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Para llorar

Por Cecilia Lavalle

¿¡Para eso querían las mujeres el poder?! ¿¡Para ponerse a llorar a la hora de la presión!? Me echó en cara un señor en días pasados. Se refería, desde luego, a Rosario Robles, ex presidenta del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que se encuentra, como ustedes saben, inmersa en un escándalo de corrupción mayúsculo, que empezó con importantes funcionarios del gobierno del Distrito Federal, alcanzó a su gobernador Andrés Manuel López Obrador, llegó a Rosario, una de las políticas más destacadas en la escena nacional, y por si fuera poco se ha convertido en la peor crisis del partido de izquierda más importante en nuestro país y deja en el ánimo de la ciudadanía una sensación de que la política en México es una inmensa cloaca. Si esto no es para llorar, entonces ¿qué?

¡Ah!, claro, se me olvidaba, una de las reglas de oro de nuestra cultura es: los hombres no lloran, llorar es cosa de viejas, la política es cosa de hombres, luego en la política no se llora. Y claro, llorar le resta altura a la política. Se necesita ser hombrecito como el senador Jorge Emilio González, presidente del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), quien después de ser filmado aceptando un tráfico de influencias que le beneficiaría con dos millones de dólares, nos dijo que es inocente, que en realidad él sólo quería ver hasta dónde llegaba el empresario. ¡Mentir y tratarnos como idiotas es lo que se hace en política, y no ponerse a llorar, eso sí que es una vergüenza!

Se necesita ser hombrecito como Gustavo Ponce, hasta antes del escándalo secretario de Finanzas del gobierno del Distrito Federal, quien, tras ser filmado en la Vegas apostando un dineral y exhibirse en los medios copias fotostáticas de lo que pagó en lujoso hotel de esa ciudad, salió huyendo, evadiendo así la acción de la justicia que lo investiga ahora por un presunto fraude al gobierno por tres millones de dólares. ¡Huir es lo que se hace en política, y no ponerse a llorar, eso sí que es una vergüenza!

Se necesita ser hombrecito como René Bejarano, diputado por el PRD en la Asamblea del Distrito Federal, quien tras difundirse un video que lo muestra recibiendo del empresario Carlos Ahumada 45 mil dólares, llenando con ellos un maletín y las bolsas de su saco, nos dice que no hay corrupción en eso, que no cometió ninguna ilegalidad, que recibió el dinero de buena fe. ¡Ser lobo con piel de oveja es lo que se hace en política y no ponerse a llorar, eso sí que es una vergüenza!

Se necesita ser hombrecito como Martí Batres, subsecretario de gobierno del Distrito Federal, quien tras el escándalo se ha empeñado en que lo importante es conocer quién grabó el video y quién y con qué oscuras intenciones lo entregó a los medios; insiste en hacernos creer que lo secundario es lo importante y lo importante a nosotros no nos importa. ¡Confundir es lo que se hace en política y no ponerse a llorar, eso sí que es una vergüenza!

Se necesita ser hombrecito como Andrés Manuel López Obrador, quien relegó a un segundo plano los actos de corrupción de cercanísimos colaboradores, culpó de todo a la derecha, al gobierno y a su villano favorito el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, y convocó a un mitin para demostrar su fuerza popular ¡No agarrar al toro por los cuernos y echarle la culpa a otros es lo que se hace en política y no ponerse a llorar, eso sí que es una vergüenza!

Se necesita ser hombrecito como el senador panista Diego Fernández de Cevallos, quien investido, como siempre, de paladín de la legalidad y la justicia, tras hacerse público su posible participación en la difusión de los videos, primero se negó a hacer declaraciones que «distraigan a la opinión pública de lo fundamental», y se pronunció por que se aplique la ley y no se linche a nadie; pero al día siguiente declaró que López Obrador debería estar agradecido con él por haber participado en poner en evidencia los actos de corrupción de sus ex funcionarios, y lo acusó de ser el jefe de esa mafia. ¡Ser cínico es lo que se hace en política y no ponerse a llorar, eso sí que es una vergüenza!

Si el argumento es que las mujeres no servimos en política porque en momentos de presión lloramos, ¿qué ejemplo debemos seguir?

¡Díganme si no están las cosas como para llorar!

*Articulista y periodista de Quintana Roo.

[email protected]

04/CL/GBG/SM

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