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Modelos de Liderazgo Femenino

Por Lucero Saldaña

La esposa del Presidente de México ejerce sin duda uno de los modelos de liderazgo que más críticas ha recibido, el papel de las «primeras damas». Este modelo está fuertemente asociado al de aquellas mujeres cuyo punto de partida son las relaciones conyugales o familiares. Son mujeres que ejercen un liderazgo porque conjugan la respetabilidad del esposo o padre y le suman la abnegación y energía o las virtudes del sobreviviente, en este grupo también estaría la Diputada Tatiana Clouthier, hija del fallecido líder panista.

Son líderes que, teniendo autoridad y carisma, lo asumen con el título de esposa de, o en el nombre del padre, afirmando que su liderazgo es una suerte de herencia inevitable. Mientras que los padres y esposos lo practican por vocación de poder, ellas lo hacen por lealtad al desaparecido y como continuadoras de sus pasos. Estas mujeres que pueden o no desarrollar un liderazgo propio, le deben el poder de atracción, por lo menos en gran parte, a la relación conyugal fundacional.

Otro modelo está asociado al de las madres o mujeres de gran heroísmo o renunciamiento, y cuya investidura está dada por una cierta condición de elegidas o portavoces naturales, con la misión de devolverle a la política una dimensión ética supuestamente desaparecida. Son mujeres que combaten el poder, que reniegan de él y que, sin embargo, despliegan un liderazgo que las convierte en la representación de aquello que las otras admiran, son madres que renuncian a la maternidad o que a nombre de ella actúan para pedir justicia, un ejemplo de este tipo es Rosario Ibarra de Piedra.

Este grupo comparte con el anterior el origen afectivo de su liderazgo, pero se diferencia porque la relación original está asociada con procesos de interpelación al régimen, a los autoritarismos, a los conflictos armados o a situaciones de violencia contra grupos excluidos del poder. Son mujeres que a diferencia de las anteriores, no necesariamente se socializaron en el ejercicio del poder.

Un tercer modelo es el de las mujeres que formaron parte del sistema político, ya sea como militantes de partido o funcionarias de gobierno o femócratas. Estas mujeres, en general, se caracterizan por ser extremadamente sobresalientes; son las que han aprobado el triple examen de la excelencia académica, la moderación política y la integridad personal, demostrando una gran capacidad para navegar en las aguas de la «realpolitik» con eficacia.

Suelen promover de manera cautelosa los derechos de las mujeres, y se constituyen en un puente valioso entre la participación anónima y el liderazgo individualizado en proceso de construcción en la región. Un buen ejemplo de este estilo es Dulce María Sauri Riancho que ha sido gobernadora, presidenta de partido, funcionaria pública, legisladora, esposa, madre y actual senadora.

Un cuarto modelo se puede denominar glamoroso, el que surge por los medios de comunicación, incluye una gama bastante amplia de mujeres surgidas de la notoriedad y que comparten una vinculación banal con la política, en este grupo pueden ser ejemplo artistas como Irma Serrano, en que además de las cualidades personales, requiere de los medios y del consenso de la opinión pública para su desempeño.

La creciente presencia de mujeres en la esfera pública y su heterogéneo desenvolvimiento, además de las precisiones en las leyes electorales y en los reglamentos de partidos para garantizar su presencia en los cargos de representación pública hacen deseable una ciudadanización de la participación de las mujeres.

Es para eso que se necesita construir los liderazgos. La construcción de los liderazgos femeninos debe tomar en cuenta los cambios que se están produciendo en la relación entre Estado y sociedad, la aparición de nuevos centros de poder y plantear alternativas capaces de construir un Estado de derecho.

El valor estratégico de la participación política y social de las mujeres en los espacios de toma de decisiones debe combinarse con la construcción de un liderazgo democrático que promueva la justicia y la equidad social.

La capacidad para recoger las demandas sociales y reconocer la pluralidad de voces forma parte de ese liderazgo democrático. El respeto a las formas es importante, se dice que en democracia, la forma lo es todo, o casi todo. En este sentido, la participación de estos estilos de liderazgo debería ser analizada no por la oportunidad política sino por la prudencia que amerita el interés superior de la nación.

* Senadora [email protected]

2005/LS/SJ

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