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Política social y feminización de la pobreza

Por Carmen R. Ponce Meléndez*

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), en un informe recientemente presentado, reporta que en el país, entre 2006 y 2008, la pobreza extrema aumentó 4.4 por ciento. En esos dos años el porcentaje de personas en condición de pobreza alimentaria subió de 13.8 a 18.2 por ciento, y la de patrimonio de 42.6 a 47.4 por ciento.

En tanto que los recursos para la Secretaría de Desarrollo Social se duplicaron en el mismo periodo de 24 mil a 50 mil millones de pesos; mientras que el gasto social programado en estos dos años también aumentó de 80 mil millones a 208 mil millones de pesos.

Estas cifras de pobreza atañen en forma importante a las mujeres.

De acuerdo con Instituto Nacional de la Mujer y conforme a cifras de la propia Coneval, cuando se registra disminución de la pobreza se ha observado que en los hogares con jefatura femenina el ritmo de reducción es más lento, especialmente en las zonas urbanas, con un descenso de solo un punto porcentual desde el año 2000, en comparación con casi cinco puntos porcentuales para los hogares dirigidos por hombres.

Actualmente, la mayor incidencia de pobreza es en el ámbito urbano, donde es mayor la presencia de hogares con jefatura femenina, y se aprecia que 24 por ciento de los hogares en condiciones de pobreza alimentaria son dirigidos por una mujer.
De nuevo las mujeres, afectadas y vulneradas por la pobreza.

El citado informe de Coneval hace mención a varias causas sobre el crecimiento de la pobreza, el aumento de precios en los alimentos, la disminución de las remesas (transferencias entre pobres), pero sobre todo a las condiciones precarias del mercado de trabajo.

Efectivamente, las remesas han disminuido en más de 10 por ciento, pero lo que es más grave, superan a los ingresos derivados de las exportaciones petroleras.

Respecto al incremento de los alimentos, y de acuerdo a Banco de México, en 2009, éstos crecieron por encima del índice de precios, lo mismo se registra en el caso de frutas y verduras.

Por lo que concierne al mercado de trabajo, basta considerar las condiciones de los salarios.

La Variación del salario contractual en 2009 fue de 4.4 y en el sector comercio –ampliamente feminizado. El salario base de cotización del IMSS varió 5.4 y 3.9 en el primer y segundo trimestre, respectivamente (Banxico). Por su parte, el salario mínimo aumentó 4.0 por ciento, respecto al del 2008. Todas estas cifras son inferiores al INPC y particularmente a la variación que registraron los precios de los alimentos, y al observado en frutas y verduras.

Cabe mencionar que en el caso del salario contractual, aunque su variación sea menor al salario base de cotización, el poder adquisitivo del trabajador es compensando por las prestaciones que contienen los contratos de trabajo.

Sin embargo, aún así es evidente que ha habido una importante pérdida del poder adquisitivo del salario en general, que significa más pobreza y contracción del mercado interno.

Para mayor abundamiento, es necesario considerar que 26.7 por ciento de los hombres y 42.2 por ciento de las mujeres reciben mensualmente ingresos que no rebasan los dos salarios mínimos y la brecha salarial entre hombres y mujeres es de 14 por ciento.

MAYOR DESIGUALDAD

Sin embargo, este fenómeno no es nuevo, antes de la actual crisis, en el período 2000-2004 y de acuerdo a cifras del Inegi, las mujeres con percepciones menores a dos salarios mínimos eran de 69.4 por ciento a 72.5 por ciento. Para dimensionar la magnitud de este ingreso, cabe recordar que el costo de la canasta básica mensual, en ese lapso, fue mayor a dos salarios mínimos.

Según Coneval, en el período 1992-2006 (catorce años), el empleo informal creció el doble que el formal, ya que se generaron 5 millones 145 mil 042 empleos formales y el doble, 10 millones 169 mil 898 empleos informales, lo que nos habla del proceso de precarización que ha experimentado el mercado de trabajo y que necesariamente se traduce en mayor pobreza y básicamente, pobreza urbana.

También aquí, en el mercado informal de trabajo, las mujeres tienen una fuerte presencia, especialmente en el comercio ambulante y en general en las microempresas.

Es obligada una revisión de la política social y que se incluyan políticas públicas de apoyo a la mujer, aunque si se mantiene la fábrica de pobres, que es el desempleo, no habrá gasto social que alcance.

* Economista especializada en género.
[email protected]

09/CRPM/GG

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