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Pierden derechos laborales más de 1 millón de costureras informales

Por Miriam Ruiz

En México, los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) registran un millón 252 mujeres en la manufactura informal, la mayor parte de ellas vinculadas a la producción textil y artesanal, y en esa medida afectadas por la crisis de este sector.

Itzel -nombre ficticio- es una adolescente maya en la comunidad de Tequit, salió de la nómina de la empresa yucateca de guayaberas donde trabajaba y ahora como bordadora a destajo de guayaberas para el mercado estadounidense desde su hogar, gana en promedio 300 pesos a la semana sin una sola prestación laboral.

Aunque el dueño le prestó una máquina y ella está pagando otra, Itzel cree que va a ganar más que cuando iba a trabajar a la fábrica, pero no es así porque aunque le pagan más por pieza bordada, ella tiene que pagar la luz y los hilos para su trabajo, además de afrontar las consecuencias de salud que para ellas genera el trabajo sin servicio médico.

Itzel trabaja duro, a decir de su madre, también bordadora Maya que perdió buena parte de la vista haciendo esta labor y enfatiza que si le pone entusiasmo su hija ganará hasta 700 pesos a la semana, sin saber que una sola guayabera se pagará en ese mismo precio.

Aunque la maquila a domicilio se esconde en los resquicios del trabajo informal y la evasión de impuestos, quienes estudian desde una perspectiva laboral el fenómeno en México y en otros países, coinciden en que estas trabajadoras son el eslabón más frágil en la cadena productiva en un sistema económico en el que sólo se puede competir bajando costos y esto solo es posible recortando los salarios.

Sin embargo, Itzel no lo ve así, como le cuenta a Alejandra Altamirano, quien realizó un estudio que en breve publicará el Instituto de Investigaciones Económicas (IIE) y la Facultad de Contaduría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

DONDE SE VENDE LA MAQUILA INFORMAL NACIONAL

De acuerdo con la socióloga Alejandra Altamirano y el Libro Negro de las Marcas, No Logo conocido como la biblia de los altermundistas, que da nombres y cargos a centenas de empresas trasnacionales, México no destaca por ser el país donde la maquila domiciliaria va a parar a las grandes tiendas de ropa de marca.

Por el contrario, añade, las condiciones de los industriales textiles los llevan a trabajar en el esquema de maquila en casa para la ropa que se quedará en México.

Así ocurre en Aguascalientes, como lo saben bien los empresarios locales del vestido quienes achacan a la competencia desleal de la globalización el colapso de una industria antes famosa por su solidez.

Hoy se pueden ver naves industriales con sólo cinco trabajadores. La ropa que muchos de ellos comercializan surge del trabajo de las costureras a domicilio, aunque también hay cada vez más hombres en ello, según la investigación.

«Muchas de las personas que maquilan fueron antes empleadas de las fábricas pero se van en los recortes de personal y son llamadas a trabajar desde su casa pero sin salario base,» indica Alejandra Altamirano.

En las comunidades rurales aledañas a la capital de Aguascalientes, y de Yucatán, según el estudio; así como de Puebla, según Global Exchange, la historia se repite: las costureras o bordadoras trabajan sin descanso como única opción a un campo desolado.

Y así, «mientras las condiciones de los industriales nacionales no sean más favorables, la maquila casera no va a desaparecer», puntualiza la socióloga.

Sin embargo, es probable que Itzel y el resto de mujeres que maquilan a domicilio sean sólo fantasmas, pues no existe su registro en Hacienda ni en las cuentas nacionales.

PAGAN MUJERES MAQUILADORAS UN ALTO COSTO SOCIAL, FAMILIAR Y DE SALUD

La información del INEGI brinda algunas ventanas sobre el fenómeno que se diluye en la desatención histórica a las trabajadoras y también, por la complejidad de medir el trabajo informal o no estructurado, como se ha evidenciado en 30 años de medición de esta forma de trabajo en México.

En su más reciente medición del sector no estructurado -sólo efectuado en comunidades de cien mil habitantes o más- donde contabilizan desde vendedores ambulantes o artistas hasta quienes laboran en cualquier estructura de 15 trabajadores sin seguridad social, INEGI da cuenta de un aumento de 2.2 millones de personas entre 1995 y 2003.

En esta cuenta institucional las mujeres pasaron de 3.1 millones a 3.7 millones en esos ocho años. Los hombres de 5.5 millones a 7.1 millones.

En todo el sector informal se puede ver que las mujeres que se incorporan con mayor velocidad son las que tienen más de 40 años y priva la presencia de aquellas cuyas edades van de los 12 a los 29 años.

INEGI atribuye la incorporación de mujeres mayores a la finalización del ciclo reproductivo y de crianza de hijos, así como a la dificultad de encontrar «chamba» en el sector estructurado.

De acuerdo con INEGI entre el 1995 y el 2003, el sector de servicios no estructurado cayó de 44.8 por ciento a 37.9 por ciento, mientras que el rubro de manufactura informal pasó de 17.3 por ciento a 22.5, pese a haber estado afectado por la crisis.

También registra un millón 252 mujeres en la manufactura informal, sea textil o de otro tipo, que cuenta microempresas sin prestaciones laborales o trabajo en casa.

De acuerdo con el mismo análisis, ellas dedican en promedio unas 24 horas semanales a la manufactura, 12 menos que los hombres, pero nueve de cada diez trabajadoras informales cumple con otros quehaceres domésticos.

Por ese trabajo, las mujeres que maquilan productos de manera informal obtienen un máximo de 5.7 pesos por hora, según estimaciones del INEGI, en cambio los varones reciben 10 pesos. En contraste, calcula que los propietarios de los negocios informales ganan 24 pesos por hora.

El problema no son los pesos y centavos que ganan quienes se emplean en la informalidad laboral, aseguran los críticos de la economía neoliberal sino la pérdida de derechos de las y los trabajadores.

«Señalamos a la maquila domiciliaria como una de las formas más arcaicas de elaboración de productos con orígenes en el siglo XV, modo de producción que muestra una involución de las condiciones laborales ganadas a lo largo de varias décadas del siglo XX», declara en el libro Emprendimientos de Mujeres, la coordinadora Milenio Feminista, que engloba a 170 organizaciones no gubernamentales de mujeres en 20 estados.

Explican que el retroceso se da «al incrementarse e intenfisicarse la jornada de trabajo mediante modelos para aumentar la velocidad de los tiempos y movimientos de la actividad productiva, lo que significa un deterioro considerable de las condiciones laborales con desgastes físicos y mentales acelerados, con cuerpos humanos que se agotan e incapacitan en pocos años.»

En su estudio «El doble juego de las marcas de moda», la organización Intermón Oxfam, resumió las estrategias empresariales: Hazlo rápido, bien y barato, con una estrategia que responde al principio de máxima flexibilidad en los eslabones inferiores de la cadena de producción.

El problema de las largas jornadas laborales, mal pagadas y sin derechos se traduce en un alto costo familiar, social y de salud, asegura el estudio.

2005/MR/LR

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