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Mujeres migrantes: trabajadoras domésticas y trabajo decente

Por Carmen R. Ponce Meléndez*

La enorme desigualdad de América Latina, sumada a la creciente desigualdad de ingresos de la sociedad norteamericana han provocado un fenómeno impropio del siglo XXI: el incremento del trabajo doméstico pagado, trabajo que realizan mujeres pobres de los países emergentes.

Mujeres migrantes trabajan en limpieza y cuidado de niñez y enfermos. En el caso de México se trata de aproximadamente 2 millones de mujeres y niñas que emigran del campo a la ciudad, una buena parte son indígenas; internacionalmente 83.0 por ciento de este trabajo informal es femenino, son trabajadoras pobres.

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No es casual que Los Ángeles, California, esté catalogada como una ciudad global con un alto rango en el trabajo doméstico pagado, porque es receptora importante de migrantes mexicanas y en general latinas, al igual que Miami y Nueva York, señala Pierrette Hondagneu-Sotelo en su libro «Doméstica, trabajadoras inmigrantes a cargo de la limpieza y el cuidado, a la sombra de la abundancia».

Hay condiciones que «facilitan» la explotación de estas trabajadoras. Según la autora, «su estatus migratorio se ha tornado en un importante eje de inequidad, entrelazado con las relaciones de raza, clase y género».

También existen serias dificultades de los patrones y patronas para que las limpiadoras de casa o niñeras/encargadas de la casa, que trabajan en hogares privados, se les reconozca como cualquier otro empleo y que éste sea protegido por las leyes laborales.

El empleo doméstico latino es relativamente joven. En Los Ángeles el porcentaje de mujeres afroamericanas que trabajaban como domésticas en los hogares privados descendió de 35 a 4 por ciento entre 1970 y 1990; en tanto que el de las latinas nacidas fuera de Estados Unidos creció de 9 a 68 por ciento (Hondagneu-Sotelo, 2011).

CAMBIO DE ROLES Y MATERNIDAD TRASNACIONAL

A diferencia de la migración masculina que refuerza su papel de proveedor y mantiene un control trasnacional de su familia, las mujeres asumen con enormes dificultades el rol de proveedoras y en muchos casos contempla la separación de su familia y de sus hijos.

En su calidad de niñeras/cuidadoras de casas fungen como madres sustitutas de los hijos de sus patronas anglosajonas, sin poder cuidar a sus propios hijos. A cambio de eso la sociedad norteamericana les niega a los hijos de sus niñeras el acceso a la educación y a la salud.

Actualmente el trabajo desarrollado por estas trabajadoras domésticas migrantes subsidia el trabajo de mujeres privilegiadas, liberándolas para que se unan a la fuerza laboral; consecuentemente el privilegio de los machos dentro de los hogares y las familias permanece intacto y se forman nuevas inequidades.

DIFERENCIAS

La gran mayoría de las trabajadoras domésticas latinas en Estados Unidos por primera vez ejercen este trabajo, ya que en sus países de origen desempeñaban empleos como secretarias, obreras, incluso profesionistas, y no todas son de procedencia rural como erróneamente se piensa.

En el caso de las que se quedan en casa de los patrones, ellas trabajan un promedio de 64 horas por semana, las tres cuartas partes ganan menos del salario mínimo. Cuando perciben el salario mínimo, que en California es de 8 dólares la hora, en una jornada de 8 horas ganan 64 dólares.

Sin embargo, en México una obrera para obtener esa misma cantidad de dólares, con el salario mínimo actual, necesita trabajar alrededor de 114 horas. ¡Vaya diferencia! No está por demás reiterar que la protección primaria y esencial de esta población femenina migrante está en sus países de origen, evitando la diáspora mediante políticas públicas que incluyan empleos y salarios dignos.

Pareciera una obviedad, pero no lo es: las cifras muestran la realidad lacerante del hambre, factor de expulsión. En el país la proporción de población urbana que no puede adquirir la canasta básica de alimentos con su ingreso laboral (Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza) –que aparece en la gráfica– ha crecido muchísimo, 25 por ciento en los últimos seis años.

Son trabajadoras y trabajadores a los que su sueldo no les alcanza ni para comprar alimentos. La situación más crítica está en Baja California, Nuevo León, Chihuahua, Tamaulipas y Distrito Federal (cifras de Coneval, II trimestre).

En este contexto se celebra que a partir de junio de 2011 se iniciara a nivel internacional la regulación de este empleo informal con reglas del formal, a través del Convenio Internacional 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el trabajo decente para las y los trabajadoras domésticas.

Su espíritu es la abolición del trabajo infantil que es muy frecuente en América Latina y el Caribe; el libre derecho a la asociación; la eliminación de la discriminación, y la protección de los Derechos Humanos, entre otros aspectos.

[email protected]

twitter @ramonaponce

* Economista especializada en temas de género.

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