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PAN: De cómo perder ganando

Por Gilberto Meza

Hubiera querido empezar esta colaboración hablando de la doble moral que desde su fundación han impregnado las políticas del Partido Acción Nacional (PAN), pero el inesperado destape de Marta Sahagún como precandidata por ese partido para contender por el Gobierno del Distrito Federal nos abre una ventana desde la que se puede apreciar mejor el panorama de lo que hoy es y significa el PAN para las mujeres.

No deja de ser sintomático y, al mismo tiempo, contradictorio que sea justo una mujer el personaje más popular del PAN, a quien las encuestas ubican en el primer lugar de las preferencias electorales para el 2006, por lo que el PAN se ve amenazado de perder la presidencia de la República.

La presencia y la fuerza que han adquirido las mujeres en el PAN ha ido a contracorriente de su ideario; se ha dado aun cuando una y otra vez han sido consideradas como únicamente capaces de ocuparse del hogar y la crianza de los hijos, cuando se les ha relegado una y otra vez de las labores públicas y se les sigue considerando, como hubiera querido Kierkegaard, unos seres de cabellos largos e ideas cortas.

No ha sido otra la visión que nos han ofrecido personajes como el secretario del Trabajo del gobierno foxista, Carlos Abascal, o como lo muestra la plana mayor del propio partido, del que las mujeres han sido excluidas de los niveles protagónicos.

Es cierto que el PAN respeta desde que incluyó en sus estatutos la cuota de mujeres que se impuso, pero siempre las coloca en posiciones subordinados o de apoyo. Las mujeres quieren ser «algo más que una cuota», como escribió la propia Marta Sahagún, quien pese a su defensa pública del condón y de sus recientes críticas a la familia tradicional, no podría olvidar su origen ultraconservador y su concordancia política con el ideario de su partido. Por eso está allí.

No hay, no ha habido, una presidenta del partido, como sí ha ocurrido con sus similares PRD o PRI, y difícilmente podría pensarse en que una mujer pudiera ser su candidata a la presidencia de la República, aunque ésta fuera Marta Sahagún, porque como ella misma señala en el libro El Voto de las Mujeres (que empezará a circular este febrero y del cual ofrecimos un breve comentario el fin de semana) «una mujer con aspiraciones de poder no escapa a los estereotipos y creencias que, desafortunadamente, aún consideran que las diferencias de género son determinantes a la hora de elegir».

Es claro que el PAN apuesta por sus principios ideológicos en esta lucha interna que tiene lugar en su interior, a la sumisión que se considera inherente en las mujeres; y que su apuesta por la ideología lo saca de la carrera por la presidencia. Es una apuesta que decidió jugar, pero que se ajusta con una ideología en el que las mujeres ocupan un lugar subalterno.

El PAN parece olvidar que fue el voto de las mujeres el que hizo la diferencia en la elección del 2000, que los llevó al poder, y que muchas de las preferencias abiertas que se dan a favor de Marta Sahagún como posible candidata a la presidencia de la República era la única carta que podían jugar frente a un adversario como Andrés Manuel López Obrador o alguna de las figuras claves del PRI, que sí cuenta con figuras de relieve que pueden competir.

La amnesia del blanquiazul se hace evidente con sus posiciones recalcitrantes en temas como el aborto o las políticas de planificación familiar, como acaba de suceder con el rechazo que hicieron la semana pasada acerca de la anticoncepción de emergencia.

Santiago Creel, uno de los mejores cuadros del gobierno panista, perdió de manera abrumadora frente a López Obrador en el 2000, y no se ve cómo podrá derrotarlo en el 2006. Y los demás, bueno, los demás no existen, por lo menos políticamente, como tampoco existe hoy el PAN como partido que esté marcando la pauta o impulsando las políticas del presidente que ellos llevaron al poder. Apostó por mantenerse al margen, por una política de bajo perfil, pero ésta lo ha alejado de la gran discusión nacional.

Hoy reaparece sólo para decirnos que no ha cambiado, que sigue siendo el mismo, cuando el discurso que nos vendió en el 2000 fue justamente el del cambio. Hoy los ciudadanos sabemos, y lo saben ya a esta hora las mujeres, que el PAN prefiere escudarse en un gatopardismo que tantos beneficios le trajo a otros en el pasado: que todo cambie para que todo siga igual.

04/GM/GB

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