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Navidad en el Ashram

Por Juana Eugenia Olvera*

Se acercaba Navidad y había gran alboroto por parte de los extranjeros, quienes llegaban en oleadas, americanos, australianos, neozelandeses, canadienses, latinoamericanos, europeos, en fin, hasta orientales; nunca había visto tantos devotos y de tantas nacionalidades.

Había miles de cursos, ceremonias, rituales y yo que sufro de cursitis, ya se podrán imaginar lo fascinada que estaba.

Tomé un curso en el que se enseñaba cómo relajar el cuerpo, cómo respirar para permitir que el prana (aire) llegue a todo el organismo y nos dieron indicaciones de cómo concientizar el aire que respiramos, cómo recorre el cuerpo y la diferencia cuando uno respira correctamente y cuando se respira mal.

Se dirigió una meditación y nos indicaron que dejáramos fluir nuestros pensamientos sin darles importancia. Como era natural en mí, mi mente parecía caballo desbocado. Iba de un lado a otro, trayéndome miles de pensamientos que me dolían y me intranquilizaban.

Un poco antes de terminar la meditación, de pronto me encontré en un espacio, vacío, sin pensamientos en una obscuridad total y repentinamente empezó a surgir una luz blanca azulada y dentro de ella empezaron a brotar los rostros que veía desde que llegué a la India: rostros de ancianos de donde también surgía el rostro del maestro Jesús.

Otro rostro era el de Sai Baba de Schirdi, de quien decía Sai Baba, él era su reencarnación. Eran como esos carruseles de transparencias que se usaron hace más de 40 años. Los rostros se veían claros, nítidos, pero no estaban rígidos o fijos, los rostros sonreían, saludaban y bendecían y emanaban una paz y una tranquilidad increíble.

Posteriormente fui identificando a Nityananda, Muktananda y Gurumayi, quienes pertenecen al Sihda Yoga, que es el yoga superior de la devoción, el amor y el servicio. Realmente estos tres últimos rostros los conocí hasta llegar al Ashram y a Sai Baba ya le conocía por fotografía desde antes de salir de México.

Entre los rostros que veía estaba también el de Ramana Maharshi, quien fue el gurú de Paul Brunton (1), de quien hablé artículos atrás.

Todos ellos ya habían trascendido cuando llegué a la India, pero estaban vivos, sonrientes e irradiando paz en mis meditaciones. De Ramana Maharshi se dice que fue el último hombre sabio y santo de la India.

Una de las tardes en que terminé mi seva y me sobraba tiempo, entré a un pequeño templo que en realidad es el lugar donde reposa el cuerpo de Baba Muktananda. Es un área muy amplia y cuyas paredes –en ésa época– estaban cubiertas con plumas de pavo real.

En la parte central se encuentra una foto de Baba. Me quedé fascinada de ver ese rostro sereno y de pronto, muy dentro de mí se empezó a elevar un sentimiento desconocido, que me envolvía, tibio, dulce, suave.

Empecé a llorar, no sabía por qué, y lo más curioso es que por más que mi mente buscaba la causa del llanto, no la encontraba. Posteriormente me di cuenta que era una clase de amor que desconocía y que empezó a limpiar mis canales energéticos bloqueados por lo que comía, por malas energías, pensamientos, dolor y sufrimiento.

Había un salón grande también, como un auditorio, donde nos estuvieron pasando por medio de una gran pantalla el Mahabaratha (cuenta la fundación de la India) que en esa época lo habían convertido en telenovela: hablaban en hindi pero tenía títulos en inglés, lo cual lo hacía bastante accesible.

En ese espacio también había una gran fotografía de Baba Muktananda. Sentada ahí, viendo su foto me cuestionaba los sentimientos que nacían alrededor de la persona y el rostro cambiaba su expresión y reía, me rompía el esquema y pensaba que estaba volviéndome loca.

¿Cómo es que una fotografía se ríe? Pero no era la única que tenía esas visiones. Muchas más pasaban la misma experiencia y nos decían que era porque en otra vida estuvimos con él y él, nos reconocía.

Se contaba la historia de que fue un rey importante en el pasado de la India y que llevó a su pueblo a una gran guerra en donde casi todos sus seguidores murieron, y decían que él antes de morir hizo una promesa de que reencarnaría para darles la iluminación a todos los que habían muerto por él.

* Narradora oral, astróloga y terapeuta.

(1) Paul Brunton fue un periodista inglés. Entre algunas de sus obras se encuentran «La India secreta», «El Egipto secreto», «Una ermita en el Himalaya», y «Más allá del yoga».

11/JEO/RMB

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