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Oaxaca: llevan 4 meses desaparecidas dos mujeres triquis

Por Soledad Jarquín Edgar/corresponsal

Antonia se para frente a la puerta de su casa, su mirada se pierde en el horizonte de cerros y pueblos que se alcanzan a ver. Cruza los brazos sobre su pecho, es como si se abrazara a ella misma, recarga el cuerpo sobre el muro de lodo y carrizo con los que ha construido su casa.

En silencio reza y sigue vigilando el horizonte, a ratos imagina que por cualquiera de los caminos que llevan a su casa vendrán Daniela y Virginia, sus dos hijas de 14 y 20 años de edad que esta semana cumplieron cuatro meses desaparecidas.

Los ojos de Antonia Ramírez Cruz están muy chiquitos, a ratos llora como reza, en silencio. En la piel morena de su rostro se ha empezado a marcar una sombra oscura que le rodea sus mejillas. Es la tristeza la que la ha enfermado, dicen sus sobrinas.

En Rastrojo, la pequeña población de no más de 500 habitantes en la zona indígena Triqui de Oaxaca, la fiesta de muertos acaba de concluir y los altares siguen en pie, con sus nueve palos rodeando la mesa, adornados con cempasúchil, palmilla, garra de león, y hojas verdes.

En la mesa, en cuyo centro cuelgan orquídeas blancas, todo se ha colocado por nueve tantos o múltiplos de nueve «para no ofender a los difuntos». Son nueve tantos de totopos (tortillas del tamaño de una tlayuda pero más gruesas), pan que trajeron de Putla, fruta de la región, platos con caldo de res (carne de res y chile) y pozole, así como sombreritos de cempasúchil, caballitos de che´a, una especie de zacate que sólo se produce en esta época y las velas.

Antonia le da la espalda al altar, continúa parada en la puerta de su casa, permanece así por largo rato, se mete, hace algo de sus tareas cotidianas y vuelve a la puerta. Es una vigilia permanente.

Aquí -cuenta- no hay sacerdote, ni ellos quieren venir, los han atemorizado, por eso no pudimos hacer un novenario, pero mi hermana Fermina sí hizo uno en Puerto Vallarta, (Jalisco), ella vive allá, está mejor lejos, aquí no hay mucho qué hacer y sí mucho qué sufrir. Su relato será la explicación de una tragedia familiar, donde las mujeres han pagado con sus cuerpos la rabia de un conflicto político que no entienden.

Abrazada a ella misma, Antonia habla, apenas murmura. Está desesperada, adolorida del cuerpo y del corazón, dice sujetando su mano izquierda contra su pecho, donde toma con fuerza su vestido rojo de algodón, su vestido rojo de mujer triqui, de lengua triqui con la que a ratos reza, piensa, grita mientras dormita por las noches en que quisiera seguir de pie en la puerta de su casa alumbrada por la luna de octubre.

SE HACE CAMINO AL ANDAR

Para llegar a Rastrojo hay que viajar en las suburban Cuauhtémoc desde Oaxaca hasta Putla de Guerrero, son cinco horas de viaje que entran a ratos en una ruta de interminables curvas y voladeros. Después, en Putla hay que caminar 10 minutos para tomar una camioneta de redilas del pueblo de Rastrojo y en poco menos de dos horas de un ascendente camino de terracería se llega al caserío, construido en su mayoría de adobe y carrizo con techos de lámina.

Los que han emigrado han hecho con material sus casas. Desde hace tiempo las mujeres también se están yendo a Estados Unidos, como Cándida de Jesús Flores quien volvió hace meses de Nueva York donde estuvo por más de dos años.

Ahí, cuenta ella misma, las cosas no fueron fáciles, «porque una está obligada a hablar inglés, es a la fuerza y es difícil». Su primer trabajo fue en el campo y terminó haciendo diversas labores en un restaurante de aquella metrópoli. El fruto de su esfuerzo está invertido en su casa de material y su negocio, una pequeña tienda de productos básicos.

Sus paisanas dicen que Cándida regresó más clara de la piel, «será que no le tocaba mucho el sol».

Otra que emigró fue Brígida, pero ella no volvió a Rastrojo, «sus hijos ya hablan inglés y sólo ella y su marido hablan triqui cuando llaman por teléfono a su familia», cuenta orgullosa Adriana Ortiz García, quien recuerda a la que fuera su compañera de escuela.

Pero hay muchas otras mujeres que emigraron forzadas por las difíciles circunstancias de ésta que es señalada por las autoridades estatales como una «conflictiva región».

Atrás, en el camino de terracería quedaron Constancia de Rosario, Pueblo Nuevo, Llano Nopal, Río Metate y Cuyuchi. Más adelante, están San Juan Copala, Sabana, Yosoyuxi, Carrizal, Ojo de Agua y Paraje Pérez.

CAMINOS SOBRE LA MAR

En total, las comunidades triquis que «caminaban bien» entre 2000 y 2004 realizaron todos unidos encuentros culturales, cuyo recuerdo llena de nostalgia a los más jóvenes.

Sin embargo, desde hace poco más de un año, la gente de Rastrojo, por ser del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT), ya no puede llegar a San Juan Copala, de esa misma comunidad –centro ceremonial del pueblo Triqui y nombrado municipio autónomo en enero pasado– no puede salir el sacerdote para oficiar misa en Rastrojo y en las otras comunidades que no están con la Unidad de Bienestar Social de la Región Triqui (UBISORT) o el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI).

Además, la gente de Rastrojo y las comunidades cercanas no pueden ir a la plaza de los lunes, porque no los dejan entrar. Pero lo que más tristeza produce en la gente –apunta Emelia Ortiz García–, es que «no pueden bajar a venerar a Tata Chú» (Jesús).

Esta situación ocasiona problemas económicos, la gente ya no puede hacer trueques, como en Copala y tienen que pagar transporte para Putla, donde compran sus cosas, cuando antes se iban caminando entre los cerros.

Todo ello derivado de la división de la comunidad Triqui. Por un lado está el MULT, por otro la UBISORT, desde hace poco más de un año el MULTI-Independiente (MULTI). «Si perteneces al MULT no puedes ir a Copala, a menos que te quieras morir si eres hombre o desaparecer si eres mujer».

BOSQUES SE PINTAN DE ESPINOS

Rastrojo es una de las comunidades «mejor dotadas» de servicios básicos en la zona triqui. Tiene agua potable, electricidad y escuelas primaria, secundaria y bachillerato. Una iglesia dedicada al Nazareno donde no se oficia misa por falta de sacerdote, hay una clínica de salud con una enfermera para atender las emergencias.

La gente cultiva frijol, maíz y calabaza. El chile lo compran, no se da en la zona. Carne casi no consumen, como tampoco toman mucho café pese a que lo cultivan, y la fruta que crece en sus terrenos de clima templado son el plátano, guayaba, naranja, mamey y zapote.

Todo esto es para autoconsumo, «entonces no se necesita mucho dinero para vivir aquí», por eso era bueno el trueque. La gente de Rastrojo y algunas comunidades vecinas cambiaban café y plátano por tomate, quelites, rábanos, chile, chilacayotas, cilantro o mazorcas.

Desde hace poco más de un año las cosas no han sido fáciles. La comunidad está prácticamente secuestrada. La gente tiene miedo de salir a sus parcelas, tienen temor de que lleguen y los maten, como pasó hace 15 días cuando habitantes de Guadalupe Tilapa iniciaron una balacera contra Cuyuchi, hiriendo en la cabeza a Sofía Bautista Martínez de 11 años de edad, quien al momento de la emboscada esperaba a su tía sentada afuera de su casa. La niña lucha por su vida en el hospital general de Oaxaca.

GOLPE A GOLPE

El 16 de junio de 2006, la gente Guadalupe Tilapa emboscó a un grupo de habitantes de Rastrojo cuando se dirigían a esa comunidad a llevar un recado de la autoridad municipal. Ahí perdió la vida Guadalupe Ortiz García. Por la muerte de Guadalupe Ortiz se responsabilizó a Bernardino Cortines Rodríguez y Héctor Javier Herrera Martínez, ninguno fue detenido.

El 7 de julio de 2006, cuando caminaba con su abuela y su papá a la orilla de Yosoyuxi, una niña, entonces de 14 años, fue arrebatada y secuestrada por Timoteo Alejandro Ramírez, Francisco Martínez Bautista, Guadalupe Alejandro Ramírez y Marcos Flores, todos integrantes del MULTI, quienes la violaron.

Cuando logró escapar de su cautiverio, como pudo llegó tres días después a su casa. Por lo ocurrido interpusieron una denuncia y las autoridades iniciaron la averiguación previa 157/2006, hasta ahora nadie ha sido detenido.

De Paraje Pérez, el 10 de agosto de 2006, fue secuestrado Nicolás Velásquez Martínez. Hasta ahora nadie sabe nada de este señor.

Una de las comunidades que más ha sido atacada por los integrantes de UBISORT y MULTI es Cieneguilla, en donde en repetidas ocasiones las balaceras duran hasta cuatro horas y aunque la gente se resguarde en sus viviendas, «a veces las balas cruzan las paredes». Lo mismo sucede en Cuyuchi o si estos señores quieren, detienen las camionetas que van a Rastrojo y a otras comunidades que no pertenecen a sus organizaciones.

ESTELAS EN LA MAR

El frío de los últimos días se siente también en esta apartada región del occidente de Oaxaca. Desconsolada, Antonia parece sentir más el helado viento. No entiende cómo el problema político ha castigado tanto a su familia. Su madre y su hermana fueron atacadas sexualmente hace un año, sólo porque decían que su cuñado era de Rastrojo.

Ellas vivían en San Juan Copala y violarlas fue un castigo por tener familiares dentro del MULT. Este tipo de hechos se repitió con otras mujeres de Copala, a quienes amenazaron, violaron y les quitaron sus pertenencias. Algunas de estas mujeres prefirieron salir de la comunidad y emprendieron el forzado éxodo a Baja California y otras entidades.

Desde el 5 de julio de 2007, las hijas de Antonia están desaparecidas. Le han dicho que podrían estar en San Juan Copala, en Yosoyuxi y que hace unas semanas las vieron en una camioneta, con los ojos vendados y las manos atadas en Sabana, también poblaciones con dominio político del MULTI y UBISORT.

Por eso Antonia llora y reza en silencio. Siente la impotencia de no poder entrar al lugar para buscar a sus hijas, siente rabia porque ninguna autoridad la puede ayudar.

Virginia es maestra bilingüe y aquel 5 de julio, hace más de 120 días, salió de Rastrojo junto con su hermana Daniela rumbo a San Marcos Xinicuesta, donde recogería algunas pertenencias, pues había conseguido su clave en el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO) para trabajar en Llano La Luz, una comunidad más cerca de Rastrojo, su casa.

Antonia no olvida que casi en la puerta de la vivienda se subieron a un taxi de color amarillo que había ido a dejar pasaje desde Putla. Ella cree que sus hijas sí llegaron a Putla y que habrían «desaparecido» en el tramo entre esa cabecera municipal y Juxtlahuaca.

Por la desaparición de Daniela y Virginia Ortiz Ramírez se levantó una denuncia y se inició la averiguación 187/2007. Todavía a principios de agosto, las mujeres de la familia Ortiz se entrevistaron con el Procurador Evencio Nicolás Martínez Ramírez, quien prometió aplicar «el peso de la justicia».

Al despedirse de la noche, Antonia parece murmurar la misma pregunta desde hace más de 120 días ¿dónde están mis hijas? Un largo suspiro escapa de sus entrañas. Su dolor se extiende a todo un pueblo de habitantes que caminan apresurando sus pasos antes que la noche les robe los últimos rayos de Sol. Las puertas se cierran, se atrancan una a una, el choque de la madera se escucha de casa en casa. Hay que tratar de dormir, soñar si fuera posible y creer que la realidad de las mujeres triquis es una pesadilla de la que van a despertar.

Por la mañana, Antonia volverá a vigilar el horizonte desde la puerta con la esperanza de que Daniela y Virginia vuelvan a casa.

07/SJE/GG

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