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Persigue a las mujeres el fantasma del desempleo

Por Román González

En México existe el riesgo de que las empresas maquiladoras transnacionales emigre hacia regiones donde los costos de producción son menores y con ello dejar sin empleo a un importante porcentaje de su fuerza laboral, femenina casi en su totalidad, confirman investigadores del Colegio de la Frontera Norte.

A más de 30 años de establecida su operación, la industria maquiladora de exportación (IME) no ha favorecido el desarrollo industrial de México con bases tecnológicas propias, que pudieran asegurar el verdadero progreso, revertir los índices de pobreza y miseria y reducir la migración hacia Estados Unidos.

Para los estudiosos Jorge Carrillo y Redi Gomis en los dos últimos años el proceso de evolución tecnológica y aprendizaje de las empresas y los actores sociales contrasta con el severo impacto en el empleo maquilador, donde en dos años se perdieron 250 mil 300 puestos.

De un millón 348 mil empleos en octubre del 2000 se pasó a un millón 097 mil 700 en octubre del 2002 de acuerdo a su estudio Los Retos de las Maquiladoras ante la Pérdida de Competitividad.

Adicionalmente aparecieron países con una alta competitividad derivada de bajos costos salariales, apoyos y subsidios de los gobiernos, gran disponibilidad de mano de obra y un mercado potencial enorme. Tal es el caso de países asiáticos como China e India.

En ese sentido, China es el principal competidor de las maquiladoras mexicanas ya que mientras que ese país paga salarios 4.5 veces más bajos que México -50 centavos de dólar la hora contra 2.67-, la población supera más de 10 veces a la de nuestro país (mil 295 contra 100.4 millones, respectivamente).

NI TECNOLOGÍA, NI SALARIOS

Ya hace 15 años –en plena década de los ochenta– la paradoja central en la IME se encontraba básicamente referida a la cuestión laboral en una lucha por dar más valor al trabajo.

Las industrias, mientras por un lado se implementaban sistemas y formas de trabajo más racionales, eficientes y competitivos, por otro, disminuían los salarios reales.

Con ello se afectó el salario, cuyo nivel se mantenía muy bajo y las condiciones de trabajo alcanzaban escasamente los niveles mínimos que establecía la Ley Federal del Trabajo (LFT).

Sin embargo, apuntan, no se trataba sólo de un problema de disminución del salario, sino de la capacidad adquisitiva de dichos salarios.

Las trabajadoras no tienen los ingresos necesarios para alimentarse adecuadamente o para cubrir los gastos de vestido, transporte, higiene y salud, pues en promedio ganan entre 50 y 60 pesos diarios, y menos pueden tener acceso a una vivienda digna, de ahí que lo común sea que habiten en chozas de lámina y de cartón.

2003/RGL/MR

       
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