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Nazis y violadores

Por la Redacción

La mentalidad del violador, a juicio de quienes la estudian, se relaciona con un concepto de masculinidad según la cual ser «hombre» supone el desprecio y el repudio violento de todo lo femenino y de las mujeres en general; supone también la sobrevaloración de la fuerza como una forma de expresar ese desprecio.

Al forzar a la víctima -afirma Dianne Herman- «expresa, prueba, testimonia y obtiene su imagen de masculinidad», la cual implica dominio tanto sexual como social sobre las mujeres. Por eso él no sólo la ataca sexualmente, sino que la somete a otras formas paralelas de humillación y hasta utiliza a veces palos, botellas y otros objetos fálicos como «golpe de gracia».

Para él, la sexualidad es una forma de someter a las mujeres.

Es irremediable relacionar estas explicaciones con los conceptos del filósofo francés Gabriel Marcel en su obra «Los hombres contra lo humano». Allí no se refiere a violadores ni a maltratadotes de mujeres, sino a nazis exterminadores de judíos, pero es como si los estuviera describiendo.

El explica de qué modo un grupo de individuos puede aplastar, humillar y destruir a otros mediante un conjunto de procedimientos destinados a hacerles perder el autorrespeto y a sentirse como un desecho. El perseguidor -dice Marcel- «se dedica a destruir en un ser la conciencia, ilusoria o no, que ese ser tiene en un principio de su propio valor».

Es necesario que se transforme para sí en lo que otros juzgan o aparentan juzgar que es en realidad; es necesario que aquel que (para su perseguidor) efectivamente no vale nada reconozca su propia nada, y no basta con que lo perciba intelectualmente: es necesario aún que lo sienta, como sentimos un olor de descomposición que nos obliga a taparnos las narices».

Y es «necesario», dice él, porque ése es el «el único medio de tenerlo a su merced», puesto que «un ser que conserve la más mínima conciencia de su valor, continúa siendo capaz de reacciones, si no peligrosas, por lo menos molestas»; y es «necesario» también porque degradando así a su víctima, el perseguidor se refuerza «en el sentimiento de su propia superioridad».

Estas «técnicas de envilecimiento», no se aplican contra personas y grupos a quienes se reconoce cierta dignidad inicial, sino más bien contra personas o grupos a quienes esa dignidad se les niega.

Observando el comportamiento de los agresores que golpean o matan a sus novias, esposas o amantes; observando el comportamiento de los violadores individuales o en pandilla, parece claro que ellos utilizan contra las mujeres las mismas técnicas que aplicaron Goebbels, Goering, Himmler y Heydrich contra los judíos y por razones
semejantes.

Cuando leí el testimonio de una de las tantas violadas en el país, me di cuenta de que ni en nuestras peores pesadillas se pueden siquiera vislumbrar espantos como las vejaciones sufridas por la víctima, según constan en el Acta de Denuncia presentada ante los Tribunales de Justicia.

Sin entrar en detalles del ultraje, porque hace daño hasta leerlos, al recuperar la conciencia, dentro de un vehículo que no era el suyo, y antes de volverse a desmayar, se dio cuenta de que dos hombres jóvenes estaban abusando de ella con diferentes grados de participación: mientras uno la violaba, el otro… ¡bueno!, ¿para qué contarlo?; dos más, según recuerda, se dedicaban a «ver y reírse».

Su resistencia era inútil, desde luego, aunque lo intentó cuanto pudo.

El principal imputado declara que ella acudió por propia voluntad, le gustó, se quedaron dormidos juntos y hasta le pidió que se vieran de nuevo, pero las lesiones físicas y emocionales determinadas por los partes médicos corroboran la violencia de que fue objeto.

La imagen que se desprende de las declaraciones de la joven es la de una persona que no es nadie ni cuenta nada para sus agresores: lo que cuenta es la satisfacción sádica de apetitos indecibles.

Goebbels, Goering, Himmler, Heydrich y demás secuaces no han muerto todavía y se mantienen al acecho. Es a la justicia del país a quien le corresponde darles lo que se merecen y ponerlos en donde deben estar.

*Escritora

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