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Mito que histeria afecte sólo a mujeres

Por la Redacción

A la mayoría de las mujeres le han gritado histérica alguna vez. Quien dispara esta palabra busca insultarla con lo que la ignorancia popular define como un ataque de nervios, un exabrupto emocional, lágrimas o gritos repentinos. Y supone también que se trata de un fenómeno «propio de mujeres». Al menos eso repite la gente, y como se ve, los hombres en particular.

Pero error, la histeria no es sólo contorsiones o temblores, ni respuestas destempladas. Tampoco es exclusiva de las mujeres, de hecho la proporción de hombres histéricos es similar a la de ellas, según difunde Mujereshoy.

La histeria no es una enfermedad ni un trastorno mental, es una estructura de personalidad, una manera de entender el mundo, ni mejor ni peor que la de neuróticos/as, depresivos/as u obsesivos/as. Tampoco está relacionada con el nivel intelectual. Por eso, precisar de qué se trata y mensurar sus efectos requiere necesariamente de un repaso a la historia de la histeria.

Antiguamente, las enfermedades sin explicación aparente, generalmente las observadas en mujeres, eran atribuidas a la sequedad del útero o hyster en griego. De ahí el concepto de histeria, y el equivocado prejuicio de que las mujeres histéricas son tales… por falta de sexo.

El psiquiatra Gustavo Quijada, jefe del programa de adicciones y miembro del equipo de psiquiatría del Instituto Neurosiquiátrico de Chile, precisa que dentro de su propia especialidad se ha producido un debate en torno a la histeria. Incluso existen, explica, grandes detractores que dicen que la histeria es un invento, meros síntomas, que no debieran ser considerados en los manuales médicos.

Independiente de este enfoque, para Quijada lo primero ante un caso de histeria severa es descartar que los síntomas físicos no respondan efectivamente a una dolencia orgánica. Lo segundo es aliviar los síntomas, para luego ayudar, con asistencia terapéutica, para que el o la paciente comprenda cuál es el mecanismo que detona en su mente.

«La psiquiatría ayuda con los síntomas y la angustia, mientras que la psicoterapia permite que la persona deje de expresar de esa manera el conflicto», precisa.

ALGO DE HISTORIA

En la Antigüedad se creía que era el útero el que, ante la falta de fluidos, se trasladaba por el cuerpo de la paciente hacia lugares más húmedos, como la zona del corazón. De allí la compresión del pecho o las taquicardias que decían sentir las enfermas, y el mito que asocia histeria y mujeres.

Fue a fines de 1890, con las investigaciones del médico francés Jean Martin Charcot, que la histeria logró ser disociada de un desorden netamente fisiológico. Mediante la hipnosis, este precursor de la neurología logró distinguir que estas pacientes desencadenaban singulares síntomas como contorsiones o tics nerviosos por causa sicológica.

«Los movimientos típicos relaciones con la histeria no tienen que ver con espasmos musculares, sino con movimientos ilógicos que ocurren en forma inadecuada. También se manifiesta en términos de vocabulario, muchas veces las pacientes hablan como niñas, y ejecutan movimientos altamente eróticos.

Lo más importante es que hay una suerte de pérdida de conciencia del evento, como que no importara lo que había acontecido. Eso se llamó la belle indifférence», explica el psicólogo Felipe Gutiérrez.

Es este médico francés del siglo XIX quien observó que pareciera que el o la paciente actúa a voluntad síntomas tan curiosos como que un brazo deje de moverse, ceguera repentina o un cuello fláccido. De ahí la imagen de que el o la afectada actúa un papel, con un talento histriónico excepcional, sin parecer estar consciente de ello.

Esta sutileza en los síntomas detonó desde esa época una enorme discusión acerca de qué era la histeria en realidad. Hasta que Sigmund Freud le dio forma a la técnica de la terapia, analizando a estos y estas pacientes a través de la palabra, dando con el origen de la dolencia.

2004/GV/SM

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