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Mujeres, niñas y niños, 90 por ciento de las víctimas de guerra

Por la Redacción

Los conflictos armados ocasionan grandes estragos en las sociedades; no sólo dejan a su paso la dolorosa pérdida de vidas humanas y una estela de enfermedades, sino múltiples comunidades y familias desintegradas, y el éxodo de grandes grupos en busca de mejores sitios donde vivir.

Estimaciones del Centro de Estudios Políticos para las Relaciones Internacionales y el Desarrollo (CEPRID) destacan que el 90 por ciento de las víctimas de guerra está conformado por civiles, en su mayoría mujeres y niños. Lo anterior contrasta fuertemente con lo que sucedía hace apenas un siglo, cuando 9 de cada 10 víctimas eran precisamente quienes hacían las guerras, es decir, militares.

El Centro precisa que un factor influyente en esta situación es el reconocimiento, a partir de la década de los 90, de la violación sexual como arma de guerra. Este gran avance visibilizó a las grandes víctimas de la guerra, las mujeres que se convierten en objeto de agresión sexual y en botín, lo que genera una mayor tasa de infección por VIH y otras enfermedades; daños a su salud física y psicológica, y pérdida de confianza personal y autoestima.

Muchas mujeres agredidas no sólo carecen de todo apoyo sanitario y legal, sino que sufren marginación y rechazo de sus familias y comunidades debido al estigma asociado con el abuso sexual. Algunas terminan prostituyéndose o aceptando el papel de esclavas sexuales, con tal de subsistir.

Si cumplen con los estereotipos que impone la sociedad de acuerdo a los roles de género, las mujeres asumen un papel pasivo y de resignación ante la guerra, permanecen en el hogar como esposas y madres encargadas del cuidado de los niños, ancianos y enfermos.

Si embargo, no todas se resignan y, asumiendo riesgos, pasan a las filas de los combatientes en los procesos de liberación nacional. Para algunas africanas, su participación militar surge de sus experiencias como víctimas. Y también por coacción, forzadas a portar armas o trabajar para los comandantes. No obstante, muchas otras lo hacen al identificarse con la causa por la que sus parientes o grupos étnicos se involucraron en la guerra.

Ejemplos de participación activa de la mujer los tenemos en las luchas de liberación de los años 70 y 80 en Mozambique, Zimbabwe y Namibia, así como en Sudáfrica, donde fueron entrenadas y combatieron junto a los hombres en la fuerzas del Congreso Nacional Africano (ANC).

También, representaron el 25 por ciento de las fuerzas ZANLA en Zimbabwe, y el 5 por ciento en las guerrillas Mau-Mau de Kenya. En Etiopía, el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF), formado en 1975 para pelear por un Estado democrático, alentó a las mujeres a unirse a la lucha y se les proveyó educación y apoyo para facilitar su participación.

Las combatientes del continente africano, además de participar directamente en el campo de batalla, realizan labores de movilización, reclutamiento y entrenamiento de soldados; espionaje y colocación de minas; evacuación; provisión y traslado de armamentos; cultivo de alimentos y su elaboración; en cuestiones de limpieza, higiene y administración, y brindando asistencia médica.

En varios países, incluidos Uganda y Sudán, se reportan casos de mujeres involucradas en la guerra como partidarias activas y animadoras de las fuerzas combatientes. Un ejemplo de ello lo constituyen las mujeres de Al Hakkamat en Darfur, quienes tienen un papel tradicional de cantantes de alabanzas, y de comunicadoras durante los combates.

Algunas otras impulsan la lucha desde su condición de desplazadas. Este es el caso de las mujeres de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), cuya arma de combate es la Unión Nacional de Mujeres Saharauis, creada en 1974 como rama femenina del Frente Polisario. A través de esta organización han reclamado sus derechos, enfatizando en temas de desarrollo de políticas participativas, transformación de la sociedad y la familia. También, han liderado y organizado los campamentos de refugiados en el ámbito cultural, social, educativo, sanitario y administrativo.

ACCIONES POR LA PAZ

Las mujeres utilizan métodos de combate menos violentos para reclamar paz, justicia e igualdad. Las somalíes han hecho demostraciones de protestas culturales y pacíficas para evitar hostilidades entre clanes antagónicos.

En este tipo de protesta, ocupan titulares internacionales. Ahí está el Comité Africano de Mujeres sobre la Paz y el Desarrollo (AWCPD), parte integrante de la Unión Africana. Su mandato es ampliar la agenda de la paz, para incluir asuntos de reforma agraria, justicia económica y social, además de la participación igualitaria de los sexos en procesos políticos.

Entre los ejemplos de iniciativas internacionales emprendidas por las mujeres en la búsqueda de la paz, se incluyen la Red de Paz de Mujeres de la Unión del Río Mano, cuyas integrantes son de Guinea, Liberia y Sierra Leona. A esta red se le atribuye un papel decisivo en la resolución del conflicto en Sierra Leona y también en las negociaciones entre los países del río Mano.

A pesar de todos sus esfuerzos para luchar por la paz y detener la violencia armada, frente a las mujeres africanas siguen acumulándose desafíos. Como parte de los conflictos armados, muchas de ellas han perdido el acceso a la tierra (Angola, Rwanda y Uganda), y se ven obligadas a emprender nuevas actividades para su supervivencia.

Muchas otras quedan viudas y asumen la pesada carga de ser proveedoras, protectoras y cabezas de familia. Algunas muchachas pierden muy jóvenes a sus padres en la guerra, y quedan a cargo e sus hermanos pequeños, como es el caso de Rwanda después del genocidio. Estudios humanitarios documentaron que miles de núcleos familiares quedaron encabezados por menores de edad, el 90 por ciento de los cuales eran niñas y adolescentes.

Para algunas mujeres, los cambios a los que se ven forzadas pueden convertirse en una forma de liberación con respecto al antiguo orden social. De esta forma, la guerra puede proporcionarles oportunidades de formación como trabajadoras sociales y humanitarias.

A pesar del trauma que supone ser desplazada o refugiada, existen muchas mujeres que han aprendido a sacar beneficios de esta situación pues son priorizadas dentro de los programas de capacitación, desarrollo, salud y educación.

El hecho de conocer otras realidades, ha provocado que las africanas envueltas involuntariamente en conflictos armados cambien en gran medida su percepción acerca del mundo. Ellas aportan al restablecimiento de la paz, promueven oportunidades de educación, ofrecen sus experiencias de formas más independientes de obtener ingresos, y terminan adoptando otras opciones de vida, diferentes a los preceptos que establecen sus sociedades tradicionales.

Parece paradójico, pero cuando las mujeres han participado en la guerra como combatientes o como partidarias activas, puede resultarles más fácil exigir un lugar en la mesa de negociaciones. No obstante, una vez finalizadas las acciones bélicas suelen ser marginadas debido a prejuicios y estereotipos.

A diferencia de los ex combatientes, ellas con frecuencia son excluidas de la participación en nuevas estructuras políticas, e ignoradas por las organizaciones de veteranos. Las intervenciones, tales como la ayuda humanitaria y los programas de desarme y desmovilización para ex combatientes, no ofrecen las mismas posibilidades de reinserción en la sociedad cuando se trata del sexo femenino.

Si bien los conflictos han ampliado los roles económicos de las mujeres y les han brindado más autonomía, tal cambio no ha impactado en una mayor influencia política o a más equidad de género. Tanto en etapas de conflicto como después del mismo, las africanas están poco representadas en las organizaciones nacionales e internacionales.

Salvo excepciones, como el caso de Rwanda, que tiene casi un 50 por ciento de parlamentarias, incluyendo a la presidenta de la Asamblea Nacional; y el de Sudáfrica, con un 30 por ciento de representación femenina en el ANC, pocas mujeres tienen acceso a cargos públicos o políticos en el continente africano.

Ciertamente, la paz verdadera no significa solamente el fin del conflicto armado, sino también el establecimiento de instituciones sociales duraderas, que incluyan a las mujeres en la toma de decisiones y en las estructuras de poder.

09/RMR/GG

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