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Por Sara Lovera

Todos los diarios madrileños amanecieron con la noticia. Pero al ver en los videos por la Internet a la diputada Botello lanzando latas y cascos de refresco, pensé que en la Cámara de Diputados se escenifica una pelea de machos, indecentes.

Las crónicas one line son claras: las palabras que se recogen en la crónica de La Jornada, altisonantes, misóginas, brutales, ponen a la clase política contra la modernidad y la democracia.

Y aunque todo parece puro teatro, como dice el título del libro de Sabina Berman, las cosas parecen ponerse peligrosas.

La iniciativa panista de tomar la tribuna, cuando doña Ma. Elena Álvarez es la presidente; los golpes a la diputada Batres; los jaloneos, incluida la lesión del tobillo de la diputada Monreal, pesan en la imagen que se da sobre las mujeres políticas.

Lo de ayer y hoy, porque la tribuna sigue tomada, es la confirmación de la actitud irresponsable del PAN, y cerca a su propio compañero de partido. Hasta ahora solamente se ha responsabilizado a los de izquierda de los sainetes en la Cámara, pero ahora es claro que los panistas son peores.

¿Qué pasa? ¿Cómo es que bloquean a una diputada al querer subir (Batres) y cómo es que estos señores del PAN decían que hay peligros para México? Ellos son un peligro.

Veremos si es teatro o estamos en el umbral de una real ingobernabilidad. Esto que crece con los anuncios de quiénes irán al gabinete, entre corruptos confesos y opuestos a los derechos de las mujeres. Eso aumenta la crispación.

Lo más grave es que de este lado del océano se publicó un artículo de Krauze, picante, llamando a la izquierda mexicana premoderna y del siglo XIX, afirmando sin ambages que a López Obrador sólo le importa tener el poder.

Pero al final de todo, en este escenario, yo estoy de acuerdo con Elsa Conde: a las mujeres se las usa como escudo, se las pone en el escenario, esta vez no para adornar.

Mientras todo esto pasa en la clase política, me pregunto si habrá un millón de personas en el Zócalo para protestar por lo de Oaxaca, donde, según mis informes, hay 136 mujeres encarceladas y no sabemos cómo las están tratando, pero es inaceptable el silencio o la indiferencia.

06/SL/GG

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