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Por el derecho a decidir… de todo el mundo

Por Teresa Mollá Castells*
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La semana pasada llegaba al Congreso una moción de la Unión Progreso y Democracia (UPyD) sobre lo que ese mismo partido llama “sobre propósitos del gobierno en relación a la falacia del denominado ‘derecho a decidir’”.
 
La moción salió adelante con los votos de los partidos Popular (PP) y Socialista Obrero Español (PSOE), UPyD y la abstención del Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC).
 
En esa moción se afirma que el “derecho a decidir” es de todo el pueblo español y que “bajo ningún concepto” una parte de la ciudadanía puede decidir sobre la organización territorial del Estado. Y esto es sólo una parte del discurso de la dirigente de la UPyD, Rosa Díez.
 
No seré yo quien cuestione ni discuta al pueblo catalán su derecho a decidir, puesto que ojalá pudiera hacerlo. Ni al pueblo vasco, ni al kosovar, ni a ningún pueblo que quiera decidir por sí mismo su  propio futuro.
 
Pero esto me lleva a otra reflexión y es aquella de que si desde la UPyD y los partidos que apoyaron esa moción tienen claro que una parte de la ciudadanía no puede decidir sobre el resto, ¿tendrán igual de claro que una parte de la ciudadanía no puede decidir sobre la vida de más de la mitad de la población, que somos las mujeres, al no permitir su libre decisión sobre la maternidad o sobre sus propios cuerpos?
 
Francamente espero escuchar a Rosa Díez argumentar lo mismo cuando el ministro de (In)Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, lleve su contrarreforma de la ley de aborto al Congreso. Pero también espero escuchar alto y claro a los partidos que apoyaron esa moción con ese argumento.
 
Porque yo me sigo preguntando: ¿Por qué ese argumento es válido para frenar los deseos de independencia de un pueblo como el catalán y no lo es cuando de la mayoría de la población se trata? No lo entiendo.
 
Si se supone que una parte de la ciudadanía no puede imponer a otra sus criterios, ¿Por qué las mujeres que somos el 52 por ciento de la población hemos de aceptar que nos sean impuestos criterios de la época napoleónica que incluía como delito el aborto en su Código Civil?
 
¿Por qué hemos de aceptar que los de faldas largas y negras nos impongan sus creencias como si estuvieran al frente de una nueva Inquisición? ¿Por qué se nos quiere negar nuestro derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo?
 
¿Acaso el camino iniciado por los partidos que han votado esta moción de UPyD es la de impedir que un pueblo decida, para continuar impidiendo que decida sobre su propia vida y su propio cuerpo más de la mitad de la población que somos las mujeres?
 
Me quedé estupefacta cuando escuché en la radio el revuelo mediático y político que se armó y al tiempo casi nadie menciona la contrarreforma de Ruiz Gallardón y su servilismo a los mandatos de los de faldas largas y negras. Y nada de cuestionarse la posición de los grandes medios generalistas que apuestan siempre por el poder político y económico.
 
Que estas cosas ocurran en los albores del siglo XXI me sigue sorprendiendo, porque entiendo que las sociedades llamadas avanzadas tendrían que haber superado este tipo de desigualdades entre mujeres y hombres, y haber avanzado en libertades más igualitarias y equitativas.
 
Precisamente hoy hace 220 años que llevaron a la guillotina a una de las mayores precursoras del feminismo moderno: Olympe de Gouges. Y la llevaron a la guillotina precisamente por demandar los mismos derechos que disfrutaban los hombres para las mujeres.
 
Han pasado 220 años y hemos avanzado en la consecución de derechos de ciudadanía, pero los derechos sobre nuestro propio cuerpo de mujeres siguen pendientes. Y de nuevo surge la pregunta ¿Hasta cuando?
 
Quiero plena libertad sobre mi cuerpo y poder decidir si quiero ser madre, cuándo, con quién o sola. O no serlo. Pero no quiero que nadie decida por mí, ni me imponga tutelajes propios de la época feudal o napoleónica.
 
Quiero control absoluto sobre mi propio derecho a decidir sobre mi vida y mi cuerpo. No quiero imposiciones de nadie y mucho menos de poderes públicos ni religiosos. Mi cuerpo es mío y sobre él decido yo y nadie más que yo.
 
Y de la misma manera que exijo que nadie decida por mí, entiendo a los pueblos que quieren gobernar su futuro.
 
Exijo respeto para las decisiones de las mujeres y lo exijo de forma radical, desde la raíz, puesto que ni somos menores de edad, ni necesitamos ser tuteladas por nadie.
 
Somos personas libres que pueden y deben decidir sobre su cuerpo. Que no pretendemos imponer el aborto al resto de mujeres que decidan no hacerlo, pero reclamamos nuestro derecho a hacerlo si es lo que decidimos en algún momento.
 
Además y por coherencia, les recordaré desde estas líneas a quienes votaron a favor de la moción de UPyD que los pueblos los forman las personas y hay muchas, muchísimas personas, mujeres y hombres para quienes el derecho a decidir, de forma integral y radical la entendemos como mayores cuotas de libertades de la ciudadanía y no sólo de forma parcial y sesgada como pretenden hacernos creer.
 
¿Acaso tienen miedo a esas libertades? ¿Temen la pérdida de poder versus privilegios de los que están gozando gracias a recortar derechos de todo tipo a la ciudadanía?
 
Nunca voté por ninguno de estos tres partidos que se sumaron a la moción de UPyD, ni creo votar por ellos nunca, pero como ciudadana demócrata que me considero estaré muy alerta para ver si Rosa Díez y sus correligionarios ponen el mismo énfasis en impedir que una parte de la sociedad non imponga a las mujeres sus normas, credos o freno a nuestras libertades.
 
De lo contrario el nombre de su partido, sobre todo aquello referente a “progreso y democracia” será verdaderamente una falacia y ella la falaz portadora de incoherencias y mentiras.
 
También estaré muy alerta a los votos de los partidos que exigen el derecho a decidir de sus pueblos, para ver su coherencia cuando de temas de libertades de las mujeres se trata, puesto que esos pueblos también están formados por mujeres.
 
También buscaré su coherencia en el Parlamento cuando se tenga que votar la contrarreforma de Ruiz Gallardón y se ponga en cuestión el derecho a decidir de las mujeres. Ahí también se retratarán…
 
Porque mi cuerpo es mío y sólo yo puedo decidir sobre él. Porque no quiero que nadie tutele mis decisiones de mujer. Porque si quiero parir, quiero decidir cómo, cuándo y con quién.
 
Porque mi cuerpo no es sólo un elemento gestante. Porque el placer es un derecho y no algo pecaminoso como nos han hecho creer los de faldas largas y negras. Porque creo en la democracia y en las libertades. Porque exijo ser ciudadana de primera.
 
Les estaré vigilando y volveré a denunciar sus incoherencias en lo que a libertades de las mujeres se refiere.
 
[email protected]                                                                      
 
*Corresponsal en España. Periodista de Ontiyent.
 
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