sigues caminando…En eso creo, en un andar y seguir andando…».

Así es Mireya Cueto: buscadora incansable. Inquieta, profunda, abierta, llena de significados y de historias que compartir. Y hoy, a sus 86 años, lúcida, activa, ocurrente, Mireya sigue aprendiendo, sigue creando. Sigue con la chispa en los ojos y la canción en su corazón.

Me enseña su álbum de papiroflexia, hecho completamente por ella. Es una fábula ilustrada, la de la cigarra, la hormiga y el chapulín. Hay escenarios pintados a mano habitados por coloridos personajes de papel doblado, con diálogos rimados. Su ilusión es editarla en inglés, pero no ha encontrado patrocinador. Mientras Mireya me comparte sus proyectos, leo lo que dice el grillo alegre de ojos grandes, como si fuera ella:

«¡Primavera!
Cuando veo tantos colores
Invento canción de amores.
De tocar su alegre danza
Mi violín nunca se cansa».

En su pequeño taller, Mireya Cueto sigue tejiendo el mundo con los hilos de sus títeres. Tejiendo historias. Tejiendo palabras. Tejiendo sueños…

08/VRI/GG

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