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Plan b – Sobrevivir al cáncer

Por Lydia Cacho
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¿Compraría usted medicamentos contra el cáncer en el “mercado negro” para salvar a algún familiar? Prácticamente a nadie se le ocurre preguntarse cómo funciona la atención de cáncer en el sistema de salud pública hasta que se enfrenta a la pesadilla; entonces comprende la palabra detección temprana.
 
Laura es una de las 10 mil niñas, niños y jóvenes que enferman de cáncer cada año en México; sus padres le están dando calidad de vida porque no tienen forma de curar la avanzada leucemia de su pequeña de ocho años.
 
Carmen es una costurera de 65 años, se salvó de un cáncer de páncreas, pero ahora por la metástasis está haciendo radioterapia en un hospital privado, porque en el Seguro Social de Yucatán tiene lista de espera de seis meses; consiguió un préstamo y quedó endeudada.
 
Ramiro fue al Seguro Social de Cancún durante un año quejándose de problemas urinarios, cuando le quitaron la próstata era demasiado tarde, el cáncer se extendió y murió antes de su cita para tratamiento.
 
En México hay 165 oncólogos pediatras para los 10 mil casos anuales y 80 especialistas en psicooncología. Hay 900 especialistas en oncología en todo el país para enfrentar 100 mil nuevos casos anuales, y sólo hay 41 clínicas públicas con capacidad para atender personas con cáncer.
 
Según el Instituto Nacional de Cancerología (Incan), las mexicanas sufren más de cáncer de mama (CaMa) y cerviz, los hombres de pulmón y próstata; las niñas y niños de leucemia.
 
La gran mayoría de casos se detectan demasiado tarde y quienes se salvan tuvieron la suerte de recibir apoyo de alguna organización como la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer (AMANC). El problema es que tres de cada cuatro menores de edad son detectados con la enfermedad avanzada.
 
Sólo 20 de cada 10 mil personas enfermas pueden pagar un tratamiento oncológico privado sin quedar afectadas económicamente.
 
El medicamento para cáncer de pulmón cuesta 16 mil pesos al mes; el de leucemia infantil 7 mil 500 (en general durante el resto de la vida de la o el paciente en fase avanzada); el tratamiento de inhibidores de aromatasa que deben tomar durante cinco años las pacientes postmenopáusicas que tuvieron cáncer mamario cuesta 4 mil al mes.
 
17 radioterapias valen 50 mil pesos, 12 dosis de quimioterapia pueden llegar a costar 40 mil. Tratamientos avanzados como el Sorafenib cuestan 6 mil dólares al mes (poco más de 79 mil pesos mexicanos).
 
A esas cifras hay que aumentar medicamentos contra el vómito, la anemia, la baja de defensas y los continuos estudios de química sanguínea.
 
El Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) calcula que el costo promedio de atención a una paciente con CaMa es de 150 mil pesos anuales.
 
El costo oculto del cáncer es algo de lo que no hablamos en México; la familia entera queda atrapada con la enfermedad, además del dolor emocional, la depresión y ansiedad, los cuidados especializados, y las reiteradas hospitalizaciones implican que la o el paciente deje su trabajo y la carga económica recaiga en otra persona.
 
Cuando hay niñas o niños enfermos, en general las madres dejan todo para cuidarles y la economía queda comprometida.
 
En 2010 la PGR descubrió en Puebla la red de “mercado negro” de medicamentos oncológicos más grande del país. Los robaban del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y los vendían directo a pacientes.
 
El argumento era que las clínicas los tienen, pero no los recetan por falta de especialistas y de detección de la enfermedad. El bioético y oncólogo Ezekiel J.Emanuel dice que un tercio de pacientes con cáncer reciben quimioterapia al final de la enfermedad, cuando ya no es útil.
 
Lo cierto es que aunque el Incan hace esfuerzos sobrehumanos para atender pacientes de toda la República, la respuesta verdadera está en la inversión de clínicas de prevención y detección temprana.
 
Próximamente hablaremos de la corrupción en la industria farmacéutica y de cómo más gente vive del cáncer de la que muere y sobrevive.
 
*Plan b es una columna publicada lunes y jueves en CIMAC, El Universal y varios diarios de México. Su nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.
 
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