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Muy pocas mujeres participan en la comunidad del Software

Por Alejandra Waigandt

Aunque la comunidad de software libre es, en teoría, abierta e inclusiva, muy pocas mujeres participan en ella, hay pocas mujeres hackeando, distribuyendo contenidos, y reproduciendo la filosofía que caracteriza a esta comunidad.

Tres mujeres comprometidas con ese ámbito relatan sus historias y reflexionan sobre la escasa participación femenina en el software libre.

Margarita Manterola tiene 30 años y lleva unos 10 involucrada en la comunidad de software libre, está casada con un ingeniero informático, con quien comparte la fascinación por el software no privativo. No tiene hijos y junto con su marido ha logrado distribuir las tareas del hogar con equidad. No es un dato menor, ya que de esa manera ha podido conquistar el tiempo libre necesario para desarrollar.

Los varones son mayoría en la comunidad de software libre, según confirmó Manterola, quien participa en ámbitos masculinizados desde hace tiempo. No sólo en la rama informática participan más varones que mujeres, sino también en el sector de ingeniería electrónica, título con el que está graduada.

«Cuando voy a una charla con mi marido, donde la gente no nos conoce, siempre le preguntan a él ‘que opinás de tal cosa’ o ‘cómo solucionarías tal otra cosa’. Asumen que él es quien sabe y quizás la respuesta a ese problema la tengo yo’, señaló la reconocida programadora en los entornos digitales.

Sofía Martín, de 33 años, también es ingeniera electrónica y asegura que es muy difícil trabajar como técnica. Los puestos, por ejemplo para administrar redes de computadoras, son ocupados por varones; cuando las ingenieras postulan para ofertas laborales de ese tipo difícilmente resultan seleccionadas.

Martín es muy eficiente armando de redes, trabajó un tiempo en mantenerlas y cuando debía instalarlas, los empleadores que en este rubro suelen ser varones, no le daban crédito, y sin embargo ella podía cablear y manejar herramientas. ‘Este trabajo se lo dan a los varones, en cambio programación es un camino posible, no hay discriminación’, aseguró.

La abogada María Elena Casañas, de 70 años, adora las computadoras desde que las conoció, aunque empezó a utilizarlas años más tarde. Cuando dejó la abogacía ‘de trinchera’ para dedicarse a la mediación, en 2001, hizo un posgrado sobre derecho informático en la Facultad de Derecho de la UBA, un curso virtual que le brindó conocimientos sobre informática y teleprocesamiento.

Dos años más tarde realizó un nuevo curso en el Instituto Teconológico Argentino (ITA) sobre hardware de PC y armó su propia computadora. ‘A mí no me des agujas de hacer corché, a mí dame un destornillador’, afirmó Casañas, que defendió: ‘Parecería que las señoras mayores deberíamos ser más proclives a tejer croché que a usar el destornillador, pero no es así, me gusta armar y desarmar cosas y cuando armé mi computadora me dio mucho placer ver que encendía hasta el último LED’.

En el entorno de las nueva tecnologías, dijo Casañas, ‘no he sentido discriminación por ser mujer, sí la he sufrido en mi propia profesión, para mí ingresar las tecnologías constituyen un hobbie, estoy siempre dispuesta a aprender, no compito con los jóvenes y en este mundo me siento muy mimada’.
09/AW/LR/GTR

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