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Pese a rol protagónico en el campo, mujeres rurales son ignoradas

Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa
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A pesar de que la Ley Agraria en México reconoce desde 1992 el derecho de las mujeres a ser dueñas de la tierra al igual que sus pares varones, sólo una cuarta parte de quienes poseen territorios en nuestro país son mujeres, quienes además a diario defienden sus predios de las garras de megaproyectos y de los efectos del cambio climático.
 
Con motivo del Día Internacional de las Mujeres Rurales, que la ONU conmemora cada 15 de octubre desde 2008, especialistas en temas agrarios explican las dificultades que enfrentan las mexicanas para poseer una proporción equivalente a la de sus pares varones de la superficie que es de propiedad social, y que equivale a 51 por ciento del total de hectáreas en el país.
 
De acuerdo con una reciente investigación de la Procuraduría Agraria, actualmente hay 31 mil 992 núcleos agrarios (entre parcelas, tierras de uso común y para asentamientos humanos), en los que 4 millones 958 mil 319 personas son reconocidas como “sujetas agrarias” (es decir, con derechos sobre la tierra), y de las que sólo 26.35 por ciento son mujeres.
 
Entre las y los “sujetos agrarios” se reconocen las personas “avecindadas”, que se refiere a quienes tienen más de un año viviendo en el ejido, y son reconocidas por el núcleo y el Tribunal Agrario competente, pero que no son dueñas de la tierra y por tanto son prácticamente nulas sus garantías sobre ella. La mitad de quienes tienen esta categoría son mujeres.     
 
En contraste, los rubros en los que se reconocen más derechos agrarios es como ejidatarios y comuneros, ya que se refiere a personas que poseen parcelas, aprovechan la tierra de uso común, tienen al menos un solar, y participan con voz y voto en las asambleas.
 
No obstante, en esas categorías las mujeres no integran ni la mitad, y como máximo son reconocidas como “posesionarias” del territorio, pero la mayoría de quienes cuentan con una parcela acceden a ella en edades muy avanzadas (cuando los dueños legítimos han muerto) y con menos posibilidades de trabajarla.
 
La falta de propiedad del territorio también limita la participación femenina en asambleas y consejos comunitarios, ya que de los más de 14 millones de mujeres rurales en el país en 2013, sólo 46 mil 368 participaron como titulares o suplentes en los órganos de representación, y únicamente 4 por ciento de los núcleos agrarios estaba dirigido por una mujer.
 
De acuerdo con la Procuraduría Agraria, una de las posibles soluciones para frenar esa desigualdad sería que en la Ley Agraria las parcelas sean consideradas como patrimonio familiar, a fin de que la “esposa o concubina” pueda heredar los derechos a la tierra.
 
PRODUCTORAS INVISIBLES
 
Elsa Guzmán Gómez, investigadora de la Universidad Autónoma de Morelos y experta en estrategias productivas de las mujeres en el campo, explica que tras revisar varios archivos agrarios se ha encontrado con diversas disputas en las que una mujer tiene derecho a la tierra porque su esposo murió, pero su cuñado u otro familiar pretende quitarle la propiedad con el argumento de que “como mujer no la necesita”.
 
“Aunque haya mecanismos legales para que las mujeres accedan a la tierra, hay trabas en la comunidad y la familia para impedirle este derecho”, precisa la académica.
 
Guzmán Gómez observa que la mayoría de las mujeres rurales con derechos agrarios son dueñas de pequeñas porciones de tierra que se usan más para asentamientos que para producción agrícola.
 
Añade que la mayoría de las mujeres rurales son productoras agrícolas incorporadas a las unidades familiares, por lo que han expresado la necesidad de participar mucho más en la toma de decisiones, pues son ellas quienes afrontan las consecuencias de la falta de cosechas, el uso de agroquímicos, y la migración.
 
La especialista precisa que aunque las mujeres son ejidatarias (dueñas de tierras grandes), la mayoría de las veces son los varones de la familia quienes aún toman las decisiones, y ellas se concentran en el proceso productivo.
 
Elsa Guzmán detalla que como productoras del campo, el trabajo femenino está subvalorado en las estadísticas de productividad del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el cual registra que sólo 15 por ciento de ellas son económicamente activas.
 
Los datos oficiales sobre el trabajo de las mujeres rurales no toman en cuenta las actividades de traspatio que dan productos de consumo y de intercambio, así como sus actividades en las parcelas y otras áreas de producción campesina, critica la investigadora.
 
En la investigación “Uso del tiempo y trabajo no remunerado  en México”, de diversas estudiosas que analizaron las encuestas del uso del tiempo, se asienta que en las zonas rurales las mujeres realizan casi 100 por ciento del trabajo del hogar y dedican a diario nueve horas más que las mujeres urbanas, porque carecen de servicios básicos y destinan gran parte del día a la producción campesina.
 
Mónica Hernández Cuesta, directora de Políticas para la Igualdad de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), señala que la tenencia de la tierra para las mujeres es una de las “prioridades” de la dependencia.
 
Abunda que la escasez de agua y los efectos del cambio climático en la cosecha de alimentos, así como la posibilidad de desastres naturales, son factores que enfrentan las mujeres, a quienes no se les ha reconocido su aportación.
 
Sagarpa –agrega la funcionaria– tiene contabilizado que las mujeres son responsables de 8.1 por ciento de la producción del campo, cifra subestimada porque no cuenta a las mujeres que se hacen cargo de la tierra de sus parejas que tuvieron que emigrar.
 
Hernández Cuesta considera que “el machismo” es uno de los grandes obstáculos que la secretaría ha tenido que enfrentar en las comunidades, ya que –relata– en una localidad de Chiapas la Sagarpa construyó tuberías para que las mujeres no tuvieran que recorrer grandes distancias en busca de agua, pero los varones destruyeron la infraestructura con el argumento de que la población femenina se quedaría “sin hacer nada”.
 
SOBREVIVENCIA
 
En un conversatorio sobre mujeres rurales organizado por el Instituto Simone de Beauvoir, académicas y líderes de comunidades explicaron que son las mujeres quienes han tenido que defender sus territorios ante la escalada de megaproyectos energéticos o de telecomunicaciones, toda vez que los varones han emigrado.
 
Contaron anécdotas en las que la población femenina ha impedido que tanques militares y policías invadan sus tierras, lo que las ha llevado a autoorganizarse para resistir y hacer frente a los despojos por parte de empresas extranjeras concesionadas por el gobierno mexicano.
 
A tales daños se suma el cambio climático, que deriva en que ya no se puedan cosechar algunos productos, la falta de agua, los deslaves y los desastres naturales, los cuales son sorteados por las mujeres, quienes tienen que duplicar los trabajos de producción y las tareas de cuidado para sostener la vida en sus comunidades.
 
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