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Mujeres: presencia activa en el cine mexicano

Por Miriam Ruiz

En un siglo de cine mexicano están registradas 30 directoras. En la última década 16 largometrajes se hicieron bajo la batuta de una cineasta, además de 47 cortometrajes. Sin embargo, las mujeres están en todos los ámbitos de la producción cinematográfica y televisiva nacional.

María Novaro, directora de «Lola», «Danzón» y «Sin dejar huella», así como Busi Cortés, recordada por su ópera prima «El secreto de Romelia», despuntaron en la década de los años 80 y su quehacer da vuelta por los más prestigiados festivales; ahora se les suma María del Carmen de Lara con su «En el país de no pasa nada» (2000).

Otro caso es Marisa Sistach, quien el mes pasado recibió la beca de Estímulo a Creadores del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) para continuar con su proyecto de «La niña en la piedra», después de haber dirigido «Perfume de violetas», que narra el paso por la adolescencia de dos amigas en un barrio marginal de México y que fue seleccionada para competir por el Oscar a la mejor película extranjera.

Detrás de estas protagonistas de la cinematografía hay un ejército de mujeres cineastas que hacen cortometrajes y guiones de primer orden, «lástima que no haya dinero para que puedan producir más», se lamenta Catherine Bloch, quien actualmente como titular de investigación de la Cineteca Nacional realiza un estudio sobre mexicanas en el cine de la década de los 90.

«Por cada diez películas mexicanas, una es dirigida por mujeres», explica en entrevista. «Entre 200 cortometrajes registrados en nuestra base de datos entre 1990 y 2000 –muchos de ellos premiados o que se exhibieron en algún festival o ciclo– realizados aproximadamente 47 fueron dirigidos por mujeres.

A la hora de buscar los escasos recursos económicos para filmar ellas pasan a segundo plano, «sin entrar en la polémica de la igualdad, para hacer una película se escogen los hombres primero y algunas mujeres con renombre internacional.

Para las egresadas jóvenes de las escuelas de cine aún de las prestigiadas, el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) o el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) es más difícil.

La directora general de la Cineteca Nacional, Magdalena Acosta, durante la entrevista sostenida con ambas funcionarias, dijo que cuando se habla de mujeres en el cine solamente se piensa en las que dirigieron largometrajes sin reparar en los cientos de mexicanas que trabajan en la industria cinematográfica y televisión en niveles ejecutivos, creativos y técnicos.

Dado que lo más difícil para hacer cine es obtener los recursos para iniciar su rodaje, Magdalena Acosta señaló que aquéllas que logran hacer sus películas además de ser talentosas y tener mucho que decir en sus obras son, sobre todo, muy perseverantes en un medio difícil para todos, pero no exento de los problemas culturales que diferencian a hombres y mujeres.

Respecto a la situación de las mexicanas frente a otras naciones, las especialistas pusieron como ejemplo a Estados Unidos, donde a pesar de que la organización que agremia a las mujeres de cine y televisión en el país cuenta con dos mil afiliadas en Nueva York y cerca de tres mil en Los Angeles, las directoras en Hollywood suelen quedar en el anonimato.

Por su parte, tras señalar que el boom de las directoras mexicanas se dio en los años 80 con las mujeres que egresaron por primera vez del CCC y del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos CUEC, el crítico de cine Gustavo García, se lamentó de que estas cineastas tienen obras destacadas pero no continuidad en ellas.

No es privativo de las mexicanas, dijo en entrevista, y puso como ejemplo al director Nicolás Echeverría, quien en 1991 rodó la biografía del conquistador Alvar Núñez Cabeza de Vaca y solamente 10 años después presentó «Vivir mata».

Además del factor económico, dijo, el cine es complicado, es desgastante buscar recursos y suele complicarse cuando las cineastas se casan. Es un compromiso que puede consumir dos años de vida con un pago total de 250 mil pesos, abundó, por ello mujeres y hombres se van a otras áreas académicas o administrativas.

Destacó el caso de Marisa Systach quien, a pesar del éxito de «Perfume de violetas», «está en la casilla de salida» otra vez solicitando becas y, como tanto otros, «vivir como eternos postulantes. Si pensábamos que el cine de los 80 tenía condiciones humillantes es porque no habíamos imaginado esto».

Sin embargo, para la tesista de Comunicación Social en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Magally Beltrán hay una censura hacia las directoras mexicanas en cuanto a la distribución y permanencia de las películas en exhibición vinculada al género.

Investigadora en el programa Cine y Género, Beltrán Illescas asegura que hay una forma particular de hacer cine para las mujeres donde rompen los estereotipos de mujer buena, mujer mala y madre abnegada, figuras destacadas del cine nacional.

Sus historias, que suelen ser intimistas, suelen tener planos largos, es decir escenas sin cortes y lentas, más parecidas al cine europeo. Los hombres las tachan de aburridas, señala, pero ella llama a los varones, en especial a quienes se mueven en esta industria a que se abran a otro punto de vista porque las cineastas tienen un mensaje que pide ser escuchado.

LAS PRECURSORAS

En 1917, Mimí Derba fundó Azteca Films; en 1928, Cándida Beltrán Rendón escribe, produce y dirige «El secreto de la abuela»; en 1938, Adela Sequeyero hace «La mujer de nadie», primer filme sonoro mexicano.

Además de Matilde Landeta, que hizo «Lola Casanova» en 1948 y su cuarto y último filme, «Nocturno a Rosario», de 1991, fue una enorme sorpresa por la reaparición de una cineasta olvidada de los años 50, cuando las condiciones eran realmente machas, señala Gustavo García. A Matilde Landeta le robaron guiones sin avisarle que ella no había de dirigir, como le ocurrió con «El camino de la vida».

En la historiografía del cine mexicano se consigna también a Isabelle Tardin y Sabina Berman, que en 1995 codirigen «Entre Pancho Villa y una mujer desnuda»; a Guita Schyfter, por «Novia que te vea», y a Dana Rotberg, quien en el 2001 realizó su quinto filme, «Otilia Rauda».

Una cineasta consagrada y viva en el cine mexicano actual destacado durante las entrevistas es Marcela Fernández Violante, directora de siete largometrajes, entre ellos «De todos modos Juan te llamas», «Cananea» y el más reciente «Piel de víbora».

Actualmente secretaria general del Comité Central del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica, Fernández Violante fue calificada por García como «una fuerza desatada de la naturaleza».

       
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