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Mujeres y VIH, el doble estigma

Por Soledad Jarquín Edgar

Son cada vez más jóvenes. Muchas de ellas despertaron de su sueño de amor al saber que dormían con el hombre que las infectó con VIH-Sida. Antes carecieron del cuidado y la información necesaria para protegerse, y ahora alzan la voz para enfrentarse a una doble y violenta discriminación: ser mujeres y vivir con el virus. Así dan la batalla por lo único que les queda: la vida.

Lo que no se ve no existe… Aunque en el mundo la mitad de las pacientes con VIH-Sida son mujeres de entre 15 y 49 años de edad, no hay campañas destinadas a ellas. Y si bien vivir con VIH-Sida es vivir en una permanente discriminación y dentro del estigma, ser mujer y tener la enfermedad significa enfrentarse cotidianamente a la violencia de género, la misoginia y el machismo.

Como la mayoría de las mujeres que conoce, «Nora» adquirió el VIH-Sida a través de su pareja. «Mi caso es más light; no he tenido que cuidar a nadie ni enterrarlo. Nos separamos a tiempo».

«Sonia» también fue infectada por su pareja. Lo cuidó y lo enterró. Después del fallecimiento de su esposo supo que era portadora del VIH… al igual que Víctor, su pequeño que hoy tiene tres años de edad.

Nora esperó a que el enojo, la rabia y la indignación terminaran para hablar con su familia más cercana. El resto se enteró hace apenas unos meses, cuando una meningitis la tuvo hospitalizada varias semanas. «Lo curioso es que mis tías lloraban y yo tenía que consolarlas».

Sonia, en cambio, hasta ahora oculta a su familia que está enferma; asegura que no lo revelará en lo inmediato, como no lo ha hecho desde que sabe su diagnóstico, hace más de dos años, porque tiene miedo. «Mis hermanos son muy machos y me correrían de inmediato».

CONDENADAS A MUERTE

Gabriela Velásquez Rosas, directora general del Consejo Estatal para la Prevención y Control del Sida en Oaxaca (Coesida), y Nizarindandi Picasso, de la Red Mexicana de Personas que Viven con VIH-Sida, coinciden en que las mujeres, en los hechos, no son vistas por el Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre el VIH-Sida (ONUSIDA) como «vulnerables» ante la pandemia, aunque «esfuerzos hay».

Esperanza Aguilar, integrante de la Sociedad Oaxaqueña de Sexología, señala que la invisibilidad del problema entre las mujeres tiene resultados negativos: cada vez más mujeres amas de casa son infectadas por sus parejas; la falta de información adecuada, el no asimilar lo que sucede en la vida cotidiana y, por tanto, la desprotección de las mujeres durante sus relaciones sexuales, las enfrenta a la muerte.

Para Nizarindandi Picasso, la experiencia es clara: lo que no se ve no existe. Se habla del Sida y las mujeres en fechas conmemorativas, como el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer o, tal vez, el 25 de noviembre, Día de No Más Violencia contra las Mujeres; «el problema es que miles de mujeres vivimos con VIH-Sida los 365 días del año, no sólo el 1 de diciembre».

MISOGINIA Y MACHISMO

Para Picasso, «las mujeres que buscan atención en las instituciones se enfrentan no sólo a la discriminación y a la violación permanente de sus derechos, sino también a la misoginia y el machismo de los tomadores de decisiones».

Para las mujeres -agrega- el costo social es muy alto. No puedes dar la cara tan fácilmente; te vuelves invisible y si no eres visible no existes… para los tomadores de decisiones la clave está en los hombres que tienen sexo con otros hombres, porque entre ellos está la cifra más alta de la epidemia. Entonces, para que hagan campañas dirigidas a mujeres, ¿deberíamos llegar a tener el mismo número de mujeres infectadas?

EL ABSURDO

Niza sostiene que ése es el absurdo más grande. «El año pasado hicimos un gran berrinche», pues la campaña mundial estaba dirigida a «mujeres, muchachas y VIH-Sida», pero en México se cambio por masculinidad, lo cual tiene que ver con esa invisibilidad de las mujeres, la falta de activistas, la desarticulación. «La mayoría de las organizaciones están lideradas por hombres gay».

La invisibilidad de las mujeres, indica Gabriela Velásquez Rosas, incide directamente en las cifras de mujeres infectadas, pues ellas no asumen el riesgo cotidiano de adquirir el padecimiento «porque se sienten seguras al tener relaciones con sus parejas».

La realidad es otra. Como en muchas entidades del país, en Oaxaca las amas de casa ocupan el primer lugar en número de casos, con 370. Además, la proporción hombre-mujer se ha reducido: en 1986, cuando se detectó el primer caso de VIH-Sida en Oaxaca, había una mujer infectada por cada seis hombres. En la actualidad, la proporción es de cuatro hombres por cada mujer; la mayoría son jóvenes entre 15 y 44 años de edad.

BIOLÓGICAMENTE VULNERABLES

Para la titular del Consejo Estatal de Lucha contra el Sida (Coesida), la falta de autonomía de las mujeres las hace más vulnerables socialmente; a ello hay que añadir que las mujeres son más vulnerables biológicamente debido a que exponen una mayor superficie mucosa durante el coito y tienen contacto con el semen, el cual tiene más cantidad de virus que el flujo vaginal.

Las mujeres que han pasado la menopausia biológicamente son aún más vulnerables a causa de las escasas secreciones vaginales, mismas que reducen los obstáculos para el VIH, sostiene Gabriela Velásquez.

Lo inexplicable, agrega, es que si las mujeres son de dos a cuatro veces más vulnerables que los hombres al VIH-Sida, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, para ONUSIDA, en cambio, no somos una población vulnerable; por eso no existen programas y, por ende, dinero específico destinados a la prevención de la enfermedad entre mujeres.

El otro problema, sostiene Niza, es la permanente violación a los derechos humanos de las mujeres. «Nuestros hijos e hijas no son admitidos en las escuelas y la Secretaría de Educación Pública no dice nada absolutamente».

Y añade: «Estamos sujetas a juicios de valor del personal médico, quienes asumen que nosotras no tenemos vida sexual y, por tanto, no nos facilitan métodos anticonceptivos. Si te embarazas te consideran irresponsable, y si decides que no quieres tener el bebé, tampoco se te facilita abortar. La normatividad no existe, aunque exista».

LOS EQUIVOCOS Y LA RABIA

Picasso explica que hay ideas erróneas por falta de información. Se cree que las mujeres adquieren el virus porque su esposo o pareja lo contrajo con una sexoservidora. Las trabajadoras sexuales están mejor informadas que el resto de las mujeres. Lo cierto, apunta, es que los hombres se infectan porque tienen relaciones con otros hombres.

A su vez, Velásquez Rosas refiere que otro problema entre las mujeres es la imposibilidad de negociar con sus parejas el uso del condón, pues es muy común que esto lleve a que se emplee violencia contra ellas. Así, las mujeres indígenas, como en muchas zonas urbanas, se saben infectadas cuando se embarazan o cuando el recién nacido se enferma de manera recurrente.

Es común, señala con tristeza, que las mujeres digan que «fueron utilizadas por sus parejas», porque «las relaciones sexuales son algo que los hombres hacen con las mujeres y no junto con ellas».

En el año 2000, «Lucía» supo que estaba infectada: «Adquirí el VIH a través del padre de mi hijo, la persona a quien amaba, en quien confiaba y por cuya confianza nunca me protegí».

Por eso, dice la ahora activista, «cuando ves que cada vez son más las mujeres jóvenes que adquieren el virus y que no hay un trabajo efectivo de prevención te da rabia e impotencia, porque todavía muchas mujeres no se saben vulnerables y tienen una nula percepción del riesgo en el que viven».

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