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Mujeres rurales enfrentan el mayor rezago social

Por Carmen R. Ponce Meléndez*
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Cuando se ignora el género, hay un costo para el bienestar humano y el crecimiento sostenible.
 
Bajo esta premisa está concebido el “Manual sobre género en agricultura”, producto del esfuerzo conjunto del Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).
 
“El cambio climático y el aumento de los precios de los alimentos son recordatorios de la necesidad de enfocarnos en la seguridad alimentaria y la agricultura para el desarrollo, para ello es necesario reconocer los diferentes roles que desempeñan mujeres y hombres, y la igualdad de género en el acceso a los recursos y oportunidades”.
 
En México, en las zonas rurales hay una desigualdad de género  muy amplia. En el rubro de falta de ingresos propios, las mujeres rurales muestran una proporción de 32 de cada 100, mientras que la población rural masculina sin ingresos es de 11 por ciento.
 
Lo anterior en gran medida debido a la fuerte carga de trabajo no remunerado, además del trabajo doméstico que realizan estas mujeres.
 
Para América Latina el porcentaje de mujeres rurales sin ingresos propios crece a 41 por ciento, frente a 15 por ciento de los varones sin ingresos (datos de CEPAL 2010, ver gráfica).

(VER GRÁFICA AQUÍ)

Se estima que la población femenina en las zonas rurales es cerca de 13 millones, de las cuales la cuarta parte vive en localidades con menos de 2 mil 500 habitantes con rezagos de importancia en comparación con las localidades de mayor tamaño.
 
Únicamente 22 de cada 100 son propietarias de tierras, concentrándose en los estados de Veracruz, Tabasco y Baja California (Inegi 2010), y registran un promedio de 89 horas de trabajo a la semana, lo que representa 31 horas más que las que, en promedio, el hombre rural en México dedica al trabajo (FAO).
 
Presentan un perfil de pobreza y precariedad laboral, ya que 93 de cada 100 (93.6 por ciento) de las mujeres trabajadoras del sector agropecuario NO cuentan con prestaciones laborales, y 85.0 por ciento de las mujeres rurales están sin acceso a instituciones de salud; un porcentaje superior al que presentan las de los micronegocios (Enoe-Inegi, cuarto trimestre 2012).
 
Por otro lado, la seguridad alimentaria está en riesgo. De acuerdo con cifras del Inegi, durante los últimos 18 años (1994-2012), la importación de alimentos pasó de mil 800 a 27 mil 143 millones de dólares.
 
Según el “Manual sobre género en agricultura”, la seguridad alimentaria doméstica significa acceso durante todo el año a un suministro suficiente de alimentos nutritivos y aptos para el consumo, para satisfacer las necesidades nutricionales de todos los miembros de la familia.
 
Mientras que la seguridad nutricional requiere que los miembros de la familia no sólo tengan acceso a los alimentos, sino también a atención sanitaria, un ambiente higiénico y conocimientos de higiene personal. La seguridad alimentaria es necesaria, pero no suficiente para garantizar la seguridad nutricional (FIDA).
 
La discriminación por motivos de género fomenta la malnutrición y el desempoderamiento de las mujeres, por lo que frecuentemente las prácticas discriminatorias aplicadas en las comunidades rurales generan desequilibrios en la distribución de los alimentos dentro del hogar, de tal forma que las mujeres y niñas tienen acceso a alimentos con menor valor nutricional y en menor cantidad que los varones, tanto niños como adultos.
 
Este estudio señala que al no tener un reconocimiento pleno de sus derechos sobre su condición jurídica y social, las mujeres rurales carecen de facultades para adquirir propiedad sobre la tierra o acceder a servicios esenciales como crédito, insumos agrícolas, capacitación y educación.
 
Adopta un Enfoque de Medios de Vida Sostenible (EMVS), popularizado por el Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID, por sus siglas en inglés), para proporcionar un marco conceptual para las complejidades y sinergias de la igualdad de género, medios de vida, seguridad alimentaria y reducción de la pobreza.
 
Específicamente examinan asimetrías de género en acceso y control de activos; participación y poder sobre la tierra; la mano de obra, y el mercado financiero y de productos.
 
Además de la información sobre el mercado, servicios de extensión, capacidades y formación; participación y liderazgo en las organizaciones rurales; composición del hogar, y la disponibilidad de trabajo (ratios de dependencia, migración y discapacidad).
 
Los roles y relaciones de género afectan a la seguridad alimentaria y al bienestar de los hogares, indicadores fundamentales del desarrollo humano.
 
Estas cuestiones se deben tratar desde una perspectiva de desarrollo. La dimensión de género es crucial por razones económicas y desde el punto de vista de la eficiencia.
 
Especialmente en el sector agrícola, donde las desigualdades de género en el control y acceso a los recursos son persistentes, debilitando un desarrollo sostenible e inclusivo del sector.
Por último, la igualdad de género es un Derecho Humano fundamental, que tiene valor en sí mismo y por sí mismo.
 
Twitter: @ramonaponce
 
*Economista especializada en temas de género.
 
13/CRPM/RMB

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