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Nuestras emociones ante la enfermedad

Por Alejandra Buggs Lomelí*
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“Cada vez que un ser humano se niega a aceptar una emoción, se altera todo el funcionamiento de su cuerpo”. 
Laura Esquivel
 
No puede ser que esto me esté sucediendo… yo creía que la o el médico me diría que sólo con ejercicios y algún tratamiento mejoraría mi molestia… ¿De verdad será tan necesaria una cirugía?… ¿Habré hecho algo mal?… ¿Será que tendré el dinero suficiente para mi tratamiento o cirugía?… Estoy enojada… Tengo miedo…
 
Son pensamientos y sentimientos naturales que nos llegan en cascada cuando estamos ante una situación de enfermedad y nos contacta con un sinfín de emociones.
 
Aun cuando sabemos que por mandato de género las mujeres damos  más voz que los hombres a nuestras emociones, la realidad es que tanto mujeres como hombres pocas veces expresamos nuestros verdaderos sentimientos ante la noticia de alguna enfermedad por “sencilla” que sea.
 
Esto se debe desafortunadamente a que “vivimos en una sociedad moderna a la que le estorban las emociones” (**).
 
Cotidianamente experimentamos una gran cantidad de sentimientos, no existe un ser humano que pase el día sin sentir alguno, aunque a veces no los identifiquemos.
 
Por lo general algunos de los sentimientos que una persona puede experimentar en el momento de enterarse que está enferma son: incredulidad y sensación de que no le está pasando a ella, acompañadas del mecanismo de negación.
 
Podemos incluso preguntarnos: ¿Por qué a mí?… ¿Por qué ahora?
Ningún ser humano es cien por ciento inmune y por tanto, no estamos exentas o exentos de presentar algún síntoma y enfermar.
 
Hace unas semanas me diagnosticaron “trastorno de disco cervical con datos de radiculopatía”; este término tan exótico se refiere al aprisionamiento de algunos nervios y de la médula por el desgaste de dos vértebras cervicales, y será necesaria una cirugía para aliviar mis molestias y mejorar mi calidad de vida.
 
Afortunadamente no es un padecimiento grave ni de cirugía urgente, sin embargo es una enfermedad que requiere de una atención especial… la mía.
 
Cuestionamientos como “no puede ser… ¿Yo?… Si hago ejercicio, me alimento sanamente y atiendo mi estado emocional”, bombardeaban mi mente al momento de recibir la noticia (como seguramente muchas personas han experimentado ante una situación similar). Al mismo tiempo sentía taquicardia, que en mí es sinónimo de miedo, muy probablemente a lo desconocido.
 
También experimenté un sentimiento ambivalente, por un lado, sentía mi miedo y por otro sentí un gran alivio de saber qué es y cómo se llama lo que me está pasando. Sobre todo después de haber consultado a varios especialistas, sin ningún éxito.
 
Saber cómo se llama y qué es lo que provoca una enfermedad indudablemente nos ayuda a liberar las emociones que la incertidumbre nos genera, especialmente cuando no tenemos idea de qué nos está ocurriendo.
 
Sin embargo, sentimos otro tipo de incertidumbre: ante la cirugía, miedo ante los riesgos, la anestesia, cuánto tiempo tendremos que dejar de trabajar, la recuperación, si tenemos o no seguridad social o contamos con seguro de gastos médicos, y si cubrirá o no todo el seguro.
 
Entramos emocionalmente en un duelo, ante el cambio de vida que iniciamos al momento de un diagnóstico; por supuesto que el duelo se vivirá diferente dependiendo del tipo de enfermedad que padezcamos y de nuestra personalidad.
 
Es posible que pasemos por las cinco fases que generalmente recorremos ante un duelo: negamos lo que nos está pasando, nos enojamos ante la enfermedad y ante el miedo que nos produce, negociamos con nosotras y nosotros mismos, nos deprimimos por la pérdida de estabilidad y de control, y finalmente aceptamos la nueva situación.
 
Este proceso de duelo, como dice Fina Sánz, “se aboca a la aceptación de la realidad que se nos muestra” (***) y el tiempo dependerá del que necesite cada persona.
 
Estoy convencida que cuando enfrentamos una enfermedad, lo más importante es reconocer las diferentes, intensas y confusas emociones y expresarlas en consecuencia, para liberarnos y actuar congruentemente.
 
A unas semanas de mi diagnóstico y aceptando un poco más esta realidad, sé que escribir y compartir este artículo es para mí una maravillosa medicina y uno de los mejores recursos con que contamos los seres humanos para liberar nuestras emociones.
 
Deseo que compartir mi experiencia ayude a aquellas personas que estén viviendo una situación similar y a quienes les acompañan.
 
Creo que lo más importante es saber que las enfermedades transforman y nos dan la oportunidad de vivirlas reconociendo cada sentimiento que experimentamos, acompañadas del amor que nos tenemos a nosotras mismas y del amor de quienes nos rodean, eso hará que el camino sea mucho más sencillo.
 
www.saludmentalygenero.com.mx
 
(**) “El libro de las emociones”, Laura Esquivel, e-libro.net
(***) “Los laberintos de la vida cotidiana”, Fina Sánz, Editorial Kairós.
 
*Psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial, especialista en Estudios de Género, y directora del Centro de Salud Mental y Género.
 
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