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¿Qué pasa?

Por Cecilia Lavalle

Este 17 de octubre fue día para muchas mujeres de nuestro país, un día de cifras, de datos duros, de números. Yo, como otras, nos asomamos a ellos, a los datos, a las estadísticas, con la esperanza de que algo se haya modificado, de que algo haya cambiado, de que algo signifique la diferencia. Y entonces nos damos cuenta de que los procesos sociales son len-tos len-tos, y de que los datos no reflejan todo.

Hace 51 años, las mujeres mexicanas conquistaron su derecho a votar y ser votadas para cualquier cargo de elección popular. Era la culminación de una lucha de muchos años que se llevó a cabo especialmente en provincia, en estados de la República como Yucatán y Chiapas. Era la culminación de una lucha de muchas, pero no de todas; es más hay estudiosas del tema que dicen que ni siquiera de la mayoría. Era, finalmente la culminación de una lucha porque empezarán a dejar de vernos a las mujeres como menores de edad.

Acaso esa fue la primera gran conquista. No que acudieran masivamente a votar, cosa que aseguran sucedió. Al parecer las mujeres no habían interiorizado las repercusiones que en su vida cotidiana tenían las decisiones políticas. Acaso a la mayoría ni les ocupaba mayormente esta lucha de muchas sufragistas que tenían claro que la única manera de incidir en la vida política era ser consideradas ciudadanas. Pero aún en aquellas que no votaron, que no se empadronaron, supongo que les fue quedando claro que con este logro dejaban de ser consideradas menores de edad, dejaban de ser consideradas incapaces de expresar una opinión política, ya no digamos de tomar una decisión de trascendencia para el país.

Las sufragistas entonces, hicieron más que obtener el derecho al voto, le regresaron a las mujeres lo que siempre les perteneció, el derecho a pensar por sí mismas y a tomar decisiones que rebasaran el ámbito del hogar. Y eso es mucho. Basta con voltear a ver a Japón o a países islámicos.

¿Qué falta entonces? ¿Por qué no estamos políticamente representadas ni en un 20 % en las cámaras? Y por cierto, ahorita tenemos niveles históricos, porque nunca como ahora hemos estado representadas en la Cámara de Diputados. ¿Por qué no rebasamos el 4% de las presidencias municipales presididas por mujeres? ¿Por qué a duras penas hay una gobernadora en el país, apenas la quinta en toda la historia nacional? ¿Por qué hay 10 estados de la República sin una sola mujer como diputada?.

¡Ah!, claro, las inercias. ¡Ah!, claro, los obstáculos. ¡Ah!, claro la sociedad patriarcal. ¿O sea que en el fondo nos siguen considerando menores de edad? Aunque no sea mucho, no más tantito.

¿Y cuál es la parte que las mujeres no hemos hecho o no hemos hecho bien? ¿O vamos bien pero es que el asunto es len-to, len-to?.

Algunas políticas dicen que falta solidaridad entre mujeres. Que tenemos que aprender a negociar y a pactar acuerdos sin que se nos vaya el hígado y el corazón en ello. ¿Pero eso no es muy masculino? La razón ante todo sin el corazón de por medio. ¿Así debe ser la política? ¿No hay otras maneras? Otras dicen que los espacios para las mujeres son tan pocos que por eso la lucha entre ellas a veces es despiadada. ¿Si fueran más los espacios no lo sería?

Algunos políticos, por su parte, dicen que hacen falta mujeres políticas, que son muy pocas y son las mismas que se van reciclando en los puestos (desde luego no hacen mención a sus propios reciclamientos). Y cuando me ofrecen algún cargo de representación popular y digo que no, me contestan: ya ves, si las mujeres no quieren. ¿En verdad no queremos el poder?.

Yo tengo más preguntas que respuestas, entre otras razones porque no soy política y por el momento las instancias de poder público no me interesan. No obstante, formo parte de esa –tal vez pequeña aún- masa crítica que está dispuesta a trabajar –y lo hace- desde su humilde trinchera por impulsar reformas que permitan que la equidad siente sus reales.

Días como del que hablamos son de celebración entre las mujeres mexicanas que crecen y trabajan gracias a que no se les considera menores de edad. Pero también de reflexión. ¿Qué tenemos que hacer las mujeres para aumentar nuestra representación política? ¿Qué tenemos que hacer aquéllas que no deseamos un cargo político? ¿Qué tenemos que hacer para que las que si lo desean lleguen a las instancias de poder? ¿Qué tenemos que hacer para que marquen la diferencia y no sólo sean como hombres más o menos capaces? ¿Qué tenemos que hacer, en fin, para que un día los datos, las encuestas revelen una realidad diferente?.

Apreciaría sus comentarios: [email protected]

2004/CL/LR

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