Inicio ¿Podemos cambiar, desde el cuerpo, de manera gradual y simultánea?

¿Podemos cambiar, desde el cuerpo, de manera gradual y simultánea?

Por Carolina Velásquez*

En la entrega pasada hablamos de la integración postural, enfoque difundido en los años 70 por el estadounidense Jack Painter, que reúne varios métodos de trabajo corporal buscando lograr el desarrollo «directo, completo y permanente de toda la persona» desde el reconocimiento y aceptación del cuerpo como un todo integrado.

Para este autor, la propuesta no distingue sexos, da énfasis igual a hombres que a mujeres, pues en su experiencia en consultorio ha recibido el mismo número de clientes de cada uno, además en la formación que ha desarrollado con terapeutas hay entre 35 y 40 por ciento de mujeres, porcentaje que él considera elevado ya que la integración postural requiere de fuerza y tamaño (estatura) para aplicarla.

El proceso y la experiencia de liberación es una etapa fundamental de la integración postural, un enfoque que Painter define como holístico (Integración postural, 1990).

Su máxima es «podemos cambiar en forma gradual pero simultánea en todas nuestras dimensiones: mente y cuerpo, interior y exterior», es decir, los cambios no se dan primero en el cuerpo y luego en los sentimientos y pensamientos, primero fuera y luego dentro, sino al mismo tiempo.

«De otro modo caemos en el error de considerarnos partes fragmentadas», una suma de partes, subraya Painter.

La historia de Jane, una corredora de largas distancias, ejemplifica en qué consiste la tarea del terapeuta de integración postural.

Acerca de la condición de esta atleta cuando llegó a consultarlo, Painter relata: «Nunca se sentía cansada ni tensa. Corría sin parar hasta que de repente se derrumbaba. En una ocasión ni siquiera notó que se había roto un hueso del pie hasta que terminó la carrera».

¿En qué consistió la atención desde el trabajo de integración postural?

En la primera sesión, Jane no sintió dolor ni emoción alguna, aún cuando aumentara la presión que se ejercía sobre su cuerpo. «Su tejido era elástico y aunque no estaba duro era evasivo y se resistía al movimiento. No parecía haber conexión consciente entre lo que su cuerpo sentía y lo que sucedía en sus emociones y pensamientos», expone Painter.

Luego de varias sesiones de trabajar sobre las capas de tejido, empezó a reconocer algunos «cambios», sin embargo el efecto desaparecía muy pronto. La falta de conexión entre lo que sentía y pensaba continuaba.

Painter decidió entonces ser más «provocativo» y mostrarle a Jane su impaciencia arañándole el cuerpo.

«Entonces se puso colorada y empezó a llorar, enojada y exigente como un recién nacido. Al instante su conciencia tomó el ritmo de su cuerpo corredor y éste se volvió flexible y receptivo. Habló de su tristeza y mientras compartíamos la energía recién descubierta, sus partes separadas siguieron aproximándose».

El principio de trabajo simultáneo con mente y cuerpo, también se ejercita para la transformación conjunta del yo interno y externo. De esto hablaremos en la próxima entrega.
*Periodista mexicana y psicoterapeuta Gestalt
[email protected]

06/CV/LR

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