Los movimientos sociales son consustanciales al orden democrático, están estrechamente ligados a problemas de representación, de grupos que se sienten excluidos o perjudicados por la toma de decisiones y por ello se organizan, aseguró Jorge Cadena Roa, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de acuerdo con un boletín de la institución.
Hay quien los ve como una amenaza al Estado de derecho y piensan que no tienen justificación en un ambiente plural. Sin embargo, son un complemento, pues no basta con salir a votar, sino que es necesaria la participación de las y los ciudadanos en asuntos que les conciernen, y una de las maneras como pueden hacer valer sus intereses y hacerse escuchar es por esta vía, agregó.
El también profesor de los posgrado en Ciencias Políticas y Sociales, así como de Estudios Latinoamericanos, explicó que hay muchas definiciones, por existir diversas teorías acerca de los mismos: una señala que son la acción colectiva orientada a promover o resistir al cambio; es decir, buscan que la sociedad pueda ser mejor, reformarla para hacerla más humana, justa, igualitaria y sin discriminación, entre otras demandas.
Recordó que hay segmentos poblacionales con acceso al dinero, al poder y a la comunicación, y son los que están mejor acomodados y gozan de una serie de privilegios. En cambio, en el otro extremo hay sectores que no tienen nada, por lo que la única manera de mejorar su situación es mediante la acción colectiva organizada para determinados fines.
EL 2000
En México se observó una disminución significativa de los movimientos sociales a partir del 2000. Hasta 2004 hubo una tendencia decreciente en mítines, plantones y bloqueos en el Distrito Federal y zona conurbada.
Datos de la Secretaría de Gobernación indican que se monitorearon 3 mil 196 manifestaciones en 2000; mil 387 en 2001; mil 230 en 2002; 668 de enero a junio de 2003, y 590 en el mismo lapso de 2004, informó.
Luego volvieron a aumentar, porque están de forma permanente en todas las sociedades y adoptan diferentes expresiones. Los últimos ocurrieron luego de las elecciones presidenciales del 2006, además de los enfocados a la defensa del patrimonio energético y contra el neoliberalismo, así como por hechos coyunturales, refirió.
Se dieron también motivados por amenazas. Como ejemplo puso las que se dieron en Estados Unidos para tratar de contener el proyecto legislativo relacionado con migrantes; aunque no fueron en México, tienen que ver con el país.
También en el territorio, señaló Cadena Roa, se llevaron a cabo movilizaciones relacionadas con conflictos mal manejados, que exacerbaron los ánimos, como en el caso de los mineros.
Por último, están las organizaciones armadas, que actúan bajo el supuesto de que las vías electorales no funcionan, de que no ha habido ningún cambio democrático en el país; de que sigue habiendo represión, violencia y violaciones a los derechos humanos, apuntó.
En estos momentos, puntualizó Cadena Roa, se ven resabios del conflicto electoral, aunque más a nivel declarativo. Otro ingrediente es el de la resistencia al cambio social, como lo que se da en torno a la Ley del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
Afortunadamente, resaltó, en México no se ven movimientos sociales que alcanzan tal fuerza que derrocan gobiernos. La democracia mexicana y sus instituciones han sido capaces de procesar los conflictos.
Respecto a sus perspectivas en el país, el investigador concluyó que no hay nada escrito sobre el asunto, dice el boletín de la UNAM.
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