Tal vez se crea que por el hecho de nacer con un cuerpo femenino, eso nos haga ser mujeres, o porque alguien destinó que por esa peculiaridad, deberíamos realizar funciones diferentes a la de los hombres, que en su caso también valdría la pena preguntarse ¿qué es ser hombre?
Ser mujer nos incapacita a ¿tomar decisiones? ¿Asumir responsabilidades? ¿Dirigir nuestra vida? ¿Elegir si deseamos casarnos? ¿Tener hijos?
Uno de los graves errores de la Iglesia, ha sido el estar confabulada con el poder masculino y colocar a la mujer como máquina de reproducción, evitándole ejercer los derechos que como todo ser humano tiene de disfrutar su cuerpo.
Recuerdo que cuando niña, las monjas que daban catecismo decían que era pecado ver nuestros cuerpos desnudos y en nuestra inocencia y falta de criterio, lo creíamos.
Afortunadamente en la preparatoria tuve una maestra que en la clase de ética nos dio educación sexual, algo que para esa época (los años 50), era súper revolucionario y nos abrió los ojos en cuanto a la naturaleza del ser humano.
Creo firmemente que la vida es sagrada; siento que mi cuerpo es una obra maravillosa que puede reproducir a otros seres, sin embargo no tuve los hijos que desee, pero afortunadamente tuve dos.
Con ellos aprendí que mi cuerpo era un santuario y como tal debería cuidarlo, nutrirlo y amarlo. Se desarrollaron sentidos nuevos, sensaciones desconocidas, emociones indescriptibles y creo que empecé a tener conciencia de mí misma.
Sin embargo esto no es ser mujer, porque ahora veo a muchos varones cuidando bebés que las madres han abandonado, bien por factores de salud, sentimiento o trabajo, y no se considera mal, ni los convierte en mujeres.
Se cree que por el hecho de ser mujer uno debe aguantar el abuso, el menosprecio, el maltrato y a todo ello responder con una sonrisa y casi, casi, dar las gracias.
Afortunadamente hay mujeres que no permiten la injusticia o el maltrato. Son fuertes y si se requiere pueden llegar a extremos de violencia desconocidos aún para ellas mismas.
Básicamente creo que el volver los ojos hacia dentro de nosotras, nos va a permitir conocernos, saber qué deseamos manifestar de nuestra esencia, de lo que sentimos, pero también del rol que nos toca vivir.
Sé de muchas mujeres que vivieron una mitad de su vida como animalitos de adorno, y cuando el marido o el padre murió o las dejó, tuvieron que cambiar su rol, es decir aprender a trabajar para vivir, lo hicieron bien y superaron los parámetros dentro de los que habían vivido.
Creo, por lo que me ha tocado vivir, he aprendido a través de experimentar situaciones difíciles y superarlas, a eliminar los miedos, las creencias que limitaban y daban todo por sentado, así como todo lo que me limitaba a la dependencia masculina.
Descubrir lo que me motiva, me impulsa y no lo que los demás creen que debería hacer.
Pero esto también es algo que únicamente me sirve a mí, porque son las conclusiones a las que he llegado gracias a mis experiencias y obviamente no van a ser las mismas para las otras.
Que podrán servir como ejemplo o vía posible, puede ser, pero creo que cada una de nosotras deberá aprender qué es lo más valioso para ella y qué es lo que la impulsa a superarse.
Si vivir una vida dedicada a sí misma en la vacuidad de mantener un cuerpo bello o buscar experiencias que enriquezcan el alma, su esencia. Dejar de creer que necesitamos de alguien más para tener una vida plena y asumir la felicidad o satisfacción como algo propio y generado por nuestra única manera de ser.
Tener la conciencia de nuestras acciones y la repercusión que alcanzarán a través del tiempo; pero más que nada es aprender a ser auténticas, es decir que nuestras acciones correspondan a nuestro pensar y decir.
Para mí esto es lo que me permite ser mujer, ser auténtica, ser yo.
* Narradora oral, astróloga y terapeuta.
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