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Mujeres resisten a la violencia en San Juan Copala

Por Anaiz Zamora Márquez, enviada
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La región mixteca del estado de Oaxaca alberga a San Juan Copala, municipio rodeado de cerros y montes con abundante vegetación, lugar de residencia de indígenas triquis; mujeres y hombres que decidieron declararse municipio autónomo en enero de 2007. 
 
Desde ese año, además de estar rodeados de vegetación, los habitantes de Copala fueron cercados por grupos paramilitares que se opusieron a la autonomía de la población.
 
La resistencia duró poco menos de tres años, pues el enfrentamiento continuo entre integrantes del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI) y de la Unidad de Bienestar Social de la Región Triqui (Ubisort), para 2010 había cobrado ya la vida de cientos de personas y orillado a muchas a salir de su comunidad.
 
Con apenas 23 años de edad, Mariana Flores López forma parte de esa historia. Ahora es activista, defensora de Derechos Humanos en la Asociación Nacional de Abogados Democráticos (ANAD), y estudiante de Derecho; quiere ser abogada para así defender a los suyos, “a quienes nadie escucha y aún así les arrancan todo”.
 
El pasado 14 de febrero llegó a Cherán (municipio también en resistencia, pero ubicado en Michoacán) para apoyar el movimiento que mujeres y hombres iniciaron para defender sus tierras y sus bosques. En este contexto contó su historia a Cimacnoticias.
 
Como es la costumbre en San Juan Copala, a su madre la vendieron a los 11 años de edad. Cuando Mariana –la más pequeña de la familia– nació, su padre se fue dejando a su madre toda la responsabilidad familiar.
 
“Mi mamá me crió sola; los primeros años de mi vida me enseñó a ser una mujercita (como se dice en el pueblo); me decía que tenía que aprender a cocinar, limpiar, cuidar a los otros para después atender a mi marido. Con el paso del tiempo y la carga de trabajo sus ideas se volvieron más flexibles y me dejaba estudiar.
 
“Cuando acabé la secundaria pensé que ya no iba a estudiar, pero mi mamá me dijo que no me iba a vender, que si era mi deseo seguir estudiando lo hiciera porque ella no quería para mí una vida sin futuro; aproveché y me metí a la preparatoria; eso fue en 2007 cuando la comunidad se declaró autónoma”.
 
De acuerdo con Mariana, la estrategia que el Estado utilizó para separar al pueblo fue la creación y armamento de grupos paramilitares. “Trajeron a gente del pueblo que llevaba viviendo varios años en el extranjero y que ya no era parte de la comunidad;  ellos fueron los que desde adentro nos destruyeron”, acusó.
 
“Al principio todo era tranquilo y pensábamos que por fin íbamos a vivir en paz, pero después se fueron dando una serie de problemas al interior de la comunidad y poco a poco la violencia iba aumentando”, agregó.
 
Desde finales de 2009 el municipio empezó a vivir una ola de violencia exacerbada que obligó a sus habitantes a vivir una especie de estado de sitio.  
 
Por 10 meses resistieron adentro de la comunidad; las mujeres arriesgaban su vida para ir a buscar alimentos, “salían las mujeres, porque sabíamos que si salían los compañeros disparaban y hasta ahí quedaban”.
 
El tiempo que duró el “estado sitio” Mariana estudió la preparatoria fuera de la comunidad, por lo que tenía que salir y entrar al poblado por las veredas para pasar desapercibida y que no le dispararan.
 
“Procuraba llegar de noche, no llegaba por los caminos y muchas veces me lastime en la vereda, pero no podía dejar de ir, a mí me gusta estar cerca de mi pueblo y de mi familia, no me importaba lo que pudiera pasar, yo iba”.
 
“A las mujeres no les disparaban pero les hacían cosas peores, yo veía tanta injusticia y me daban ganas de llorar, pero en esos casos es lo que menos puedes hacer, tienes que armarte de valor. Un día encontraron a una de nuestras compañeras asesinada de la forma más cruel: la violaron, la torturaron, hasta le raparon el pelo; para nosotras fue una advertencia.
 
“Pasamos muchos meses sin que nadie se atreviera a decir nada, pero un día pensé que si nadie denunciaba lo que estaba pasando podíamos pasar ahí mucho tiempo más y perder la vida; así fue que me armé de valor y fui de las primeras que habló en el radio para que todos supieran lo que estaba ocurriendo”.  
 
EMBOSCADA
 
“Yo creo que las tristezas y las injusticias nos daban fuerza para organizarnos, ya estábamos cansadas, teníamos hambre, teníamos ganas de salir sin que nadie nos hiciera nada, ya habían secuestrado, violado a compañeras, ya no teníamos nada que perder, fue cuando nos empezamos a organizar mejor cómo íbamos a denunciar.
 
“En esos momentos yo ya formaba parte de los grupos de resistencia y conocí a (la activista asesinada en 2010) Bety Cariño; no puedo decir que era mi amiga pero si la respetaba y la admiraba mucho.
 
“Días antes de que saliera la primera caravana yo estaba en su casa, nos invitó a comer como compañeras y la pasé muy bien; era una mujer que sólo de escucharla te deban ganas de seguir peleando; ella tenía el poder de inspirarte para defender lo que era tuyo.
 
“Yo no fui a la primera caravana, pero cuando me enteré de que la habían asesinado yo no lo pude creer, no sabía lo que estaba pasando y me enteré así de golpe; me puse muy triste pero ni modo de quedarme ahí llorando; ese día pensé que la lucha que librara tendría que honrarla a ella.  
 
El 27 de abril de 2010 se realizó la primera caravana de paz y solidaridad internacional rumbo a Copala. Fue atacada por encapuchados en las inmediaciones de la región triqui, en el paraje conocido como “Los Pinos”.

Beatriz Alberta Cariño, directora del Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos (Cactus) e integrante de la Red de Radios Indígenas Comunitarias del Sureste Mexicano, y Tyri Jaakkola, observador de origen finlandés, fueron asesinados ese día. El Estado mexicano ha querido en reiteradas ocasiones dar carpetazo al asunto.
 
CRISIS
 
En julio de 2010 se realizó una segunda caravana internacional con la intención de romper el cerco que mantenían los grupos paramilitares, objetivo que no se conquistó y el estado de sitio llegó a una situación crítica.
 
“En septiembre por 10 días nos cortaron el suministro de agua; podíamos salir sólo en las madrugadas a buscar algo de comida, sin una lámpara que nos alumbrara; a la que agarraban la secuestraban, la torturaban para matarla; nos estábamos muriendo no sólo de hambre sino de sed.
 
“Nos dieron un plazo de 24 horas para unirnos a ellos o abandonar el municipio, los que no quisiéramos dejar de ser autónomos teníamos que salir corriendo, como si hubiéramos hecho algo malo.
 
“El plazo que nos dieron no lo respetaron; antes de que se cumplieran las 24 horas empezaron a disparar a quien saliera de sus casas”.
 
Entre el 12 y 18 de septiembre de 2010 muchas familias huyeron de madrugada por las veredas de los montes ante el temor de ser asesinadas dejando atrás sus pertenencias, ya que durante el día hubo enfrentamientos en Copala y los alrededores.
 
“Me fui a Oaxaca; ahí me uní al campamento del zócalo de Oaxaca; exigíamos que las autoridades garantizaran la seguridad para poder regresar a nuestras casas; también queríamos que resolvieran el caso de Bety Cariño, (pero) nunca se hicieron responsables y no creo que lo hagan.
 
“Todo pasó porque al Estado no le conviene que los municipios se consideren autónomos, se organicen y decidan defenderse por su cuenta, no les gusta que te salgas de lo que ellos ordenan, cuando lo haces te acorralan hasta que no puedes más”.
 
A tres años de distancia, Mariana aún sueña con regresar a su lugar de origen. “Yo quería ser enfermera porque los doctores de mi pueblo sólo hablaban español y no entendían los malestares de mi gente que habla triqui; yo quería ser la intermediaria entre los médicos y la gente para que ya no se muriera; ahora estudio Derecho por la misma razón: quiero defender a mi gente en su idioma, quiero acercarles la justicia y que sepan que yo hablaré por ellos.
 
“También quiero impedir que los padres sigan vendiendo a sus hijas, por eso me empeñó en explicarles que decidir con quien se casan es una decisión de ellas y no un negocio; quiero trabajar por las compañeras que no tuvieron la oportunidad de estudiar.
 
“Las amenazas existen, me han amenazado de muerte, me piden que me calle o las voy a pagar, pero yo prefiero morir defendiendo mi tierra y lo que es mío, que vivir callada y sin actuar ante las injusticias”.
 
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