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Mujeres y la otra epidemia: estigma y discriminación

Por Lucía Lagunes Huerta*

El día de hoy se cumple 20 años de lucha para lograr que el VIH/SIDA sea una enfermedad sin estigma y discriminación, incluida la de género. Una enfermada donde las personas sean tratadas con respeto, que toda la población tenga información y acceso a la prevención, y quienes tengan VIH/SIDA cuenten acceso a los tratamientos de manera gratuita.

A lo largo de dos décadas se ha insistido en mirar el VIH/SIDA como una enfermedad alejada de la moralidad fundamentalista, que lo único que ha provocado es incrementar la vulnerabilidad de las personas a contraer el VIH, con su contracampaña sobre la efectividad del condón masculino y femenino.

Las cifras en estos días estarán presente, como lo estuvieron en agosto a lo largo de la Conferencia Internacional de VIH, algunas de ellas son: 33 millones de personas viven con VIH, de ellas, 1.6 millones son latinoamericanas. ONUSIDA en su más reciente informe anunció, por primera vez, una disminución de la expansión de la epidemia, pero también alertó sobre su feminización. Sesenta por ciento de jóvenes, entre los 15 y los 20 años de edad, que viven con VIH/SIDA son mujeres.

En México, datos oficiales estiman unos 115 mil 651 casos acumulados; las cifras muestran un acelerado incremento de la feminización: en dos décadas, la proporción ha pasado de 23 hombres por una mujer a tres hombres por una mujer. Frente a esta realidad, las políticas públicas de atención y prevención de VIH/SIDA hacia las mujeres son limitadas, así como los presupuestos públicos con perspectiva de género.

La violencia contra las mujeres es causa y consecuencia del VIH, y uno de los principales factores asociados al acelerado proceso de feminización de la pandemia.

Atrás de cada cifra hay nombres, personas concretas, mujeres que luchan todos los días para seguir adelante, muchas de ellas son hoy líderes, que luchan contra el estigma y la discriminación, en hospitales para poder ser atendidas ginecológicamente con dignidad, que sus embarazos y partos dejen de ser motivo de hostigamiento por parte del personal médico.

Mujeres como Rosario, lesbiana, que lucha en la frontera norte porque las y los inmigrantes cuenten con acceso a los servicios médicos, a los retrovirales, a grupos de apoyo para la autoestima, comida, cariño. Ella además da talleres de prevención, tanto para personal médico como magisterial.

Como Rosario, está Martha, Rosamaría, mujeres positivas que sin importar su edad, preferencia sexual, estado civil, trabajan día a día no sólo para ellas y sus familias sino para su comunidad.

Algunas han tenido que pelear para que en las escuelas de sus hijas e hijos dejen de señalarlos, de hostigarlos, aislarlos porque la mala información, el prejuicio dice que esos menores de edad, cuya madre es positiva pueden ser «peligrosos» para otros. El peligro es la desinformación, el miedo, dicen Rosamaría, porque eso evita que las personas se protejan.

Patricia Pérez, candidata al Premio Nobel de la Paz, mujer latinoamericana que impulsa y lidera la comunidad Internacional de Mujeres Viviendo con VIH/SIDA (ICW latina), la búsqueda de la dignidad, de trato justo respetuoso de las mujeres, niñas y adolescentes.

Lucha por su vida y también por las niñas, como Candela de El Salvador, para que deje de hablar con sus amigas «del miedo»; para que Angélica, de 10 años, de Honduras, deje de preguntarse ¿por qué no es una niña normal? O Fernanda, de Bolivia quien es la proveedora de material informativo para su maestra y compañeros de clase a sus diez años de edad.

Todas ellas son mujeres que no quieres ser vistas como víctimas, como «las pobrecitas». No quieren seguir repitiendo más su historia de dolor cuando fueron informadas de su positividad. NO más, dicen ellas. Quieren contar que son fuertes, líderesas, con organizaciones que logran negociar con sus gobernantes y secretarios de Salud estatal para obtener retrovirales, para capacitar al personal médico del trato humano para las mujeres con VIH.

Por ello, veinte años después hay que seguir hablando de la otra epidemia: la del estigma y discriminación que aísla, vulnera y mata a las mujeres. Es necesario fomentar la educación sexual de la población en general, sacar el tabú del closet y ponerlo en audiencia pública para hablar de frente del cuerpo y el alma, de la mente y el espíritu, del gozo y el placer, de la responsabilidad y el respeto.

* Periodista y feminista mexicana, coordinadora general de Comunicación e Información de la Mujer, AC (CIMAC).

08/LLH/GG

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