Inicio “Quiero evitar la muerte de las jóvenes, el dolor de otra familia, de otros niños”

“Quiero evitar la muerte de las jóvenes, el dolor de otra familia, de otros niños”

Por Hazel Zamora Mendieta
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Antes de ser activista, Norma Andrade era docente, vivía en una “burbuja de color de rosa” y no sabía que los casos  feminicidio aumentaban en Ciudad Juárez, Chihuahua, desde 1993. Hasta que llegó el año 2001, cuando asesinaron a su hija Lilia Alejandra García Andrade.
 
Han pasado 16 años desde que Alejandra desapareció, un 14 de febrero de 2001. Al día siguiente, su madre interpuso una denuncia. Seis días después, el cuerpo de Lilia fue encontrado en un lote baldío con signos de violencia sexual. Hoy, su caso sigue impune.  
 
Norma Andrade es hoy una de las madres que se han convertido en activista e investigadora, un ejemplo de lucha. La llaman activista desde 2012 y, para mí, explica en entrevista con Cimacnoticias, “es nuestro derecho saber lo que sucedió”. Y no habla solo del caso de su hija, porque Norma se unió a un movimiento donde habla por las cientos de mujeres que fueron asesinadas y desaparecidas en Juárez.
 
DE LA DOCENCIA AL ACTIVISMO
 
Después del feminicidio de Alejandra, se volvió una obsesión para Norma leer y ver las noticias todos los días, quizá para encontrar respuestas del asesinato y se “dio cuenta que había otras mujeres asesinadas y desaparecidas”. Notó que en Ciudad Juárez “algo estaba pasando”.
 
Los años 2001 y 2002 marcan la división que tuvo su vida, en el antes y el después del asesinato de su hija; y en el antes como docente y en el después como  activista y defensora de Derechos Humanos (DH). Durante 2001 fue mi exigencia como mamá ante las autoridades, dice. “Exigía justicia yo sola, iba a la Fiscalía, hablando en singular, en la situación personal de Alejandra, creyendo toda las mentiras que nos decían las autoridades”.
 
“Pero en el 2002, después de lo de Campo Algodonero, abro los ojos, las mismas organizaciones me hacen abrir los ojos, y conozco a otras mamás del caso y veo que somos muchas. Me doy cuenta de que lo que decían las autoridades eran mentiras, es cuando me integro y empiezo a exigir, ya no sólo como mamá de Alejandra, sino como compañera de otras igual que yo”, agregó Andrade.
 
MARISELA Y “NUESTRAS HIJAS”
 
En 2001, la maestra de Alejandra, Marisela Ortiz Rivera, consternada por el asesinato de su alumna y ante la injusticia en Ciudad Juárez, impulsó a Norma Andrade para crear juntas “Nuestras Hijas de Regreso a Casa”, agrupación que se volvió pionera en la documentación de casos de mujeres desaparecidas o asesinadas en Juárez.
 
Al igual que Norma, en 2011 Marisela Ortiz se vio obligada a optar por el exilio y abandonar Ciudad Juárez, para vivir en Estados Unidos, ante las reiteradas amenazas en su contra.
 
MADRE DE NUEVO
 
Tras el asesinato de Alejandra, Norma vivió otra tragedia: la muerte de su esposo, un año después. Durante el funeral, fue sacada por las autoridades para corroborar que era capaz de obtener a custodia de sus nietos. “Me convertí en madre de nuevo, recuerda Norma, pero ahora ya no era joven, sino una adulta con menos energía y con dolor inmenso que dejó el feminicidio de mi hija”.
 
Andrade se volvió la cabeza de su familia, dejó las clases de básquetbol que impartía por las tardes a sus alumnos y se dedicó   cuidar de su nieta y nieto de un año y cinco meses de edad, respectivamente.
 
Con el tiempo, le empezaron a preguntar por su madre, “¿cómo le explicas a un niño que su madre se fue y no va volver?”. Ahora son jóvenes tienen 17 y 16 años, ambos siguen el ejemplo de su abuela.
 
La mayor va terminar la preparatoria; dibuja, escribe poemas y cuentos que hablan del feminicidio. Durante la entrevista con Cimacnoticias, lee serena un pensamiento que le escribió a su madre:
 
 “Tú me viste nacer pero yo no te vi crecer, tal vez no estuviste conmigo cuando cumplí 16, tal vez no estuviste conmigo cuando cumplí 10,  pero en todo momento estuviste presente desde el cielo y lo lejano”.
 
El menor de sus nietos, por el contrario, es discreto, no habla del caso de su madre, pero cuando escucha una conversación donde se refieren de manera despectiva a los asesinatos de mujeres, argumenta contra ellos, “se les va encima”, dice Norma.
 
EL PELIGRO DE SER ACTIVISTA
 
Norma es implacable. Durante 16 años no sólo ha exigido justicia para su hija, sino para a todas las mujeres que fueron y son asesinadas en Ciudad Juárez.
 
Con su activismo ha pisado talones, ha molestado a aquellos funcionarios que no se atreven a mirar ni siquiera los expedientes de feminicidio ocurridos en su tierra natal. “En esta lucha, he gritado, he molestado. Tomé instituciones, me encadené a Los Pinos y le grité a Vicente Fox si le faltaban agallas”, recuerda.
 
Andrade es una mujer de carácter fuerte, tenaz, severa. Desde que trabajaba en la maquila, antes de ser maestra, era la primera en denunciar la garantía de sus derechos laborales, pero con el tiempo se ha vuelto o la “han vuelto” como relata, en una experta, “El carácter siempre lo he tenido, no así la ideología y la formación porque realmente, como dicen, me preguntaba ¿qué es un derecho humano?”.
 
La activista puso a temblar y a trabajar a las autoridades de Chihuahua. Cuando llegaba al Ministerio Público, todos advertían “ahí viene la maestra”. En mayo de 2012 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) admitió para la revisión el caso de Lilia Alejandra García Andrade.
 
Pero cuando alguien se enfrenta a un sistema inoperable y corrupto, también pone su vida en riesgo: en 2012, Andrade tuvo dos intentos de asesinato en tan sólo dos meses.
 
En la primera ocasión, en Juárez, recibió cinco disparos de arma de fuego, en la segunda, en su exilio a la Ciudad de México, sufrió un atentado con arma blanca. En ambos sobrevivió.
 
Estos atentados se sumaron a las amenazas que recibieron Marisela Ortiz, Cipriana Jurado, Sara Salazar y Emilia González; así como a los asesinatos de las activistas Marisela Escobedo, Susana Chávez, Josefina Reyes, Luisa Ornelas y Malena Reyes. Todas ellas defensoras de DH en Ciudad Juárez.
 
Ahora Norma muestra sus cicatrices, ríe, dice que le quedaron “bonitas”, que es una “chica de 10” porque una bala está alojada a 10 grados de su corazón. Sin embargo, cuando habla de sus nietos, hay un nudo en su garganta, tiene miedo de que les ocurra algo. La hija mayor de Alejandra presenció los dos atentados, dice. Para ellos también ha sido un camino duro.
 
En 2008 la CIDH otorgó medidas cautelares para ella y las integrantes de Nuestras Hijas de Regreso a Casa, su hija María Luisa (Malú) García Andrade y Marisela Ortiz. En febrero de 2017, su hija Malú volvió a ser víctima de un intento de asesinato.
 
El trabajo de Andrade fue reconocido en el 2016 con el Premio Hermila Galindo. Por unanimidad, el jurado decidió que su trayectoria en busca de justicia merecía el galardón que cada año entrega la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal.
 
REPENSAR JUÁREZ
 
Han pasado 16 años y la única pista que existe para llegar al asesino de su hija es una prueba de ADN que se tiene desde 2010, hasta el momento no se ha podido identificar a quién pertenece.
 
“Hay días en los que no hay respuestas, parece que es una lucha sorda, las burlas que hacen las autoridades a nuestras personas lo hacen pesado. Claro, en este camino hay personas que te apoyan y te levantan. He tenido amigos muy solidarios, que cuando decaigo han respetado mis silencios y me han ayudado a volver a levantarme”, dice Norma.
 
Anhela regresar a Juárez, volver a la docencia, su pasión. Pero sabe que el tiempo ha pasado, reconoce que la inseguridad en su tierra sigue, que aún quedan años de lucha para lograr justicia para Alejandra y las demás víctimas.
 
“Sé que soñar es mucho, yo pienso que no debemos soñar, hay que vivir en realidades, pero algo que sí me gustaría evitar es la muerte de las jóvenes, es algo por lo que sigo en esto, quiero evitar el dolor de otra familia, de otros niños, porque muchas de ellas eran madres y yo creo que los más ausentes y afectados son ellos”.
 
Sabe que a sus nietos les queda un largo camino, “creo es lo que más me cuesta aceptar, dice. “Pienso que regresar es un sueño porque la realidad es difícil, regresar sería privarlos de sus oportunidades, el tiempo no se detuvo, todo ha seguido y ya no sólo es lo que yo pienso, están ellos”.
 
17/HZM/GGQ
 

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