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Pinto mi raya

Por Cecilia Lavalle

Yo no voté por Felipe Calderón. Yo soy una de las más de 25 millones de personas que no votaron por el candidato del Partido Acción Nacional. Y quiero dejar esto bien claro, porque en este momento voy a pintar mi raya.

Pinto mi raya ante quienes dicen que el Instituto Federal Electoral (IFE) no funcionó.

Puedo coincidir en que su presidente, Luis Carlos Ugalde, no pasará a la historia como el mejor funcionario que ha tenido esa institución. Puedo admitir que no es un tipo que a mí me agrade. Es más puedo reconocer que él no se ganó mi confianza.

Pero de eso a descalificar el trabajo que realizaron miles de personas que, en todo el país, forman parte de esa institución, hay un gran trecho. De eso a descalificar el monumental trabajo que realizaron casi un millón de ciudadanos y ciudadanas que participaron directamente en la recepción y conteo de todos los votos, hay un abismo.

La tarea del IFE es, fue, organizar las elecciones, y a mí me parece que hizo bien su trabajo. De entrada, que se hayan instalado todas, excepto ocho, las casillas previstas, me parece que habla de un buen trabajo de organización. Yo refrendo mi confianza en el IFE.

Pinto mi raya también ante quienes descalificando el Programa de Resultados Preliminares (PREP) pretenden descalificar el resultado de la elección.

Analistas cuya opinión valoro y respeto, sostienen que hacer trampa con el PREP es casi imposible. Pero voy a suponer que es posible. Voy a suponer que dado nuestro refinado sentido de la trampa hubo quienes encontraron la manera de «maquillar» el PREP para dejar la percepción de que el candidato del PAN ganaba.

Finalmente no eran sino resultados pre-li-mi-na-res. Y, dicho sea de paso, coincidieron con casi todas las empresas encuestadoras serias.

Ahora bien, ya se contabilizaron las actas en cada uno de los 300 distritos en que se divide a lo largo y a lo ancho nuestro país. Ya se sumaron todos los votos y se abrieron todos los paquetes electorales en los que se había detectado alguna irregularidad. El resultado le da ventaja a Felipe Calderón.

Insinuar que también en ese proceso hay trampas, que cientos de miles de personas están coludidas para otorgar ventajas, me parece descabellado y gravemente irresponsable.

Pinto mi raya, asimismo, ante los exigen que se cuente voto por voto en todas las más de 130 mil casillas.

Voy a olvidar -que no a desconocer- que nuestra legislación electoral precisa claramente los casos en los que no sólo puede sino que debe abrirse un paquete electoral a fin de contar nuevamente los votos. Pero sólo por sentido común pregunto:

¿Qué caso tiene abrir el paquete correspondiente a una casilla cuyo cómputo y registro es impecable y está avalado por las firmas de todos los funcionarios de casilla y las y los representantes de todos los partidos políticos? En decenas de miles de casillas no hubo un solo problema, un solo incidente. Las actas están correcta y legalmente llenadas y firmadas por representantes de cada uno de los partidos políticos en contienda. ¿Para qué volver a contar esos votos?

El argumento que he escuchado del coordinador de campaña de Andrés Manuel López Obrador no me convence. Dice: «el que nada debe, nada teme». ¿Eso es suficiente para proponer que se ignore o se supere lo que dice la ley y el sentido común?, ¿se deben entonces abrir también los paquetes correspondientes a senadores y diputados?

Yo no me opongo a que se abran los paquetes en los que hay pruebas o razones fundadas para suponer que hay una irregularidad. Pero disiento de quienes sostienen que si no se cuenta nuevamente voto por voto la elección no vale. Eso es una desmesura insostenible.

Pinto mi raya ante quienes pretenden que la presión social rebase las leyes.

Si algo le da certeza a nuestras elecciones es que la observancia a la legislación en la materia no es opcional. El PRD está en todo su derecho de impugnar todas las casillas en las que pueda documentar alguna irregularidad. Eso no está sujeto a negociación. Y tampoco lo está que el veredicto del Tribunal Electoral será la última palabra.

Ahora bien, la resolución del Tribunal Electoral puede no gustarme a mí y a otros millones de personas más. Como puede no gustarnos que no haya ganado por quien votamos. Pero, en todo caso, va siendo hora de aprender a ser demócratas y respetar las reglas.

No comulgo con muchas de las ideas de Felipe Calderón. Es más, tengo la certeza de que en lo referente a la equidad de las mujeres, en la que creo, el triunfo de Calderón significará seis años de lucha por no retroceder en los terrenos ya ganados. Pero si el TEPJF resuelve que él es el ganador, será mi presidente para bien o para mal. Así es la democracia. Y no tengo ninguna duda, con todas sus imperfecciones, la prefiero al autoritarismo, la dictadura o la anarquía.

*Periodista mexicana

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06/CL/LR

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