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¿Prostituidores o empresarios?

Por Lydia Cacho
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Prostitución o “trabajo sexual”, forma de explotación o independencia laboral. La discusión sobre la posible legalización del comercio sexual que se da en este momento en la Constituyente de la Ciudad de México ha despertado, nuevamente, discusiones infructuosas y debates indispensables, a la vez que insultos, descalificaciones y una poderosa marea de cabildeo al interior del gobierno de Miguel Ángel Mancera a fin de que se considere la legalización del comercio sexual de seres humanos como un trabajo regulado.
 
Patricia Mercado, Secretaria de Gobierno de la capital mexicana, defendió recientemente la legalización de la prostitución para reconocerla constitucionalmente como “trabajo sexual”. Esto significa que las personas en el comercio sexual deben estar registradas y bajo supervisión gubernamental, pagar impuestos, recibir seguridad social, etcétera. Este debate atrajo ya la atención de legisladores de otros estados de la República que esperan resultados para plantear en sus propios congresos la legalización.
 
Debo decir que durante 5 años viajé por el mundo entrevistando a cientos de mujeres, niñas, jóvenes, heterosexuales, gays, queer, transexuales, involucradas en el comercio sexual, en la trata de personas, bajo las garras de la delincuencia organizada, regenteadas, administradas por novios, padres, hermanos y o empresariado de bares, agencias de “edecanes” y burdeles especializados en proveer de sexo de pago a las élites. El resultado de esa larga investigación es mi libro “Esclavas del Poder”.
 
Gracias a esas cientos de  entrevistas de largo aliento logré comprender las diversas formas en que personas de todo el mundo normalizan y naturalizan casi todas las violencias, incluidas la estructural que causa la feminización de la pobreza; ellas asimilan la discriminación como un hecho irremediable. Algunas famosas actrices porno, que me dieron entrevistas e incluso escribieron sus biografías, me contaron historias desgarradoras sobre cómo construyeron su narrativa erótica, plagada de discriminación, abusos, explotación, enfermedades.
 
En 2016 el Parlamento europeo determinó que la prostitución, como forma de consumo sexual de mujeres por un precio, constituye una práctica de desigualdad. Richard Poulin profesor emérito del departamento de sociología  y antropología de la Universidad de Ottawa, autor del libro “Sexo, capitalismo y crítica del valor”, estudió científicamente a los países que han legalizado o regulado el comercio sexual. Además investigó a los hombres, que son 95 por ciento de consumidores de sexo comercial del mundo.
 
Algunos resultados de sus investigaciones son útiles para el debate:

“La prostitución no es un acto individual, no es una elección ni una relación de compra-venta en igualdad. Los hombres compran sexo para sentirse superiores y esto no afecta sólo a las prostituidas, sino a todas las mujeres”, (yo añadiría que lo mismo sucede en el sexo comercial con transexuales, la virulencia de los ataques y el creciente asesinato por parte de clientes no es casualidad).
 
Poulin asegura que la sociedad responsabiliza a las mujeres por estar en el mercado sexual, los hombres, en cambio, son denominados clientes o empresarios cuando en realidad son prostituidores. Sus investigaciones han probado que la legalización del comercio sexual incrementa la desigualdad y favorece tres veces más a los dueños de los burdeles en que se puede ejercer legalmente, muchos de ellos pertenecientes a la delincuencia organizada. El experto propone que se analice la industria del sexo como un todo: la trata, el turismo sexual y la industria pornográfica como un corpus cultural y comercial que banaliza las relaciones mercantiles de los cuerpos de las mujeres y profundiza la normalización de la discriminación.
 
La trampa, según él, consiste en argumentar que se defenderán los Derechos Humanos de las “trabajadoras sexuales”, pero si los derechos de las otras mujeres están en constante y creciente riesgo, la dinámica no cambiará por decreto legal. Habrá que imaginar a la Ciudad de México con sus ventanas iluminadas que exhiban mujeres en venta, a los turistas sexuales fascinados con sus paseos.
 
La ideología neoliberal imperante, según el profesor, es que cada cuál es responsable de su suerte, el fracaso económico es un problema individual, se exime al Estado y al sistema de toda responsabilidad en el reforzamiento de las desigualdades y violencias. Lo que se ha demostrado es que con la legalización hay una expansión del comercio sexual y se multiplica el número de prostituidores extranjeros que verán a las mexicanas como mujeres fáciles de comprar gracias a un decreto constitucional. 
 
* Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.
 
16/LCR/LGL

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