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Misoginia en las organizaciones

Por Tere Mollá*

Hace un tiempo escribí sobre la misoginia religiosa. Hoy toca reflexionar sobre el mismo tema pero en las organizaciones sociales.

Recientemente hemos asistido al espectáculo sobre quien iba a ser el candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid. Por supuesto a la anterior candidata Trinidad Jiménez, su propio partido la había desplazado hacia tareas menos llamativas públicamente y por tanto no podía repetir como candidata y necesitaban, de nuevo un candidato, que no candidata. Y van y sacan de la manga un candidato, que seguramente será muy inteligente, pero tanto o menos que Trinidad aunque sin el tirón mediático que tiene esta mujer.

Pero este no es, desgraciadamente, el único caso de misoginia en política.

Estamos, bueno en Cataluña están, en plena campaña electoral. Se presentan cinco partidos políticos y ninguno de ellos ha puesto al frente de sus listas a una mujer. Y me pregunto ¿Acaso de entre todas las mujeres catalanas que militan en esos partidos no hay ninguna preparada para asumir ese tipo de responsabilidades? Por supuesto que las habrá, pero ellos no están dispuestos a cedernos ese protagonismo de verdad. Y además seguro que habrá muchas mujeres preparadas e incluso dispuestas, pero no a cualquier precio como hacen ellos. Nuestra ambición no es del mismo tipo que la de ellos.

Otro ejemplo sobre esta misoginia social. En una organización política de izquierdas de la zona en la que vivo se está debatiendo sobre quien será quien encabece la candidatura de las próximas elecciones autonómicas del mes de mayo.

Pues bien, hay una cierta crisis en esa organización debida a que quien la está dirigiendo en estos momentos es una mujer, pero sus compañeros hombres no ven con buenos ojos que sea la misma persona quien dirige la organización y sea, al mismo tiempo la cabeza de lista para las elecciones autónomas.

Y claro, las que tenemos memoria, les decimos que ellos siempre han funcionado así, siendo los máximos dirigentes en el interno y al mismo tiempo los que han encabezado listas electorales, han sido portavoces parlamentarios y otras cosas, pero parece que les falla la memoria y no desean que ese mismo esquema se reproduzca en el caso de las mujeres.

Y entonces surgen de nuevo las dudas ¿creen que no somos capaces de asumir ese tipo de responsabilidades?, ¿Acaso nos han estado utilizando para poderse recubrir de esa pátina de progresismo que significa que la mujeres estemos en lugares públicos con el único fin de recoger esos votos de mujeres implicada en la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres?

Después, cuando en el seno de las organizaciones se denuncian este tipo de cosas, ellos te salen con el tan traído y llevado discurso de que las mujeres no nos implicamos, que no somos muchas las que queremos estar en esos espacios. Y ya, desde la experiencia, les podría llamar en líneas generales fatuos.

Fatuos por que no se plantean que si las mujeres no estamos y no queremos estar es porque ellos no se plantean ningún cambio en sus vidas. Porque no se implican en las responsabilidades domésticas. Porque no asumen que donde hay una mujer con responsabilidades hay muchas más posibilidades de cambios.

Porque ni se plantean quedar en segundos planos por ceder esos espacios a las mujeres que pueden estar a su lado trabajando. Por que no se implican en crear nuevas prácticas más racionales de los usos del tiempo. Y sobre todo, porque no quieren ceder esos espacios públicos a las mujeres, puesto que sería como ceder parte de los privilegios que la historia les ha dado y ellos se han encargado de ir consolidando con sus modos de hacer las cosas.

Seguimos como siempre. Soportando la misoginia de directivos de las organizaciones en las que se emplean a fondo para hacernos creer que somos necesarias, pero en realidad y desde mi punto de vista, lo que realmente ocurre, es que nos necesitan para seguir engañando y haciendo creer que son los más progresistas y luchadores por la igualdad de oportunidades del mundo mundial.

Después, en el interno, siguen utilizando los mismos métodos de siempre: Obstaculizar el paso de las mujeres a los espacios de poder.

A eso yo le llamo hipocresía. Y no me cansaré de denunciarlo.

[email protected]

*Feminista española de Ontinyent, España.
06/TM/LR

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