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Plan b – ¿Detrás de #bringbackourgirls?

Por Lydia Cacho
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El secuestro de las niñas en Nigeria atrajo la atención del mundo. ¿Y cómo no hacerlo luego de ver ese angustiante video en que las menores de edad están rodeadas de hombres armados?
 
Boko Haram, el grupo que las secuestró, dijo que las venderá como esclavas si no hay negociación con el gobierno. ¿Pero acaso los países más ricos están usando a las niñas para controlar a Nigeria?
 
La inestabilidad e inseguridad en el país africano tiene sus raíces desde tiempos coloniales; los musulmanes quedaron en el norte y los cristianos y animistas en el sur.
 
Recordemos la ruptura étnica que causó la guerra civil (Biafra 1967-1970). Boko Haram sí tiene militantes del islamista Al-Qaeda, pero también infiltrados de inteligencia argelinos y norteamericanos que han incitado a la violencia. La mayoría de militantes son jóvenes no extremistas que antes fueron víctimas de hambrunas.
 
Las niñas son rehenes perfectas; históricamente las mujeres han sido carne de cañón, esclavas y moneda de cambio en las guerras del mundo.
 
La ONU no puede fingir que éste es un hecho aislado porque expertos en cambio climático insistieron desde 2009 que Nigeria tenía un serio problema de desertificación, sequía, falta de agua potable y una agricultura agonizante; lo confirmó el Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID).
 
Por otro lado, el Instituto para la Paz advirtió que “las respuestas débiles al cambio climático que genera falta de agua y alimentos, tienen como impacto secundario el incremento de enfermedades, hambruna y desempleo; cuando el Estado y la comunidad internacional no responden al problema, éste eventualmente abre la puerta al conflicto”.
 
Si bien ya existían tensiones políticas y étnicas, la crisis del hambre junto con la corrupción del gobierno nigeriano fortaleció el disenso. En este caso Boko Haram quiere mantener el control de los escasos recursos, y evitar la incursión de quienes pretenden robar los hidrocarburos que son la única riqueza que puede salvar a ese país por el momento.
 
Dar apoyo moral a las nigerianas es importante, pero la campaña #devuelvan a nuestras hijas no logrará más. Desde 1983 el profesor Sabo Bako, estudioso del movimiento Boko Haram, aseguró que la mayoría de los soldados de este grupo son jóvenes desplazados por la pobreza y hambruna; niños que quedaron sin tierras, sin agua y sin hogar.
 
La pobreza causó caos y desesperación, ésta es la reacción de una población colapsada por el hambre y el abandono. Más de 200 mil familias granjeras huyeron por la hambruna, pero nadie hizo nada por ellas.
 
Ahora que en la región se pelea por petróleo y gas, EU y Francia desatan una campaña mundial “justiciera” y no para llevar a cabo un algoritmo ecológico que permita rescatar la tierra, el agua y los recursos naturales. No quieren llevar programas de salud y vivienda, quieren otra guerra petrolera.
 
Efectivamente queremos que nos devuelvan a todas nuestras hijas: a las miles de desaparecidas por el narco mexicano y a las nigerianas. La campaña por los derechos de las niñas y niños debe ser diaria, sólida e implacable. Deben ser “nuestras niñas” los 365 días del año.
 
Debemos exigir que haya recursos para atender a desplazados por la hambruna en Nigeria; transparentar la mano oscura de Washington, China, Argelia, Francia y el Reino Unido en este tema.
 
No quieren a las niñas, quieren el botín que llegaría luego de la escenografía montada en los medios del mundo con el rescate. Jamás les justificaré, pero Boko Haram ha asesinado a 300 personas y secuestrado a 270, el narco mexicano mató a 70 mil y desapareció a más de 20 mil. ¿No les parecen disímiles las reacciones internacionales?
 
Esta historia comenzó con una comunidad internacional que abandonó a Nigeria desde hace décadas. Se necesita una colaboración pacífica, ecológica, con vistas al desarrollo social y el rescate de la salud, no más soldados ni masacres.
 
Twitter: @lydiacachosi
 
*Plan b es una columna publicada lunes y jueves en CIMAC, El Universal y varios diarios de México. Su nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.
 
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