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Por mi gran culpa

Por Alejandra Buggs Lomelí*

El sentimiento de culpa es un sistema de censura que neutraliza el desarrollo de las potencialidades en el ser humano, y que en las mujeres se manifiesta en vulnerabilidad y en la aceptación de cualquier tipo de manipulación.

Estoy cierta y lo comparto con autoras como Liliana Mizrahi y Nadia Regina Loureiro de Barros Lima, que la culpa tiene su origen en la tradición judeo-cristiana y otras culturas que nos enseñan que las mujeres somos culpables desde que nacemos y esto lo tenemos internalizado en el inconsciente colectivo a través de mensajes como los siguientes:

Eva dio la manzana prohibida a Adán, y por eso se convirtió en "culpable" del mal que llegó a la tierra y en responsable de la expulsión del Paraíso.

Algunas religiones budistas señalan: "Las mujeres son hombres que pagan en esta vida sus pecados de la vida anterior".

O el caso de Pandora, quien en la mitología griega fue la primera mujer, hecha por orden de Zeus para introducir males en la vida de los hombres.

Desde este enfoque podríamos incluso pensar como dice Carme Valls Llobet "que quizás Moisés fue un misógino que quiso culparnos a las mujeres de todos los males de la humanidad".

Sin embargo, esto no puede ser resultado de la idea de un solo hombre sino del sistema patriarcal de poder que ha hecho patente la superioridad del hombre sobre la mujer, acusándonos de algo que no hemos cometido, como si las mujeres naciéramos con la culpa pegada a la piel y enquistada en nuestro ser.

Es por ello que el manejo de nuestras emociones está basado más en la prohibición que en la afirmación de nuestros deseos y/o vivencias.

Desde niñas se nos enseña a reprimir nuestros sentimientos de molestia, enojo e inconformidad y en su lugar aprendemos a pedir perdón. Las mujeres debemos perdonar casi siempre para quedar bien con las y los demás, y también para ser perdonadas por los supuestos pecados de nuestras ancestras.

Además, la historia se nos enseña como un ardid de la estructura patriarcal que fomenta que las mujeres aceptemos una culpa impuesta que nos hace sentir infractoras de nuestra existencia en el mundo.

La culpa en las mujeres es universal y por tanto es inmensa e infinita, no sólo nos sentimos culpables de nuestra fuerza, de nuestro poder, de nuestra inteligencia, de nuestra capacidad de procrear, de ser creativas, sino peor aún nos sentimos culpables de existir.

Creemos que somos culpables de casi todo y esto hace que la culpa no nos permita creer en nosotras mismas y aprendemos a despreciarnos, a violentarnos, a humillarnos como una especie de "castigo" ante el pecado de existir como mujeres.

La autoestima femenina resultado de este bombardeo histórico-religioso se verá afectada por la inseguridad, la desconfianza en una misma, el autoboicot, la dependencia en las y los otros, la autodescalificación y el retraimiento.

He constatado con algunos procesos de mis consultantes que esta culpa es totalmente inconsciente y toma diferentes formas, manifestándose en enfermedades psicosomáticas, la dificultad para disfrutar del placer en todos sus contextos de vida, la manera de limitarse tanto intelectual como creativamente, presentando episodios depresivos, además experimentamos una anestesia emocional que nos lleva a no sentirnos, a no escucharnos, a no saber quiénes ni cómo somos.

Por tanto nos limitamos en nuestra capacidad para legitimarnos y para darnos un lugar de importancia ante nosotras mismas y ante el mundo, siendo víctimas de las circunstancias y de nosotras mismas al convertirnos como dice Liliana Mizrahi en "cómplices de este sistema atávico que nos convierte en seres para otras y otros, en seres postergados".

Por lo que es automático que busquemos la culpa primero en nosotras mismas y después en las y los demás; es esta una culpa autocensuradora que nos obliga inconscientemente a pretender alcanzar el ideal de "mujer perfecta" en la realización de nuestro trabajo, ya sea fuera de casa o en la limpieza de la misma, siendo la mejor madre, la mejor pareja y la mejor amante.

Además este sentimiento tan arraigado en nuestra ancestral cultura patriarcal nos lleva a las mujeres a vivirnos escindidas en nuestras sensaciones, emociones y pensamientos, que aunados a esta tendencia a la perfección representan uno de los elementos más devastadores contra la salud mental y emocional de las mujeres.

*Directora del Centro de Salud Mental y Género, psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial, y especialista en Estudios de Género.

12/AB/RMB

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