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Mujeres, agentes de cambio ante el calentamiento global

Por Lucía Muñoz*

El cambio climático ya no es un problema lejano. Es una realidad global con un impacto ecológico, social y económico visible. Las mujeres, especialmente afectadas debido a la feminización del área rural, no quieren ser sólo vistas como víctimas sino reconocidas como agentes de cambio.
 
Rosalía Clemente dejó su comunidad campesina de Perú por la frenética París durante unos días, para asistir a la 21 Cumbre del Clima (COP), que se celebró en diciembre pasado.
 
Regaló a todo el que pasaba por su lado una “semilla de la sabiduría”, como las llama ella. Son habas, granos de quinoa, diferentes cereales que, en definitiva, son su seña de identidad y su arma en la lucha contra el cambio climático.
 
Apenas sabe leer, escribir y no sabe idiomas, pero es catedrática en labrar la tierra y en cultivar los alimentos para todo un pueblo. Su alma reivindicativa ha hecho de ella toda una líder indígena. “Las mujeres somos el motor que conserva las semillas”, dice mientras pone en la mano de otra mujer maíz tostado.
 
En las zonas rurales son las mujeres las que combaten el cambio climático y las que defienden la soberanía alimentaria.
 
“El campo es de las mujeres. Tratamos de superar el cambio climático y vamos adaptando nuestras tierras, hemos tenido que cambiar las fechas de cultivo, debido al calor y al frío. Mientras que los hombres se van a las ciudades, nosotras sacamos adelante a la comunidad y apostamos por una buena alimentación. Si estamos bien alimentados, podemos con todo”, relata convencida.
 
Rosalía es testigo del resquebraje del medio ambiente, de cómo los hombres se van cuando ya no queda nada que recoger y las mujeres se quedan para seguir alimentando a las familias, llevar agua y cortar leña.
 
“Al igual que ahora hablamos de refugiados por conflictos bélicos, no tardaremos en mencionar a los refugiados climáticos”, se adelanta la líder indígena. Lo dice sin tapujos y sin esconderse.
 
“El problema ya no es climático, es humano. Son las grandes multinacionales las que están deteriorando el medio ambiente, las que rompen con las leyes de la madre naturaleza y eso tendrá graves consecuencias sobre la comunidad. Va a ser difícil tener algo para alimentarnos y con el agua contaminada, la sed de la tierra y de la humanidad no vamos a poder calmarla. Nos vamos a secar”.
 
DESTRUCCIÓN DE MULTINACIONALES
 
Rosa Guillén, también de Perú y embajadora de su comunidad en la Marcha Mundial de las Mujeres, coincide con Rosalía. “El problema del cambio climático ha sido generado por las grandes trasnacionales, no sólo porque usan combustibles fósiles y técnicas como el fracking (excavación hidráulica para la extracción de gas), sino también porque contaminan las aguas de la agricultura y de consumo humano”, argumenta.
 
La contaminación en diferentes zonas de Perú no sólo está afectando a los cultivos, sino que también al modo de vida y a la salud de sus habitantes. Ella sabe cuál es la solución: “Hay que cambiar el sistema, para cambiar la crisis del clima”.
 
Muchas activistas coinciden con esta última premisa. Pero son las feministas las que reclaman que se empiece a reconocer la importancia de las mujeres en estas discusiones sobre las posibles soluciones, ya que la población femenina representa la mitad mundial y si no se tiene en cuenta, difícilmente serán eficaces.
 
La relación entre mujeres y cambio climático es cada vez más estrecha, pero la representación de políticas con enfoque de género son escasas y muy limitadas, lo que sigue dando una visión patriarcal a pesar de los esfuerzos que han hecho las mujeres a lo largo de la historia.
 
“Vivimos en un sistema patriarcal y capitalista que ha generado la gran división entre trabajo productivo y reproductivo, siendo el primero reconocido solamente a los hombres y ha mandado a las mujeres a sus casas asignándoles el trabajo doméstico, por lo que no se valora el liderazgo de las mujeres.
 
“Sin embargo, históricamente siempre nos hemos mantenido al frente y lo hacemos porque somos las responsables de luchar por la comunidad. No queremos que luchen por nosotras”, explica Rosa Guillén.
 
La última Cumbre del Clima de París congregó a miles de mujeres que, hartas de ver cómo el planeta se deteriora sin ser escuchadas, reclamaron la importancia de sus acciones como principales protagonistas de un cambio que les afecta en primera persona.
 
Pero sus voces estaban en la calle, en jornadas y ambientes paralelos a las reuniones oficiales de los 196 países que participaron representados tan sólo por políticos, y únicamente cuatro políticas, en lugar de contar con el debate de los verdaderos conocedores de la causa: la ciudadanía.
 
Una vez finalizada a mediados de diciembre y cuando parecía que todo iba a seguir igual, se anunció en los pasillos “un acuerdo histórico”, ya que por vez primera los cerca de 200 altos representantes adoptaron un acuerdo global para atajar el calentamiento.
 
Reconocieron los riesgos del cambio climático, el fin paulatino de la industria de los combustibles fósiles y atajaron un umbral de 1.5 grados centígrados del calentamiento terráqueo. Sin embargo, los compromisos para abordar el impacto de género volvieron a ser insuficientes.
 
MUJERES ACTIVAS
 
Por ello, en las reuniones paralelas de la sociedad civil las mujeres y sus organizaciones no se quedaron de brazos cruzados. Entre ellas se encuentra Women Climate Justice, formada por diferentes colectivos con distintas reivindicaciones de género, pero coincidentes.
 
Evitar el aumento de 1.5 grados en la temperatura mundial, asegurar la igualdad de género y los Derechos Humanos en todas las medidas contra el cambio climático, el uso de energías 100 por ciento seguras y renovables, garantizar la existencia de océanos y mares no contaminados, y la sostenibilidad de las tierras indígenas, entre otros, son ejemplos de sus reivindicaciones.
 
Una de sus integrantes es Carmen Capriles, fundadora de Reacción Climática, asociación de Bolivia, y denuncia que “el cambio climático no afecta por igual a mujeres y a hombres, ya que la desigualdad crea una brecha entre ambos y genera vulnerabilidad entre ellas que va desde la posibilidad de emigrar, consecuencias en la salud, el empoderamiento y hasta la educación”.
 
Pero esta asociación no considera a las mujeres solamente víctimas de esta crisis mundial, sino también generadoras principales de soluciones, al ser actoras sociales del cambio dentro de lo que podemos denominar como feminización del área rural.
 
Carmen sólo pedía una cosa: “Un acuerdo vinculante con enfoque de género y que respete los Derechos Humanos”. Sin embargo, el acuerdo se llevó a cabo por negociadores con “una visión política” y no a partir de la participación de especialistas y observadores imparciales.
 
“Por muy ambiciosa que sea, no es la solución al cambio climático, porque depende de soluciones a niveles locales, no sólo de políticas multilaterales que piensan en global. Es importante el acuerdo, pero hay que trabajar en legislaciones y acciones de empoderamiento local con indígenas y centros urbanos que se ven afectados por el cambio climático”, recalca la activista.
 
DEMANDAS DE GÉNERO, IMPERCEPTIBLES
 
Han tenido que pasar 21 años para que el género tenga una pequeña mención sobre el tema dentro del acuerdo.
 
“Anteriormente, el género sólo se ha mencionado en el preámbulo. Ahora, por primera vez se cita dentro del texto principal del proyecto (pero no de forma específica) en las secciones sobre adaptación y generación de capacidad. Aunque todavía hace falta la inclusión de género en varias áreas clave, sobre todo en financiación”, señaló Flavia Cherry, representante de los 17 países del Caribe agrupados en la Asociación Caribeña para la Investigación y Acción Feministas.
 
Hacen falta más mujeres líderes. No sólo que dirijan comunidades, que alcen la voz dentro de los altos cargos representativos de la sociedad y encabezados por hombres.
 
Sólo cuatro mujeres en la foto de todos los mandatarios dentro de la inauguración de la COP, motivo también del problema de igualdad del sistema patriarcal en el que vivimos.
 
Pero también, necesitamos mujeres competentes y no mujeres que no estén del lado de la lucha feminista con discursos como el de Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que asegura clavando la mirada que “a veces hace falta compañía femenina”. Pero las activistas no reivindican representación femenina, sino feminista.
 
Escuchar y apoyar a las mujeres es lo mínimo que deberían hacer los gobiernos para garantizar que el Acuerdo de París tenga una resolución de género satisfactoria más allá de las dos líneas que lo mencionan para, así también, cumplir con los Derechos Humanos.
 
*Este artículo fue retomado de Pikara Magazine.
 
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