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Precisiones

Por Cecilia Lavalle

Que no me meta con Andrés Manuel López Obrador, me dice un lector. Que críticas como la mía contribuyen a destruir EL Proyecto, dice otro. Que todo es porque no actuó hipócritamente apoyando la marcha del domingo pasado, escribe un tercero. Coinciden en: Que fue una marcha organizada por la derecha, aunque rebasada por la sociedad civil. Que los dueños del dinero de este país no quieren que AMLO llegue a la Presidencia. Y uno dice que si apoyo la idea de «eliminar» a AMLO nada más porque no actuó como yo quiero «qué pérdida para la democracia».

La airada protesta de estos lectores proviene de lo que opiné en mi artículo anterior respecto a la marcha que contra la delincuencia se celebró en la ciudad de México. Por la descalificación que hizo de esa marcha el jefe del gobierno del Distrito Federal, escribí que no entendía cómo aspiraba a gobernar un país con tan corta estrechez de miras. Ahora, vamos por partes:

Para empezar, yo no me metí con AMLO, él se metió conmigo. Dado que no vivo en el DF no tendría porqué opinar de un asunto que directamente no me afecta, (lo cual no es necesariamente cierto porque me tomo como asunto personal muchos asuntos). Pero en este caso, él y su partido han señalado su intención de contender por la presidencia de la República, y entonces sí cabe la posibilidad de que me gobierne; de modo que es un asunto que me atañe directamente.

Aclarado el punto, encuentro altamente preocupantes varios señalamientos porque parten del supuesto de que a López Obrador no se le debe tocar ni con el pétalo de una crítica, so pena de pasar del lado de los traidores a la patria. Según este esquema de un lado están los de la derecha, mezquinos capitalistas que no quieren que AMLO llegue a la Presidencia; y del otro lado están los que apoyan a AMLO, los que -dicen- están con el pueblo.

A mí la sola división me parece espeluznante. Es como regresar a los tiempos de Stalin. Además me confunde, porque dado lo borrosas que son ahora las fronteras ideológicas, bien a bien no sé de qué lado ponerme (aunque tengo claro que con lo que menos me identifico es con la derecha).

No obstante, me parece que lo mismo forma parte del pueblo el que se asume de derecha como el de centro o de izquierda o cualquiera de sus combinaciones. ¿O sólo es pueblo el de izquierda, o el pobre, o el desempleado, o el jubilado? ¿Si no encajo en esas categorías no soy del pueblo?

Me preocupa, igualmente, que se hable de «EL Proyecto», como si fueran los 10 mandamientos, incuestionables para la religión católica. Merecen mi respeto quienes han decidido seguirlos, pero me opongo rotundamente a que pretendan imponerlos. Lo mismo pasa con «EL Proyecto». Para empezar ¿cuál proyecto?, y para terminar, si es un proyecto de gobierno tengo el derecho de cuestionarlo y decidir si lo apoyo o no. Para dogmas de fe, las religiones no los gobiernos.

Ahora bien, que la marcha fue organizada por la derecha. Supongamos que así fue. ¿Los reclamos de la derecha no son válidos, sólo porque provienen de la derecha? ¿Sólo son válidos, honestos, legítimos los reclamos de la izquierda? ¿Y la de los ambidiestros? ¿Y la de los que ni siquiera se cuestionan ideológicamente donde se ubican? ¿A quiénes pretende entonces gobernar López Obrador? ¿A todos o nomás a algunos?

Mi percepción es que el problema de la delincuencia es tan grave, que es irrelevante quiénes organizaron la marcha. Muchísima gente está harta de vivir bajo la autoridad de gobiernos que no le resuelven un problema elemental como es la seguridad. Y ofende que, como en los mejores tiempos de gobiernos priístas, se suponga que la sociedad es incapaz de pensar, reflexionar, tomar decisiones; que se crea que son simples borregos manipulables. ¿Qué no fue eso lo que pensó el gobierno de los estudiantes en el movimiento del 68?

Yo no pertenezco a ninguna organización vinculada ni de lejos con la derecha. Y no quiero que el señor López Obrador me gobierne. Me ha decepcionado su miopía política, su tolerancia a los casos de corrupción en las filas de su equipo, su poca sensibilidad a un reclamo ciudadano, su peligrosa división entre malos igual a ricos de derecha y buenos igual a él y sus seguidores que son el pueblo, que son de izquierda. No creo en salvadores de la patria. Creo que, en efecto, hay sectores interesados en que no llegue a la presidencia, pero de sumar en contra se ha encargado él solito con gran eficiencia.

Para finalizar, una última precisión. No quiero «eliminar» a López Obrador, lo que no le daré en todo caso es mi voto; menos acepto eso de «eliminarlo sólo porque no actuó como yo quiero», actitudes así son propias de un autoritarismo con el que no comulgo. Y no creo que la democracia pierda con mi opinión; pierde, sí, cuando no podemos criticar, cuando en aras de UN proyecto o UNA visión de país, censuramos o cedemos libertades. Miremos tan solo lo que ha hecho la Ley Patriótica en Estados Unidos, o el patriotismo de Fidel Castro en Cuba. No quiero eso en mi país.

Apreciaría sus comentarios: [email protected]

*Articulista y periodista de Quintana Roo.

2004/BJ/SM

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