Aunque parecen tan distintas las suecas o alemanas de las mexicanas o brasileñas, están hermanadas en su persistente lucha por encontrar condiciones equitativas frente a los varones.
En entrevista durante el foro Femme Globale XXI, que hoy inició en la capital alemanna, Lise Bergh, secretaria de Estado en Suecia para la equidad de género, lamentó que en su país tampoco hay equidad.
«Tenemos muchas inequidades en distintos campos. No tenemos paga igual por trabajo igual, tenemos violencia doméstica, no estamos satisfechas por la representación en el sistema educativo y el sector privado, por ejemplo,» dijo.
Suecia tiene el tercer lugar por su desarrollo para las mujeres, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU) -solamente le anteceden Islandia y Noruega- y la mitad de escaños parlamentarios están ocupados por mujeres en ese país nórdico.
Sin embargo, Bergh sostiene que sus cifras sobre violencia doméstica no son confiables, porque «muchas mujeres no interponen quejas y tratamos de lidiar lo mejor posible con el problema», indicó.
«La raíz de muchos de estos problemas es similar para todas las mujeres. Algo básico para alcanzar la equidad es el ingreso propio, suficiente para vivir, que permita a una mujer tomar sus decisiones. Ese es un problema aun en los países desarrollados,» agregó.
Alemania ocupa el octavo lugar en el mismo índice de la ONU, con 31 por ciento de representación femenina en el parlamento y una planta profesional conformada en 50 por ciento por mujeres.
«40 por ciento de las mujeres que tienen hijos son amas de casa; lo que hacen las que consiguen compaginar el rol de madre con la carrera es individualizar la solución del problema: el cuidado de los niños, la atención a los padres. Lo que hacen es emplear una ayudante de casa de Polonia; no se plantean estrategias globales ni la cuestión de la movilización social», señaló Bárbara Unmüssig, directora ejecutiva de la Fundación Heinrich Böll.
Lamentó en entrevista que las mujeres jóvenes, aunque «están en el mejor momento de movilización política, no se dan cuenta de las desventajas estructurales, la injusticia y la desigualdad de género.»
«Después de unos años, al haber terminado su formación profesional, haber tenido familia e hijos, recién se dan cuenta que no llegan a progresar en las carreras. Ya es tarde, porque están en una situación familiar y personal que no se los permite, o ya no tienen la capacidad ni la fuerza o la independiencia de poder movilizarse políticamente», agregó.
En torno al avance de las mujeres, la representante de la Fundación Heinrich Böll, una de las instituciones organizadoras de Femme Globale XXI, aseguró que frente a la tendencia europea de reducir el Estado «la sociedad civil tiene la meta clarísima de recobrar el rol que el Estado tuvo aquí: proporcionar infraestructura y servir como un marco para la sociedad.»
La vulnerabilidad de las mujeres se evidencia en dos dimensiones: «por un lado, cuando se argumenta que los presupuestos sociales están al límite y tienen que ser reducidos»; por otro, «cuando se apela a que los ciudadanos tengan que aportar su jubilación, el servicio de salud, se afecta a las mujeres doblemente» .
Lo anterior, abundó, «porque muchas de ellas no están tan integradas al sistema laboral. El porcentaje de mujeres que están trabajando es inferior y las mujeres van a quedar fuera de toda protección: no van a tener jubilación ni seguridad social.»
«Por otro lado, cuando se habla del fin del Estado solidario, vemos que muchas de las tareas que se están privatizando en esta tendencia, como el cuidado de los viejos, recae mayormente sobre las mujeres, porque nunca se llegó al punto de superar la división de labores entre mujeres y hombres», sostuvo Unmüssig.
Para analizar algunas limitaciones estructurales y culturales en el desarrollo de las mujeres en todos los países los trabajos del Foro Femmeglobale continuarán en la Universidad Humboldt, en Berlín, hasta el próximo sábado.
05/LG/MR/YT
