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Mujeres emprendedoras: los micronegocios

Por Carmen R. Ponce Meléndez*
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Los llamados micronegocios representan el 38.2 por ciento del empleo femenino, 3.8 millones de mujeres son trabajadoras por su cuenta y riesgo, solamente 7 de cada 100 son empleadoras, mientras que en los hombres esta proporción crece a 22.9 por ciento.
 
Se encuestaron 8.4 millones de mini establecimientos, aportan 15 por ciento del PIB y en conjunto suman 10 millones de empleos en condiciones muy precarias (datos ENOE, cuarto trimestre 2012 y Enamin 2010, Inegi).
 
El universo de estudio para la Encuesta Nacional de Micronegocios (Enamin) son las unidades económicas de hasta 11 personas, incluidas el o la dueña y las y los trabajadores. En el caso del sector manufacturero se consideraron hasta 16 personas, cubre los ámbitos urbano y rural, pero no incluye al sector agrícola.

(VER GRÁFICA AQUÍ)

Comercio y servicios son los sectores con mayor participación femenina, aunque es de destacar que su contribución en manufacturas es superior a la masculina.
 
Con datos de ENOE-Inegi segundo trimestre 2012, se aprecia que la población ocupada (trabajadores y trabajadoras) en micronegocios por sector económico, es muy amplia:
 
En agropecuario, el más alto 82.4; manufacturas 34.7; comercio y servicios el porcentaje alcanza 68.7 y 46.2, respectivamente.
 
Más de la mitad, 69 de cada 100 no cuentan con local para desempeñar sus actividades, y en el caso de las mujeres tres cuartas partes –74.8 por ciento– tienen ingresos mensuales que van de 1 a 5 salarios mínimos, además en el nivel de un salario el número de mujeres triplica al masculino.
 
De hecho más de la mitad de estas trabajadoras por su cuenta se ubican en un ingreso mensual de 1 a 3 salarios mínimos, son trabajadoras pobres.
 
Esta desigualdad de género se repite en materia educativa, ya que 8 de cada 10 mujeres de los micronegocios tienen un nivel que va de primaria incompleta hasta secundaria completa, en tanto que para los hombres esta proporción es menor, 6 de cada 10. Se observa que en el nivel de primaria incompleta también es muy superior la presencia femenina.
 
Casi la totalidad –8 de cada 10– no tiene acceso a servicios médicos y mucho menos a seguridad social, alimentan el mundo de la informalidad laboral.
 
Según datos de la Enamin, sus ganancias promedio son 2 mil 899.27 pesos para las mujeres; en contraste las ganancias masculinas mensuales ascienden a 6 mil 697.60 pesos, más del doble.
 
Por el número de trabajadoras y trabajadores de cada una de estas unidades se puede afirmar que son muy pequeñas, ya que la gran mayoría (8 de cada 10) sólo cuentan con tres trabajadores y el dueño. En el caso de las mujeres la mitad son negocios sin trabajadores, es decir, el autoempleo.
 
En síntesis, resulta más que evidente la enorme desigualdad de género en la que se desempeñan las mujeres, tratándose de “emprendedoras” y micronegocios, y es incuestionable la precariedad que impera en este ámbito laboral, tanto para hombres como para mujeres; no es casual que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) las denomine “fábrica de pobres, o de pobreza”.
 
Frente a esta realidad surge la obligada pregunta: ¿Por qué se promueve tanto la fantasía del “maravilloso mundo de las emprendedoras”, con éxito económico y un futuro venturoso?
 
Tal parece que son placebos para mitigar graves problemas del mercado laboral; no hay que perder de vista que prácticamente la mitad de las mujeres encuestadas dijeron que estaban ahí para completar los ingresos familiares, derivados de los bajos salarios, son estrategias de supervivencia.
 
Precisamente por esta razón bien vale la pena que el Estado a través de sus políticas públicas apoye estas actividades y las formalice. Al respecto, la CEPAL plantea: 
 
“En primer lugar, más que su dimensión, un problema frecuente de estas empresas es su aislamiento, que las deja imposibilitadas de añadir en su producción la escala y especialización necesarias. Por esto, a menudo las políticas son más efectivas cuando se enfocan sobre el aglomerado o la cadena productiva en su conjunto del que las pequeñas y medianas empresas (pymes) forman parte.
 
“Su heterogeneidad implica que las políticas deben calibrar su intervención al tipo de empresa, diferenciando entre las necesidades de política que puedan tener, por ejemplo, las microempresas que operan en el mercado local o un aglomerado incipiente de empresas competitivas y exportadoras. No existe una receta común y las intervenciones deben ser específicas a la cadena productiva, aglomerado o región.
 
“En segundo lugar, dadas las importantes interacciones y complementariedades entre políticas, se requiere de una coordinación significativa entre políticas sectoriales, así como políticas de infraestructura y provisión de servicios para poder resolver los cuellos de botella relevantes para el desarrollo productivo de las pymes y su entorno.
 
“En tercer lugar, combinada con esta mayor coordinación horizontal, también es necesaria una mayor coordinación vertical, por el papel que juegan los actores locales y regionales en las políticas de apoyo a aglomerados y cadenas productivas a nivel subnacional.
 
“Por último, considerando su extenso periodo de maduración, las políticas deben ser específicas, con objetivos claros y sostenidos en el tiempo. Más que intensivas en recursos financieros, estas políticas deben proveer insumos y servicios específicos y contar con mecanismos de monitoreo y evaluación que permitan corregirlas y perfeccionarlas”.
 
El tema ha cobrado especial relevancia, ya que en enero de este año por iniciativa presidencial se creó el Instituto Nacional del Emprendedor (Diario Oficial de la Federación, 14 de enero de 2013).
 
Contempla de manera especial a los micronegocios en aspectos claves como cadenas productivas, créditos y capacitación, así como la operación de fondos y fideicomisos; posibilita autorizar y canalizar recursos públicos para el apoyo de  micro, pequeñas y medianas empresas.
 
Este instituto es un órgano administrativo desconcentrado de la Secretaría de Economía, sus objetivos son ambiciosos, lograrlos requiere recursos públicos pero también el apoyo de la banca que normalmente no otorga créditos a este ámbito empresarial.
 
El reto es enorme, pero es urgente aplicar políticas públicas que mejoren la situación de las mujeres emprendedoras.  

Twitter: @ramonaponce
 
*Economista especializada en temas de género.
 
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