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Mujeres con esquizofrenia, mujeres abandonadas

Por Miriam Ruiz

Victoria guarda celosamente sus fotos, especialmente esa donde está con Jorge Lavat, el galán de cine de los sesentas. Como entonces, Victoria no escatima cuidado al maquillarse, pero a diferencia del día de la instantánea, ya no es una vedette, sino una paciente con tratamiento psiquiátrico del Centro de Asistencia e Integración Social (CAIS) del Distrito Federal «La Cascada».

Los vecinos del rumbo, en la popular delegación Iztapalapa, conocen como «el asilo de señoras» a esta institución dependiente del Instituto de Asistencia e Integración Social (IASIS) del gobierno capitalino, cuyo perfil incluye la atención de mujeres de la tercera edad y pacientes psiquiátricas: ocho de cada 10 usuarias tiene algún trastorno, generalmente esquizofrenia.

La constante para cada una de las 380 es el abandono: tanto de su familia como de la sociedad capitalina.

En México se calcula que entre las 500 y 600 mil personas que sufren esquizofrenia solamente 10 por ciento recibe atención médica hospitalaria, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional contra las Adicciones de la Secretaría de Salud.

En el mundo, una de cada 100 mil personas sufre esa enfermedad crónica producida por una alteración genética en el cerebro que se desencadena entre los 25 y 30 años en las mujeres.

Sin tratamiento, el abandono y la calle son el camino seguro: 20 mil indigentes viven en la ciudad de México, el lugar del país con más desposeídos, según el único censo sobre el tema realizado en 1996.

Entre los 20 mil, cinco mil son indigentes clásicos: los que pernoctan en la vía sin destino de acuerdo a la clasificación del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). El resto deambula por la ciudad y vive de la caridad o de trabajos menores.

Los trastornos psiquiátricos para las mujeres en «La Cascada» son controlados con medicamentos, cuyo abasto está garantizado, de acuerdo con la responsable técnica Laura Vázquez Alarcón.

Existen diferencias con los varones con tratamientos psiquiátricos, comenta; el uso de hormonales parece beneficiar el estado de las pacientes.

Ellas también requieren cada mes de toallas sanitarias y se les da consejería sobre sexualidad y planificación, puesto que tienen la libertad de entrar y salir del centro.

PASANDO LOS DÍAS

En «La Cascada» abundan las canas, los andares lentos y las figuras que acostadas o sentadas en el pasto le piden al mísero sol invernal un poco de calor. A cada paso aparece una sonrisa desdentada y eventualmente, algunas mujeres jóvenes y bellas.

Cada 10 metros, una mujer diferente se acerca a Laura, la responsable técnica, para saludarla, pedirle otro pantalón o quejarse de alguna compañera. Cada 10 metros. Ella es una de las dos centenas de empleados que ocupa este centro para la atención de mujeres enfermas por la edad o su condición mental.

Unas viven allí desde hace una década, otras han llegado mediante el Programa de Asistencia Social Emergente (PASE) desde las calles de la ciudad de México. «La Cascada» fue fundado en 1964 por el regente Uruchurtu, con el objetivo inicial de atender a niñas en situación de calle.

La gente del PASE recorre dos veces por semana las delegaciones Cuauhtémoc y Venustiano Carranza con la finalidad de proponerle a la población indigente que se incorpore a los programas del IASIS, organismo encargado de promover, coordinar, supervisar y evaluar la asistencia social en el Distrito Federal.

Es distinta la convivencia en este lugar donde las pacientes son todas mujeres, asegura la subdirectora Laura Olivia. Donde hay hombres la violencia suele ser física, aquí las mujeres se hacen de palabras, luego se ayudan, algunas se enamoran entre ellas.

«Hay que apoyarse unas con otras» es el lema que el personal de la institución les dice como un mecanismo para superar la soledad real después de haber sido negadas por sus familias.

Las familias de las más pobres, cuando aparecen, admiten no poder hacerse cargo de ellas y de sus medicamentos costosos. Pero también están las que fueron rechazadas, aun con buena situación económica. Está Norma, que recibe visitas de la secretaria y el chofer de su hermano.

Los miércoles llega el tianguis a la calle Enna en Iztapalapa y para las mujeres de «La Cascada» es día de fiesta. Las que obtienen alguna entrada económica trabajando allí mismo en la limpieza y apoyo del centro, o en los talleres de tejido y bordado y el de chocolatería pueden comprarse un nuevo labial o esmalte de uñas.

La subdirectora técnica asegura a cimacnoticias que sus necesidades están cubiertas. Lo que necesitan es que la gente «de afuera» las visite, que no las abandone otra vez.

A la larga, la directiva de «La Cascada» espera que estas 380 mujeres encuentren un sentido a vivir que vaya más allá de solamente pasar los días.

       
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