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Oaxaca: vivir para contarlo

Por Soledad Jarquín Edgar

Parafraseando al escritor Gabriel García Márquez, ahora con el Día Internacional de la Mujer, el próximo sábado 8 de marzo, resulta obligado hacer un balance de la situación que viven las mujeres oaxaqueñas, quienes como dice el título de la más reciente obra del Premio Nobel tendrían que «vivir para contarlo».

Con una población de mujeres que estadísticamente es superior a la de los hombres a partir de los 15 años, las oaxaqueñas enfrentan rezagos y discriminación que afectan su desarrollo.

Se trata no sólo de obstáculos que el Estado no ha podido resolver sino de asuntos basados en una construcción social llamada usos y costumbres, y que por ser construcción de la sociedad pueden ser modificados, sin tanto dolor como se presume.

De acuerdo con datos del INEGI, las oaxaqueñas son menos que los hombres entre los 0 y 14 años, pero el número de mujeres es mayor a partir de los 15 años.

Es decir, para el año 2000 eran menos niñas que niños, pero existe un incremento importante partir de las jóvenes, las adultas y las ancianas, cuyas necesidades de educación, salud y trabajo son menos atendidas que lo que se podría prever.

La falta de atención se explica en la persistencia de nacimientos de niñas y niños de madres menores a los 15 años, como resultado también de la inexistencia de oportunidades para las niñas-madres, muchas veces obligadas a contraer matrimonio por razones económicas o «culturales», en otras consecuencia de la violencia sexual, tan común y cotidiana que corremos el riesgo de parecer insensibles.

Entre 1985 y 1999, la cifra de niñas que fueron madres antes de los 15 años en el estado de Oaxaca no se redujo sino se incrementó al pasar de 308 a 534, respectivamente; lo mismo sucedió entre el grupo de población de 15 a 19 años, cuando las menores deberían estar estudiando preparatoria muchas de ellas eran madres por primera, segunda o quizá hasta una tercera vez.

Según el INEGI, las oaxaqueñas tienen hijos desde antes de los 15 años y muchas veces hasta después de los 50 años.

Ello también es resultado de la falta de oportunidades no sólo médicas sino educativas, lo que las hace presas fáciles de situaciones que ponen en riesgo su vida, como la enajenación religiosa, que les impide conocer y reconocer sus derechos como personas. Su derecho a decidir sobre su propio cuerpo, sobre cuántos y cuándo procrear hijos.

Así, para muchas ser madre resulta una imposición, una costumbre y una razón para ser parte de un núcleo social que no las juzgue ni desvalorice; para muchas, su único camino de vida.

Cito a la antropóloga Marcela Lagarde, quien señala que muchas mujeres se pasan la vida alternando la carga del otro dentro y fuera de su cuerpo… El cuerpo femenino es el espacio de vida antes y después del nacimiento, es un territorio propio del infante, no sólo no le es ajeno, sino que le pertenece, interrumpe en él cuando lo desea y lo usa. Cuando la criatura empieza a alejarse, empieza la siguiente gestación y así sucesivamente.

Pero el problema no es que sean muchas las mujeres oaxaqueñas teniendo hijos e hijas cada año, por las razones que usted quiera. El problema es que no cuentan con asistencia médica indispensable y/o carecen de recursos para acceder a esa atención, principalmente entre las que viven en comunidades rurales marginadas pues carecen de caminos, clínicas, servicios básicos…

La investigadora Martha Castañeda planteaba la problemática social de la mortalidad materna, al indicar que Oaxaca presenta condiciones de desventaja en lo que se refiere a la atención y al acceso a los servicios de salud pública.

Esto se puede ver a través del análisis de tres indicadores relacionados con la mortalidad materna: embarazos de alto riesgo, el lugar de ocurrencia del parto y la atención durante el puerperio.

En 1990, la tasa de mortalidad materna en Oaxaca era más del doble de la tasa media nacional; para el año 2000 siguió superando la media nacional en un 36.7 por ciento, señalaba la integrante de la Dirección del Foro Nacional de Mujeres y Políticas de Población.

Así, Castañeda reitera que una muerte materna significa que a la mujer que murió no se le brindaron los cuidados y atenciones indispensables para conservar su salud; una alta prevalencia de mortalidad materna es el resultado de una organización inequitativa de la sociedad, pues el fallecimiento de mujeres durante su proceso reproductivo significa que no se les otorgó la protección familiar y social que se les debe brindar durante su embarazo, parto o posparto: se les trató con violencia y/o no tuvieron acceso efectivo a servicios de salud de calidad.

Por eso decíamos al principio que estas mujeres que no han tenido nada, tendrían que «vivir para contarlo» y en esta semana en que se habla mucho de las mujeres tendríamos que hacer una reflexión a fondo y cada vez que se plantee que hay «avances» lo pensemos con seriedad y sin demagogia.

SJE/RGR

       
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